'He querido dar voz a los niños obligados a ser soldados'
Ahmadou Kourouma (Costa de Marfil, 1927) es un autor africano alto, grueso y fornido que desciende de una casta noble de guerreros malinkés, un subgrupo de los mandingas que brillaron en África Occidental durante años. En sus 74 años de vida ha visto cómo su país alcanzaba la independencia (en 1960) y ha participado con el Ejército francés en la guerra de Indochina. Actualmente vive en Francia, donde ha logrado un gran éxito con Alá no está obligado (Muchnik en castellano y Empúries en catalán), una novela en la que, a través de la voz de un niño, habla de la tragedia de los niños soldados que luchan en las guerras tribales de Sierra Leona y Liberia.
'Escribí esta novela porque me lo pidieron unos niños en Djibuti', explica Kourouma. 'Fui a dar una conferencia en una escuela y unos niños me pidieron que escribiera sobre las guerras tribales. En otra escuela lo mismo. Y en otra. Al final decidí escribir un libro sobre la guerra y los niños soldados ambientado en Sierra Leona y Liberia. Tenía un vecino que trabajaba en el ACNUR y me dio mucha información sobre los refugiados y sus historias. También conocí a alguien que había sido niño soldado y que me contó sus experiencias'.
'Sólo en la guerra encuentran quien se ocupe de ellos, pero a cambio de llevar un arma'
Influencia de Céline
La novela está escrita desde el punto de vista de un niño llamado Birahima que se expresa en un francés mal estructurado, basado en la tradición oral mandinga, con frecuentes latiguillos, como el que repite, ante el horror que le rodea, que 'Alá no está obligado a ser justo en todas las cosas de aquí abajo'. 'Adopté el punto de vista de un niño porque me permitía narrar las cosas de una manera más cruda, más directa. El destino de los niños inmersos en las guerras tribales es muy triste, ya que buscan vivir como sea y a su alrededor no tienen ni comida ni nada', comenta Kourouma. 'Sólo en las guerras encuentran a alguien que se ocupe de ellos, aunque a cambio tengan que llevar un Kaláshnikov'.
A través de su relato, y con la ayuda de algunos diccionarios, Birahima explica la dura situación de esos países africanos y se detiene en la discriminación de la mujer, el maltrato a los prisioneros, la falta de alimentos y algunos rasgos de la religión animista, con la presencia de un brujo que fabrica amuletos. En el lenguaje torrencial de Alá no está obligado se advierte de algún modo la influencia de Céline, un autor al que Kourouma confiesa admirar. 'Me gusta mucho Céline, pero que quede claro que no es por su ideología', advierte. 'Desde el punto de vista de la escritura hizo cosas extraordinarias. Él se ocupó de los pequeños franceses que viven en París y alrededores y yo he querido dar voz a los niños que se ven obligados a hacer de soldado en algunos países africanos'.
En la novela de Kourouma, la religión juega un papel importante ya desde el mismo título. Es una religión en la que se mezclan elementos del islam, del cristianismo y del animismo. 'Cuando la gente está en guerra', comenta el autor, 'tiende a dar mucha importancia a la religión porque sabe que puede morir en cualquier momento. La religión se ve como una especie de refugio en la que se admite todo lo que pueda mitigar el dolor y generar esperanza'.
Al hablar de su experiencia de la guerra que vivió en Indochina, Kourouma se esfuerza en marcar diferencias. 'La guerra de Indochina era muy distinta de las africanas', recuerda. 'Aquella era una guerra organizada, con disciplina, con ejércitos. En Liberia es otra cosa. Son guerras de tribus, sin disciplina y sin ideología, que no sabes cuándo van a acabar'.
A pesar de las guerras y de la situación de África, Kourouma no se muestra pesimista respecto al futuro del continente. 'Estamos en un momento difícil y peligroso', asume, 'pero África lo superará. En el fondo lo que tenemos es un problema económico que hace más daño que las guerras tribales. A causa de estas dificultades no podemos ocuparnos de los niños ni de nadie. La situación es parecida a la de los campesinos europeos amenazados por el sector industrial. Ellos, sin embargo, pueden ir a trabajar a las fábricas, mientras que en África las industrias están rodeadas de alambradas y son como guetos'.
Kourouma considera que la tan pregonada globalización es un engaño, ya que no permite que los africanos se incorporen al primer mundo. A pesar de todo, insiste en mostrarse optimista. 'No soy un afropesimista', afirma convencido. 'Es cierto que África vive momentos difíciles, pero si miramos hacia atrás veremos que hace un siglo aún existía la esclavitud y que la independencia no está tan lejos. Avanzamos poco a poco, pero avanzamos, y por eso soy optimista'.
Tras insistir en que la globalización actual es una farsa, indica Kourouma que son muchos los africanos que ven Europa como un paraíso y que se esfuerzan por cruzar el estrecho de Gibraltar. 'En Europa por lo menos pueden trabajar y comer', afirma. 'No es el paraíso, pero pueden vivir con dignidad, mientras que en sus países hay hambre y miseria'.
Sobre el hecho de que la literatura africana tiene cada vez más una mejor acogida en Europa, comenta Kourouma: 'Mi novela ha recibido seis premios en Francia, entre ellos el Renaudot. Creo que se valora cada vez más nuestra aportación lingüística, ya que hacemos que el francés se enriquezca. Yo diría que en general los escritores africanos somos bien recibidos en Europa. Estoy muy contento de la acogida que ha tenido mi última novela, sobre todo entre los jóvenes. Gracias a ella se está hablando de un tema muy duro de África, el de los niños soldados y las guerras tribales'.
Babelia
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