Veronique Tadjo, escritora marfileña: “Las nuevas generaciones pueden cambiar las cosas, pero no les damos el espacio que merecen”
“Los conflictos, las enfermedades, la crisis ambiental. Todo está unido, hasta que no lo entendamos, mucha gente sufrirá”, asegura la ganadora del premio Kourouma 2025


Curiosa, comprometida con su tiempo, optimista pese a todo y con más de 30 libros a sus espaldas, la escritora marfileña Veronique Tadjo (París, 70 años), ganadora este año del prestigioso premio literario Ahmadou Kourouma por su novela Je remercie la nuit (Doy gracias a la noche, Mémoire d’Encrier, 2024), se mueve con soltura entre mundos diversos sin perder la sonrisa. Del inglés al francés, de Inglaterra a Costa de Marfil, de Francia a Estados Unidos, de la novela a la poesía, de la palabra a la ilustración. Dos de sus grandes preocupaciones, ligadas entre sí, atraviesan como cuchillos sus últimas obras, la crisis medioambiental y los anhelos de la generación más joven. “Es una juventud mucho más práctica, se basa en los hechos, les hemos contado tantas historias que están hartos de los políticos que les hacen promesas en las elecciones y luego los ignoran”, explica en una entrevista con este diario a finales de octubre en Puerto de la Cruz, Tenerife, donde participó en el Festival Internacional de Literatura de Viajes y Aventuras Periplo.
Pregunta. Ha sabido combinar la literatura sobre temas duros y de actualidad, como el ébola, el genocidio ruandés y la crisis en Costa de Marfil, con la literatura infantil y juvenil. ¿De dónde le viene el interés por escribir para los más jóvenes?
Respuesta. Procedo de dos tradiciones diferentes. Mi madre, que era francesa, me leía muchos libros y cuentos. Recuerdo especialmente el impacto que produjo en mi imaginación El Principito, ese momento en que el zorro pidió que le pintaran una oveja. Estaba seducida por esa idea, por el hecho de dibujar. Luego, en Costa de Marfil, donde crecí, estaba rodeada de literatura oral. Hasta los años ochenta, los libros para niños en África procedían de Europa. Entonces, un editor me propuso adaptar la literatura oral para la juventud urbana africana, darle sentido, replantearla, rendirle homenaje y transmitirla a las nuevas generaciones, que no perdieran ese vínculo.
P. En su novela En compañía de los hombres (Libros de las malas compañías, 2024) saca a la luz el vínculo entre la letal epidemia de ébola de 2014 y la destrucción de los bosques por el ser humano. La preocupación por la crisis medioambiental está muy presente en su obra.
R. La inquietud ambiental siempre estuvo en mi vida. Crecí en Abiyán, pero tenía un gran vínculo con el campo, con el pueblo de mi padre. La gestión del pueblo no estaba a la altura, había mucha negligencia con las basuras, con el ruido, con todo. Nadie se preocupa de cuidar la convivencia, incluso en África está muriendo la posibilidad de disfrutar del campo. Todos vivimos en este planeta, es algo que nos afecta de manera global, que supera las fronteras nacionales. Esos desechos que viajan por todo el mundo para acabar en África, esos coches viejos, los mercados de ocasión... Abiyán es un infierno de atascos, con toda esa polución atmosférica.
Hay que entender que todo está conectado, los conflictos, las guerras y la salud del planeta. Si lo empiezas a separar, los conflictos de un lado, las enfermedades de otro y el medio ambiente por otra parte, no se entiende nada. Cuando entiendes la conexión da miedo. Hace falta un abordaje holístico de estos problemas.
P. En Je remercie la nuit se centra en los jóvenes y sus anhelos, su capacidad de salir adelante en medio del caos. Hoy, esos jóvenes, a los que llamamos Generación Z, están saliendo a las calles en Marruecos, Madagascar, Nepal, Perú, Camerún o Tanzania para enfrentarse a las autoridades por una vida mejor. ¿Cree en su potencia transformadora?
R. Desde luego. Es la generación que puede cambiar las cosas, tiene una gran responsabilidad sobre sus espaldas, en la política, en la economía, en el medio ambiente. Pero no le damos el espacio que merece. A veces decimos que no leen, pero lo hacen. Lo que ocurre es que leen y escriben de manera diferente, para nuestra generación es difícil de entenderlo, pero es una revolución. Hay influencers de literatura, con miles de seguidores, clubs de lectura.
P. A veces se les acusa también de desinteresarse de la política, pero en los últimos años están demostrando lo contrario.
R. Claro que se interesan por la política, entendida como la manera de gestionar la sociedad. La salud, la educación, el empleo que piden también es política. Los admiro mucho. Eso no significa que vayan a triunfar, la lucha es muy difícil, pero los admiro en su deseo de tener una mejor vida.
Es una juventud mucho más práctica, se basa en los hechos, les hemos contado tantas historias que están hartos de los políticos que les hacen promesas en las elecciones y luego los ignoran. De lo que están aburridos es de la política partidaria, donde escuchan siempre los mismos discursos y luego no hay nada. Está ocurriendo en todo el mundo, en los campus de EE UU y en las calles de Francia, no solo en el Sur Global.
P. Quizás uno de los motivos de incomprensión intergeneracional sea que a estos jóvenes les ha tocado un mundo mucho más duro, complejo y en ebullición y conflicto que el que le tocó a la generación anterior y buscan sus propias respuestas y estrategias. ¿Qué opina?
R. Soy de una generación que ha tenido una suerte enorme. Llegamos tras la guerra y hemos tenido un gran periodo de paz, pero en realidad es algo cíclico. Pensamos que ya estaba, que todo era perfecto y nos relajamos. Pero no pierdo por completo la esperanza, hay gente que lucha, que combate y no vamos a caer en un mundo totalmente intolerable. Dan ganas de ser pesimista, pero no me lo permito.
P. Una de esas luchas es contra el cambio climático, liderada por los jóvenes. ¿Estamos a tiempo de salvar el planeta?
R. No tenemos otra elección. El problema es que, hasta que comprendamos cómo hacerlo, habrá mucha gente que va a sufrir. Tenemos que ser mucho más solidarios con los refugiados medioambientales, por ejemplo. La gestión ambiental es política y a los políticos no les gusta tomar decisiones que les pueden crear problemas, no quieren hacer ciertos sacrificios, sobre todo en Occidente donde tenemos la costumbre de tener un cierto confort. Es evidente que no queremos empezar a vivir de una manera mucho más sobria. Un político que quiere ser reelegido o un partido que quiere continuar en el poder, es imposible que propongan soluciones que no le van a gustar a su electorado.
Muchos inmigrantes han contribuido positivamente a la economía de países occidentales, como Inglaterra, Francia o España. La sanidad pública, por ejemplo, no funcionaría sin ellos y además pagan sus impuestosVeronique Tadjo, escritora marfileña
P. Las dos protagonistas de Je remercie la nuit se ven forzadas a emigrar. En Europa, sin embargo, este tema se percibe mucho más como un objeto de discusión política y está detrás del ascenso de la extrema derecha en tantos países, ¿le preocupa esa mirada?
R. La migración es un tema muy importante, también en África. En Europa es una cuestión de gestión. Cuando necesitan mano de obra barata, están muy contentos de tener a esos migrantes para que trabajen en la industria o la agricultura. Europa los llama. Ahora dicen que están desbordados y que no encuentran la manera de controlarlo. Muchos inmigrantes han contribuido positivamente a la economía de países occidentales, como Reino Unido, Francia o España. La sanidad pública, por ejemplo, no funcionaría sin ellos y además pagan sus impuestos. El Gobierno británico va a buscar enfermeros a Ghana, Nigeria o Sudáfrica, en lugares donde los necesitan. Hay mucha hipocresía.
P. Son necesarios pero nos asustan. Se habla del Gran Reemplazo o de “invasión”, ¿de dónde viene entonces ese miedo?
R. Del interés político. Para el populismo es bueno que haya una población temerosa porque van a buscar a su salvador. Pero es un miedo fabricado. Cuelgan fake news y todo se mezcla para generar reacciones negativas. No es un problema fácil, pero no se puede gestionar desde el miedo.
P. África vive un momento especialmente convulso, con revueltas populares y golpes de Estado que elevan a militares al poder prometiendo soberanía y panafricanismo. Sin embargo, grandes potencias siguen percibiendo al continente como su mina particular de la que extraer los recursos que necesitan. ¿Cree que las cosas han cambiado desde la época colonial?
R. El pillaje continúa, ya sea por parte de EE UU, Rusia o China, incluso Francia, que parece haber sido evacuada. Lo que me preocupa es la calidad de nuestros líderes, necesitamos que negocien por nosotros, por nuestro bien. ¿Van a saber qué hacer para que África gane finalmente algo de sus enormes recursos y que esas riquezas sean redistribuidas? Si de nuevo son ciertas élites las que van a negociar con esos aliados y no repartir nada, volvemos a lo mismo.
Me preocupa la calidad de nuestros líderes, necesitamos que negocien por nosotros, por nuestro bien. ¿Van a saber qué hacer para que África gane finalmente algo de sus enormes recursos y que esas riquezas sean redistribuidas?Veronique Tadjo, escritora marfileña
P. ¿Y los militares, como ocurre en el Sahel, son la respuesta?
R. Estamos ante un fracaso de las élites intelectuales y políticas. Cuando el sistema democrático se desfonda porque la gente ha sido empujada al barro de la falta de posibilidades y oportunidades, lo que queda es la toma del poder por la fuerza. Cuando la gente celebra un golpe de Estado, es un reflejo instintivo frente a la caída de un tirano o de una élite cleptómana que ha saqueado el país. Pero esa es la primera reacción, después el régimen militar, para mantenerse, se convierte en cada vez más autoritario. Me preocupa, ha habido un auténtico contagio en la región y tienen nuevos amigos dispuestos a ayudarles. Vinieron diciendo que iban a arreglar el problema del terrorismo, pero no lo están consiguiendo. Las élites que no han querido asegurar el desarrollo de sus países son las culpables.
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