En República Democrática del Congo, padecer de problemas de salud mental es una condena
El mayor centro sanitario para enfermedades mentales de África atiende a más de 40.000 personas al año
El centro de salud mental Télema, situado en el barrio de Kintambo, en Kinshasa, la capital de República Democrática del Congo (RDC), es el mayor complejo sanitario dedicado a la enfermedad mental de todo el continente africano. Detrás de su creación, organización y funcionamiento está sor Ángela, una religiosa de las Hermanas Hospitalarias, natural de Panes (Asturias) que ha sido presentada varias veces por la Embajada de España, al Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
El complejo sanitario Télema dispone de un edificio para el internamiento y otro para consultas, con servicio de fisioterapia, laboratorio y farmacia. A partir de otoño, dispondrá de un pabellón para 25 internos. Cuenta con otro espacio para la ergoterapia, que pretende mejorar la salud física, postural, funcional, emocional y psicológica de personas con afecciones neurológicas. A través de talleres, aprenden a coser y a realizar trabajos relacionados con la costura, que les proporciona un medio de vida. El centro actual, inaugurado en plena pandemia, fue creado después de que el primitivo Télema fuera insuficiente ante una demanda creciente que supera las 40.000 consultas por año.
En este lugar, la persona que padece de alguna enfermedad mental recupera su dignidad, recibe tratamiento médico con controles periódicos y tiene una oportunidad para reconocerse como ser humano. La hermana Ángela se ocupa de que así sea. Cada mañana se pasea por el pabellón de las consultas, saludando a quienes esperan la atención médica, controla el estado de quienes están internados y se ocupa de que tengan comida y todo lo necesario. Recoge a algunos de la calle y los ubica por algún rincón del centro. Cuando uno está con ella, llama la atención su capacidad para relacionarse con estos enfermos. También dirige y organiza el taller ocupacional en el que trabajan las personas estabilizadas. Los productos de este taller son muy conocidos y apreciados en Kinshasa.
En RDC, y en la mayoría de los países africanos, las enfermedades mentales son un estigma. Son atribuidas a la brujería y se cree que quienes la padecen están poseídos por un espíritu maligno que puede provocar algún mal a los parientes. Los enfermos, expulsados de sus familias, vagan por las calles en un estado de completo abandono, sucios y medio desnudos. Caminan desorientados y con la mirada perdida en medio de la indiferencia de las multitudes que pasan a su lado. Cuando se trata de mujeres, todas, antes o después, son víctimas de violaciones y tienen a sus hijos en la calle. Al problema de salud mental de la madre,ç se suma la supervivencia de la criatura en esas condiciones.
En RDC, y en la mayoría de los países africanos, las enfermedades mentales son un estigma
Sorprende la abundancia de este tipo de enfermedades en las calles de Kinshasa. Los afligidos aparecen en cualquier lugar. Tumbados en el suelo, en las canalizaciones del agua, llenas de basuras, incluso en los bloques de cemento que separan el doble sentido de las vías. Hay que tener en cuenta las circunstancias que facilitan el desarrollo de los trastornos mentales: la miseria extrema, que bloquea el desarrollo cognitivo; la masiva emigración a las ciudades en busca de un medio de vida, que termina siendo una trampa; el hambre; la malnutrición, que provoca trastornos cognitivos; la desorganización familiar; y un fondo de ignorancia, que se convierte en caldo de cultivo idóneo para las supersticiones.
La enfermedad mental afecta mucho más a las mujeres por la violencia estructural que existe sobre ellas y que incide en todos los ámbitos de la vida. La mujer soporta una gran carga familiar y de trabajo, pero también un complejo sistema social, con su cortejo de creencias y costumbres, que las convierte en víctimas. Si sufre una violación, algo muy frecuente en este país, su marido la repudia y la echa a la calle, separándola del núcleo familiar y de los hijos. Así, algunas terminan enfermando, porque al dolor de la agresión se suma el provocado por la exclusión y el aislamiento de su familia.
Desde hace más de 30 años, Ángela recoge de las calles a quienes sufren de algún tipo de afección mental; también a personas con discapacidad mental que son abandonadas por la familia y terminan viviendo en condiciones extremas por la falta de cuidado. A veces, acoge en su casa a jóvenes que son también víctimas de violaciones y quedan embarazadas. En estos casos, se hace cargo de la madre y del niño o de la niña hasta que pueda proporcionarles un ambiente seguro. En cierta ocasión compartí con ella la llegada al centro de una bebé de cuatro días que había nacido en la calle. Su madre, una joven enferma, quería darle de comer nueces de árbol de cola, pero sor Ángela le enseñó a amamantar.
El objetivo de Télema es que la persona reciba la atención médica necesaria para estabilizar su estado mental; después, puede capacitarse para trabajar en un taller ocupacional. Otro objetivo es la reinserción del enfermo con su familia o con una de acogida. Para ello, se realiza un trabajo de concienciación, cuya finalidad es el reconocimiento de la persona como víctima de una patología. Desde hace años, sor Ángela trabaja también por los derechos de las personas que sufren trastornos mentales diversos y por el reconocimiento de la enfermedad mental como tal. En Kinshasa ha recibido algunos reconocimientos, y también ha recibido la Cruz de Oficial de la Orden de Isabel la Católica.
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