11 personas se mueren de hambre al minuto (mientras otros tiran comida)
Casi un 30% de toda la tierra agrícola del mundo está siendo ocupada para producir alimentos que nunca se consumirán. Cuando una parte del planeta desperdicia comida, la otra no tiene qué llevarse a la boca
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Cada año se pierden o se desperdician 1.600 millones de toneladas de alimentos por valor de aproximadamente 1,2 mil millones de dólares (mil millones de euros), según la consultora BCG. Esto supone un tercio de la cantidad total de alimentos producidos a nivel mundial. Y el problema sigue creciendo. Se estima que para 2030 el desperdicio anual alcanzará los 2.100 millones de toneladas, un 30% más. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU establecen el reto de reducirlo a la mitad, para tratar de eliminar la pobreza extrema y en concreto la desnutrición, que afecta a más de 870 millones de personas en el mundo. Pero estamos muy lejos de ello.
Según la FAO y World Resource Institute, estos desechos representan el 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Nuestra actividad agrícola y ganadera y la necesidad de alimentar a cada vez una población mayor, contribuyen al incremento de la deforestación para aumentar las tierras de cultivo, a la degradación del suelo por el uso de pesticidas y fertilizantes artificiales o la degradación de los mares debido a la sobrepesca, entre otros. Cerca de un 30% de toda la tierra agrícola del mundo está siendo ocupada para producir alimentos que nunca se consumirán, mientras 28 millones de toneladas de fertilizante se usan para cultivos que serán desperdiciados, un 19% de todo el fertilizante a nivel mundial.
De la cantidad total global de residuos, un 44%, el mayor porcentaje consiste en comida y fracción vegetal. La gran mayoría de los biorresiduos no son reciclados para otro propósito, acabando en vertederos (donde se descompone y traspasa al suelo y al aire, dañando al medio ambiente y las comunidades de alrededor) o siendo incinerados, mientras se reafirma la mentalidad de “usar y tirar” entre las empresas y consumidores, que seguirán desperdiciando recursos a todos los niveles.
La cadena de producción alimentaria
La pérdida de alimentos ocurre en todos los pasos de la cadena de valor alimenticia, pero según el mismo estudio de BCG, es más pronunciado al principio (producción, 32%) y al final (consumo, 22%). En los países en desarrollo, el problema viene de una deficiente producción y transporte, mientras que en los países desarrollados es más frecuente en la fase de consumo, tanto entre los minoristas como entre los consumidores.
El 70% de la comida producida a nivel mundial se produce en pequeñas granjas de menos de tres hectáreas en países en desarrollo, y a pesar de ser los productores mundiales de comida, aproximadamente las tres cuartas partes de las personas extremadamente pobres del mundo, 800 millones, viven en zonas rurales exclusivamente de la agricultura. Solo con mejorar los rendimientos de los pequeños agricultores en un 10% (con el uso de mejores insumos y maquinaria, incrementando estándares de calidad o mejoras en la infraestructura de acceso al mercado), podríamos reducir la pobreza un 7% en África y más del 5% en Asia, así como reducir el desperdicio alimentario y por ende los gases de efecto invernadero generados. ¡Tres pájaros de un tiro!. Como os decía en mi artículo Un Uber para alquilar tractores y otras formas de revolucionar el modelo agrícola en países en desarrollo, la tecnología está generando una revolución en este sentido, pero todavía está lejos de llegar a los más necesitados.
Solo con mejorar los rendimientos de los pequeños agricultores en un 10%, podríamos reducir la pobreza un 7% en África y más del 5% en Asia
Los consumidores constituimos el otro gran problema. Cada año, los países ricos tiramos tanta comida, 222 millones de toneladas, como la producción entera de alimentos del África subsahariana. Solo en España se botan 7,7 millones de toneladas al año, 176 kg per cápita.
Las mayores causas de desperdicio de alimentos en hogares son; porciones incorrectas, no planear la compra, la confusión con el etiquetado entre las fechas de caducidad y consumo preferente, no guardar adecuadamente la comida o la falta de concienciación y educación.
Ante este problema, que impacta en tantos ámbitos, no podemos quedarnos cruzados de brazos. Por eso han aparecido soluciones globales como Too Good to Go, un movimiento surgido en Dinamarca en 2015, y que ya está en 15 países entre ellos España. Toogoodtogo te ofrece a través de su app, los productos sobrantes de tiendas y restaurantes al final del día a un tercio del precio original en un formato de pack sorpresa. Creando también un movimiento global para luchar contra el desperdicio en la que todo el mundo pueda dar solución a este problema. La campaña “fechas con sentido”, alienta a los productores a sustituir el vencimiento por fecha de “consumo preferente” para poder alargar la vida de muchos alimentos. Cuentan ya con más de tres millones de usuarios en España, y más de 9.000 establecimientos.
España también aporta su grano de arena, la start-up española Food Stories es la tecnológica de alimentos (foodtech) pionera en el modelo de packs de comida (meal kits) sostenibles, ofreciendo un nuevo concepto de alimentación saludable, de elaboración casera con recetas basadas en productos frescos de temporada. Su objetivo: cambiar la forma de hacer la compra y que el consumidor piense en recetas y no en ingredientes.
En la web, el cliente elige entre un amplio catálogo de recetas saludables enviándote a casa los ingredientes exactos para preparar los platos y que no sobre nada que termine dando vueltas por la nevera hasta que se ponga malo. Todos ingredientes de máxima calidad, de cercanía y usando empaquetado 100% reciclable.
Un avance real para solucionar este problema requiere el compromiso y la acción coordinada de los consumidores, los gobiernos, las ONG, los agricultores y las empresas. Pero las soluciones ya están aquí.
María López Escorial es profesora en el Instituto de Empresa y consultora independiente especializada en innovación social y soluciones empresariales para combatir la pobreza. Además, es presidenta de la Fundación Compromiso y Transparencia. Elegida entre las Top100 Mujeres líderes 2018.
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