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“Me voy a ir con los más pobres para que no los aplasten”

La hermana Regina Casado dedica sus fuerzas a la formación de mujeres jóvenes para dotarlas de herramientas que las saquen de la pobreza en Senegal

La hermana Regina Casado en su casa de Sam Sam III, en Pikine, Senegal el pasado 29 de junio.
La hermana Regina Casado en su casa de Sam Sam III, en Pikine, Senegal el pasado 29 de junio.Chema Caballero

Viajaba de Sakone, una pequeña ciudad cerca de Kaolak, en Senegal, a la capital del país, Dakar, cuando reparó por primera vez en aquella zona. “Desde Rufisque hasta Dakar solo había terreno, terreno y terreno. Pero ya empezábamos a vislumbrar barracas. Y yo dije, uy, esto se prepara mal. La gente va a venir a construir chabolas aquí porque los que se han desplazado desde los pueblos a la ciudad no pueden vivir”. Aquella intuición de la hermana Regina Casado (Rodanillo, pedanía de Bembibre, León, 82 años) es hoy una realidad.

La mayoría de los 12.000 habitantes de Pikine, en Dakar, llegaron de todos los rincones de Sengal y otros países limítrofes para huir de la pobreza rural

Sam Sam III es el nombre del barrio que surgió en el municipio de Pikine, en las afueras de Dakar. La mayoría de sus 12.000 habitantes llegó desde todos los rincones de Senegal y algunos países limítrofes para huir de la pobreza rural. Cada uno construyó donde y como pudo. El área carece de servicios básicos, carreteras asfaltadas o buen saneamiento, entre muchas otras cosas. Por eso, cuando llueve el agua se estanca e inunda casas y calles. Son pocos los jóvenes de la zona que terminan la educación básica y la falta de trabajo hace que se agrupen en las esquinas a la espera de que un milagro cambie su suerte. Las chicas aguardan a que sus padres les encuentren un hombre para casarlas y, así, pasar de hacer las tareas domésticas en el hogar de sus progenitores al de sus maridos.

Todo eso y más lo intuyó la religiosa de la congregación de las Hijas del Niño Jesús (popularmente conocidas como Damas Negras) y por ello se instaló allí en el año 2000, junto a un grupo de Hermanos Escolapios que abrieron un colegio. Su superiora le permitió quedarse un año y ya van casi 22.

Fue en 1968 cuando esta mujer menuda, con ojos llenos de vida, que no puede estar quieta ni un segundo y que, a veces, se aturulla al hablar porque su mente va más rápida que su boca, pisó África por primera vez. Fue en Camerún. Abandonó sus estudios de música para no perder la oportunidad de viajar. Tras dos décadas regresó a España y trabajó algunos años en el barrio del Raval en Barcelona, antes de ser destinada a Senegal en 1992.

“Viví una infancia de pobreza y vi que, por no tener nada, la gente te aplastaba. Mi vocación, no de vida religiosa, sino de misión, salió de ahí: me voy a ir con los más pobres para que no los aplasten, ¿comprendes? Y mi vida es educarlos a ser personas que se defienden por sí mismas y guarden todos sus derechos y toda su dignidad”, explica sobre sus motivaciones.

Eso es lo que ha hecho la hermana Regina todos estos años: mejorar la condición de las mujeres con las que se ha topado, ofreciéndoles formación integral, desde la alfabetización hasta nociones básicas que les faciliten la vida. Sobre todo, les ha enseñado costura para que puedan generar ingresos como modistas de calidad. En los últimos años, ha introducido ordenadores en su programa para que las beneficiarias de su programa tengan también acceso a las nuevas tecnologías. Igualmente, ha abierto una escuela de cocina en Sam Sam III.

Los últimos pasos dados le han llevado a ayudar a las jóvenes a crear una cooperativa de costura que dirigen y gestionan ellas misma, antiguas alumnas que se han asociado para producir más y conseguir mejores ingresos. Lo mismo hace con las que estudian cocina. Además, estas cuentan con un pequeño restaurante donde se pueden saborear platos de calidad o tomar un café. Mucho de lo que ha logrado ha sido gracias al apoyo del programa Best Africa de la Fundación Santander y Manos Unidas.

Son miles las mujeres a las que ha formado la religiosa en todos estos años. “Yo le digo a mis chicas: trabajáis para ser personas con toda vuestra dignidad, para demostrar a la gente que sabéis dirigir vuestra vida, que sabéis ganar”, explica la religiosa, que se emociona al hablar de los cambios en la vida de sus alumnas de los que ha sido testigo. “Lo veo cuando vienen a visitarme. Muchas se han casado y otras no, porque a veces también les sale rana el matrimonio, pero tienen los niños, están limpios, bien educados, van al colegio... Ellas mismas saben vivir de forma más digna. Algunas cursaron la formación de costura y ahora están dirigiendo talleres y formando a otras chicas. Tienen ya el espíritu de creatividad, de ver otras posibilidades en su vida, más allá de esperar a que sus padres las casen”.

Yo le digo a Dios que solamente me dé la cabeza y las fuerzas para poder trabajar. El día que no pueda que me haga caer así, pam, y se acabó”.
Regina

El último sueño de la hermana Regina es abrir una escuela de carpintería para los chicos. La falta de trabajo es causa de que la mayoría de ellos no tenga nada que hacer todo el día y, al final, muchos caigan en las drogas o sueñen con migrar. Por eso, cuenta la monja, quiere también ofrecerles nuevas oportunidades a través de la formación profesional: “Más que carpintería será una ebanistería, para darles un título profesional. Porque por todas partes hay carpinterías, pero por falta de formación, lo que hacen no está muy bien. A la gente de aquí les digo que todo tiene que estar perfecto; entonces, abrimos el ordenador, les muestro muebles bien hechos y les insisto: ‘mirad, así debe ser el trabajo que hagáis vosotros’. O sea, que hay que ofrecer calidad para que la gente se anime a realizar un pedido”.

En cuanto a la posibilidad de regresar a España, la hermana Regina, afirma: “Ni los pienso, pero si mis superioras me dicen de volver, tendré que obedecer”. Luego matiza: “Yo le digo a Dios que solamente me dé la cabeza y las fuerzas para poder trabajar. El día que no pueda, que me haga caer así, pam, y se acabó”.

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