Destripar Kenia para conocer su presente
El periodista Javier Triana bucea en el pasado para mostrar toda la grandeza y miseria de una nación africana en su libro ‘Matumbo. Una crónica de las entrañas de Kenia’
Matumbo es un plato tradicional de la cocina keniana. Se prepara con cebolla, tomates, semillas de cilantro, curry y aceite. Y, por supuesto, el elemento principal que son los intestinos y el estómago de una vaca o cabra. La palabra suajili matumbo significa, precisamente, eso: entrañas. Ahora, ese término también se ha convertido en el título de un libro escrito por Javier Triana (Logroño 1983) que pasó tres años y medio en Kenia como corresponsal de la Agencia EFE: Matumbo. Una crónica de las entrañas de Kenia (Libros del K.O. 2021). En él, el periodista bucea en los principales hitos del pasado y el presente de ese país para mostrarlo en toda su complejidad.
Kenia se identifica con los grandes safaris, con los masáis, con los paisajes espectaculares que filmó Hollywood en su intento de recrear la granja que Karen Blixen tenía a los pies de las colinas de Ngong y que ahora es una cafetería donde los turistas pueden tomar té. Sin embargo, es un lugar desconocido para la mayoría de los kenianos. Es posible que alguien haya profundizado algo más en la historia de ese país y entonces habrá oído hablar del padre de la independencia Jomo Kenyatta o del horror de la rebelión de los Mau Mau. Y es probable que algunos hayan leído a Ngugi wa Thiong’o y, por tanto, sepan que el horror, la muerte y la violencia fueron ejercidos no solo por los rebeldes, sino, sobre todo, por los británicos. Estos desproveyeron de sus mejores tierras a los habitantes del país para dárselas a los colonos blancos y los masacraron cuando protestaron por ello.
Esta es una nación que se surgió en torno a un ferrocarril. El llamado tren lunático, por lo descabellado que pareció a los parlamentarios británicos unir con una vía férrea el puerto de Mombasa, en la costa del Índico, con la actual Kisumu, en el lago Victoria. Para ello, fueron trasladados hasta allí miles de trabajadores indios de las castas más bajas, los llamados coolis, como cuenta Peter Kimani en Dance of the Jakaranda (Telegram, 2018). Aquella construcción dio origen a la actual capital del país, Nairobi. La ciudad fue creada en 1901 como un establecimiento de almacenes y barracas para los obreros. El enclave se encontraba en una altiplanicie llamada Nyrobi (lugar de agua fresca) en lo que eran terrenos pertenecientes al pueblo kikuyu. Hoy, ese mismo recorrido del que se llegó a llamar el tren más lujoso del mundo (si se viajaba en primera, claro) ha sido renovado por empresas chinas que explotan la concesión ferroviaria desde 2017.
Los británicos, poco a poco, fueron haciéndose con las mejores tierras de la colonia para plantar té y café, principalmente. Los antiguos moradores quedaron reducidos a siervos de los colonos. Esa situación se agravó tras el regreso de los kenianos obligados a luchar en la II Guerra Mundial junto a sus amos, cuando comprobaron como sus granjas habían sido dadas a los soldados anglosajones para recompensarles por sus servicios. De ahí que muchos de ellos se unieran al Ejército de la Tierra y la Libertad, que reclamaba aquello que los invasores les habían robado. Ese nombre resultaba muy reivindicativo, por eso la propaganda inglesa prefirió el de rebelión Mau Mau, que suena más salvaje. Aunque fueron ellos los que cometieron mayor número de salvajadas: muertes, torturas, campos de concentración, destrucción de aldeas… Y así hasta que Kenia conquistó la independencia en 1963.
Los que arriesgaron su vida por la libertad no llegaron a gobernar el nuevo país. No. El poder pasó a los colaboradores de los británicos, que mantuvieron las leyes segregacionistas coloniales en su propio beneficio. Ellos, los nuevos dirigentes, con Jomo Kenyatta a la cabeza, se quedaron con las tierras que los británicos había robado y se enriquecieron. Nunca las devolvieron a sus dueños legítimos. Hubo políticos que no estuvieron de acuerdo con esa traición al pueblo, pero fueron eliminados. Tal es el caso del sindicalista Tom Mboya, de Josias Mwangi y de Pio Gama Pinto. ¿Quién se los quitó del medio? En la novela Dust (Granta, 2014), Yvonne Adhiambo Owour elabora alguna hipótesis sobre ello y se plantea qué sería de Kenia si Mboya no hubiera sido asesinado; si su presente resultaría muy distinto y más justo para todos.
Los que arriesgaron su vida por la libertad de Kenia no llegaron a gobernar el nuevo país
Los nuevos amos del país habían aprendido bien de sus antiguos dueños y utilizaron la política de divide y vencerás para mantenerse en el poder hasta el presente. Así fomentaron la tribalización del día a día y el enfrentamiento entre pueblos para conservar sus privilegios. La cima de todo ello se alcanzó en la violencia poselectoral de 2007-2008. Y así hasta hoy. Tanto que el hijo de aquel primer presidente es el actual: Uhuru Kenyatta.
Contra este orden de cosas siempre surgen voces proféticas como la de la premio Nobel Wangari Maathai y todos los que continúan con su lucha. O la de las corredoras kenianas que, con sus éxitos, están cambiando la historia de sus comunidades, apoyando el empoderamiento femenino, favoreciendo la educación y creando empleo.
La mayoría de las veces, la historia no es como la cuentan las crónicas oficiales escritas por los vencedores. De ahí que hagan falta voces que ahonden en la verdad y la destripen para que pueda ser mostrada tal y como es. Eso y mucho más es lo que Triana hace en Matumbo. “Gracias al conocimiento del pasado nos podemos explicar ciertas cosas del presente, es lo que he intentado hacer en el libro: ir a la raíz de ciertos conflictos con los que nos topamos en el presente”, explica el periodista.
Choca que alguien quiera escribir una obra sobre Kenia en castellano. Esto lleva a preguntarse quién lo va a adquirir, quién puede estar tan interesado en ese país. “Intenté escribir el libro que me hubiera gustado leer al llegar para haberme situado más rápidamente en el país y en ese sentido espero que le sea útil a quien llegue allí”, comenta Triana. No solo al que viaje hasta Kenia. Puede ser un libro muy específico; sin embargo, ayuda a entender, por los paralelismos existentes, mucho de lo que sucede en tantas otras partes de África. Además, el estilo directo, sencillo, ameno e irónico en ocasiones hace que se trate de un volumen fácil de leer y muy instructivo.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.