Cuando la ciencia se topa con la religión: la ‘fatua’ que permite sacrificar cuervos desata una batalla medioambiental en Libia
Una interpretación de la ley islámica califica a estas aves carroñeras como “dañinas”, pero los ecologistas sostienen que regulan las poblaciones de insectos y roedores y esparcen semillas en la Montaña Verde, un oasis de biodiversidad libio

El edicto religioso que permite la matanza del cuervo desertícola ha desencadenado un tenso debate en Libia, donde la ciencia y la ecología se enfrentan a la teología por determinar las causas de la creciente crisis de la biodiversidad de la región de Montaña Verde; uno de los ecosistemas más ricos del país.
Con la fatua, un pronunciamiento legal amparado en una interpretación de la ley islámica, Ahmad al Dalansi, de la Autoridad de Inversiones del Gobierno de Salvación Nacional, dictaminó que los cuervos son objetivos legítimos. “No hay ninguna objeción religiosa para matarlos”, afirmó, citando la tradición profética que los clasifica como dañinos (fawasiq) y dicta que, por tanto, pueden eliminarse “igual que las ratas y las serpientes”.
Al Dalansi sostuvo que el corvus ruficollis, una especie de cuervo originaria del norte de África y Oriente Próximo, daña los cultivos y puede propagar enfermedades. Insistió en que el sacrificio “no altera el equilibrio ecológico” y en que prevenir los daños es una prioridad más importante.
Los ecologistas y los grupos de la sociedad civil se opusieron de inmediato. La Autoridad Libia de Patrimonio y Vida Silvestre advirtió que la erradicación sería desastrosa. Abdul Moneim al Wafi, director de reservas de la autoridad y profesor de ecología conservacionista en la Universidad de Bengasi, explica que los cuervos regulan las poblaciones de insectos y roedores, esparcen semillas y limpian residuos orgánicos.
“No debemos culpar a los cuervos”, asegura Al Wafi a este diario. El experto sostiene que los daños que el ave está produciendo en otras especies se ha desencadenado por la proliferación de vertederos, que atraen a esta ave carroñera.
Una crisis de residuos
La población del cuervo desertícola, que prefiere los desiertos, las laderas de las montañas y las tierras de cultivo, se ha multiplicado de forma espectacular en Shahat, una ciudad ubicada en el distrito de Jabal al Akhdar, que hace parte de la región de Montaña Verde. Según las autoridades y los residentes locales, la razón es la mala gestión de los residuos.
El inspector medioambiental de Shahat, Hussein Abdel Jalil, explica a este diario que han proliferado los vertederos secundarios en los bosques, valles e incluso carreteras de Shahat. Añade que la crisis de la vivienda ha agravado el problema.
Estos vertederos improvisados atraen a los cuervos, que son carroñeros por naturalezaHussein Abdel Jalil
“El Estado no ha llevado a cabo ningún plan de vivienda desde hace años y eso ha empujado a los lugareños a construir sin planificación alguna y a talar bosques para levantar barrios residenciales”, afirma y agrega que eso ha hecho que los barrios escojan lugares al azar para arrojar la basura. “Estos vertederos improvisados atraen a los cuervos, que son carroñeros por naturaleza”.
Hay un desequilibrio, porque “el cuervo se encuentra en la cima de la cadena alimentaria, así que vive, se reproduce y solo muere de viejo o por enfermedad”. Sobre el terreno, las consecuencias son graves.
Un punto crítico de biodiversidad bajo presión
La Montaña Verde ocupa menos del uno por ciento de la superficie terrestre de Libia, pero es el centro de biodiversidad más rico del país, puesto que alberga entre el 70% y el 80% de la flora libia, más de 1.300 especies de plantas, incluidas 43 que solo se encuentran allí. La zona también es el hábitat de diversos mamíferos, aves y reptiles, y se encuentra en plena ruta migratoria de aves, lo que refuerza el equilibrio ecológico.
Dos especies de tortugas terrestres habitan la zona. La tortuga egipcia (Testudo kleinmanni) es la más pequeña de su tipo en el hemisferio norte y está considerada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como una especie en peligro crítico de extinción en todo el mundo. La segunda, la tortuga griega, está clasificada como vulnerable y desempeña un papel fundamental en el mantenimiento de la cubierta vegetal, ya que esparce semillas cuando consume frutos y plantas.
“Lamentablemente, los cuervos matan ambas especies de tortugas”, dice el inspector medioambiental de Shahat. “Esto es un desastre porque la tortuga egipcia ya está gravemente amenazada y es objeto de contrabando de Libia a los países vecinos debido a su extrema rareza”.
Los agricultores han sido los primeros en notar que los cuervos están haciendo estragos con la población de tortugas. Una mañana de primavera, en su granja de Shahat, Ali al Saadi siguió los ladridos agitados de su perro hasta encontrar una pequeña tortuga que estaba boca arriba, intentando moverse sin conseguirlo. Tenía el caparazón partido. Al Saadi ya había visto una cosa así.

“Los cuervos atrapan tortugas pequeñas, se las llevan volando y las dejan caer desde cierta altura para romperles el caparazón y alimentarse con la carne”, explica a EL PAÍS. “Son aves inteligentes, pero malvadas. Su número ha aumentado tanto que se han convertido en una molestia para todos”.
El inspector medioambiental de Shahat cuenta que las primeras informaciones sobre tortugas muertas llegaron hace dos años desde la región de Omar al Mukhtar, al suroeste de Al Bayda, donde un agricultor encontró aproximadamente 100 caparazones. Otra noticia se produjo a las afueras de la ciudad, cuando un residente encontró varios caparazones de tortuga en el tejado de su casa, donde las habían arrojado unos cuervos que luego se reunieron allí para comérselas.
El pasado mes de junio, Abdel Jalil afirmó haber contado personalmente 73 caparazones de tortugas muertas. Y añadió que los análisis del suelo y el agua no revelaron la presencia de contaminantes ni pesticidas y que los testimonios de los residentes, así como el hecho de que casi todos los incidentes se produzcan cerca de vertederos, “apuntan al cuervo como principal sospechoso”.

La preocupación no se limita a las tortugas. Los activistas medioambientales afirman que los cuervos también pueden atacar a los polluelos del águila culebrera (circaetus gallicus), un depredador esencial para controlar las poblaciones de reptiles, especialmente serpientes.
Khaled al Taib, profesor de ornitología de la Universidad de Trípoli, confirma el comportamiento de los cuervos, pero insta a actuar con cautela. “Los cuervos pueden alimentarse de tortugas y polluelos de águila, pero es algo esporádico, no es su dieta preferida”, explica Al Taib a este diario.
La raíz del problema es el desequilibrio medioambiental actual, asegura. “La acumulación de basura ha incrementado tanto el número como el tamaño de los cuervos, lo que ha intensificado las peleas por la comida y ha empujado a algunos a atacar a las tortugas”.
“La acumulación de basura ha incrementado tanto el número como el tamaño de los cuervos, lo que ha intensificado las peleas por la comida y ha empujado a algunos a atacar a las tortugas”
Al Taib hace una advertencia sobre los flujos de residuos procedentes de los mataderos. “Si se interrumpe ese flujo, los cuervos se volverán hacia otras criaturas, porque se han acostumbrado a comer carne”, explica. Además, destaca que los vertederos nunca deben situarse cerca de lugares en los que anida la fauna silvestre ni de hábitats de aves y que los que ya están “deben eliminarse inmediatamente”.
Más ciencia y menos chivos expiatorios
El llamamiento de la fatua a la matanza choca con las advertencias de los científicos, que consideran que los cuervos son fundamentales para el equilibrio ecológico de la región.
Al Wafi sostiene que el camino a seguir empieza con datos. Libia —continúa— necesita estudios para evaluar el número, la distribución, el comportamiento y el impacto real en la biodiversidad de los cuervos. “Los ecosistemas no funcionan con arreglo a hipótesis o fatuas. Necesitamos un enfoque científico”, afirma Al Wafi.
Al Taib también advierte contra las soluciones rápidas. Recuerda que hace 20 años, en Ar Rajban, en el monte Nafusa, al oeste de Libia, “los residentes intentaron deshacerse de los perros callejeros envenenando carne y esparciéndola por la ciudad”. Algunos cuervos se comieron la carne y murieron, así que los demás, intuyendo el peligro, abandonaron la zona.
“Cuando los cuervos desaparecieron, las infestaciones de garrapatas se multiplicaron, hasta alcanzar las mil garrapatas por metro cuadrado”, relata. “Yo mismo conté cientos en el muslo de una oveja. Fue una catástrofe medioambiental”. La lección, sugiere, es que eliminar un animal carroñero esencial puede desencadenar brotes no deseados.
Al Taib afirma que el primer paso para encontrar una solución es “restablecer el equilibrio natural, eliminando los vertederos y reubicándolos en lugares adecuados”.
Al Wafi está de acuerdo y pide que se preste atención inmediata a la gestión de los residuos, y no a las campañas de exterminio. En otras palabras, la solución no consiste en declarar la guerra a una especie, sino en reparar el problema causado por los humanos. “Los vertederos de residuos deben adaptarse a nuestro medio ambiente y la gestión de los residuos debe ser tan avanzada como en otros países”, concluye Al Taib.
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