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El peligro que acecha a los cultivos de Libia: “Era una visión aterradora, las langostas desnudaron rápidamente los árboles”

La plaga, incentivada por el cambio climático y agravada por la división del país en dos entidades autónomas, ha afectado a unas 2.000 hectáreas de cultivos, sobre todo de dátiles, y mermado el sustento de los agricultores, que temen una nueva embestida de los insectos

Varias langostas del desierto devoran plantas en Tarhuna, en Libia, el 20 de octubre de 2024. Imagen cedida por el consejo de agricultores locales.Foto: Cedida por el consejo de agricultores de Tarhuna

Al principio, el agricultor Khaled al Zuwi, de 40 años, no pensó que un insecto tan pequeño pudiera devastar sus cultivos de naranjas y mandarinas en Tazirbu, en el sureste de Libia. “Había muchos, de gran tamaño y de distintos colores, algunos verdes, otros amarillos”, explica a EL PAÍS. Al ver la rapidez con la que arrasaban su cosecha, Al Zuwi intentó pararlos por todos los medios. “Quemé hierbas aromáticas, esparcí nubes de humo espeso sobre la granja y emití ruidos fuertes para ahuyentarlos. Pero se quedaron. De hecho, consumieron mi naranjal de dos hectáreas en menos de 48 horas. Destruyeron toda mi cosecha”, dice desesperado.

La resistente vegetación de Libia, que ya desafía las adversidades en uno de los climas más secos y con mayor escasez de agua del mundo, se ha enfrentado en estos meses a un nuevo azote: el acecho de las plagas de langostas. Nubes de estos insectos del desierto arrasaron el pasado octubre alrededor de 2.000 hectáreas de cultivos en las regiones oriental, meridional y occidental de un país en el que, según la FAO (la organización de la ONU para la agricultura y la alimentación), solo el 1,7% de la tierra es apta para la agricultura y que importa el 75% de los productos que necesita para cubrir sus necesidades alimentarias. Los huevos que ha dejado la plaga y la escasa intervención oficial hace temer a los agricultores que los daños serán permanentes. Al mismo tiempo, la destrucción de las cosechas agrava la inseguridad alimentaria que afecta moderada o gravemente a casi el 19% de la población del país, según el Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias de 2023 (el último con datos sobre Libia).

“Unas 400 hectáreas de tierras agrícolas en Bani Walid han resultado dañadas, junto con cultivos, palmeras y otros campos; además, 1.600 hectáreas de otras ciudades se han visto afectadas”, explica Saleh Mubarak, jefe del Comité Nacional de Lucha contra la Langosta del Desierto, en una entrevista telefónica. El pequeño insecto, de no más de 13 centímetros de longitud, ha causado a los agricultores pérdidas millonarias, en un país donde el sector agrario sigue dando empleo a cerca del 10% de la población activa.

Los cultivos de palmeras datileras se han visto especialmente afectados. Radi Asbiq, responsable de agricultura del municipio de Tazirbu (sureste de Libia), calcula, en declaraciones a EL PAÍS, que dos millones de palmeras datileras han resultado dañadas por la invasión de langostas, y que unos 4,5 millones más corren peligro debido a la posible eclosión de los huevos de langosta en el suelo. En el caso concreto de las granjas del oasis de Tazirbu, famoso por sus vastos palmerales que producen dátiles de gran calidad, así como por el cultivo de mangos y cítricos, los daños fueron enormes. Según los cálculos de residentes y expertos, al menos la mitad de las palmeras del lugar han resultado dañadas. Los insectos también han destruido 50 hectáreas de cultivos de maíz normal y dulce en Tazirbu, con pérdidas superiores a los 385.000 euros, según informes preliminares de funcionarios agrícolas locales.

“De repente, mis palmeras, llenas de racimos de dátiles, pasaron de un verde exuberante a estar secas y marrones, como si nunca hubieran dado fruto”, sigue detallando Al Burki. Este campesino vive de la venta de dátiles dajla, una de las variedades más famosas y caras de Libia, que puede venderse a 3,90 euros el kilo y por más del doble durante el Ramadán.

Libia alberga más de 10 millones de palmeras, sobre todo en las regiones de Jufra, al este y sureste del país, incluidas las ciudades de Hun, Waddan y Sokna, y produce cerca de 100.000 toneladas de dátiles al año, según los datos del Ministerio de Agricultura del país. Con más de 400 variedades —entre ellas dajla, saidi, halima y mejhoul—, este fruto es uno de los pocos cultivos que el país exporta al extranjero, con ventas que superan las 50.000 toneladas al año. Según las estimaciones, los dátiles son una de las principales fuentes de divisas para el país.

Un enjambre de langostas puede consumir en un día más alimentos de los que necesitan 2.000 personas
Amsaid Mohammed Bouflika, catedrático Recursos Naturales y Ciencias Ambientales


El cambio climático ha impulsado, según los expertos, esta plaga de langostas, ya que los recientes e inusuales episodios de lluvias torrenciales han favorecido la aparición de grandes balsas de agua, en las que proliferan con mayor facilidad estos insectos. “Estas lluvias han creado lagos y zonas anegadas en el desierto del Sáhara, que se han convertido en lugares de cría y en rutas migratorias ideales para las langostas, lo que amenaza aún más los cultivos agrícolas en toda Libia”, afirma Amsaid Mohammed Bouflika, catedrático de la Facultad de Recursos Naturales y Ciencias Ambientales de la Universidad Omar Al-Mukhtar. Según explica el experto, solo un enjambre puede consumir en un día más alimentos de los que necesitan 2.000 personas, ya que cada langosta adulta ingiere dos gramos de vegetación al día.

Parálisis institucional

La división del país en dos instituciones autónomas tras el derrocamiento de Muamar el Gadafi en 2011 ha obstaculizado la entrega de los equipos necesarios para combatir esta plaga. En el oeste gobierna el primer ministro Abdelhamid Dabeiba con apoyo de la ONU y sede en Trípoli; el este lo dirige el general Jalifa Hafter con sede en Tobruk. Los agricultores entrevistados aseguran que sus urgentes peticiones de intervención inmediata cayeron en saco roto. Su mayor temor es que los huevos que dejaron las langostas tras su paso queden sin tratar por las limitadas medidas y recursos de los dos gobiernos enfrentados.

“Me puse en contacto con los responsables de agricultura, pero las langostas destruyeron mi cosecha antes de que llegara la ayuda. Ahora estamos a la espera de la evaluación final, con la esperanza de recibir una indemnización por este desastre que devastó inesperadamente nuestras granjas”, explica Al Burki. Este agricultor calcula que sus pérdidas superaron los 135.000 euros.

Saleh Mubarak explica que el Comité Nacional de Lucha contra la Langosta del Desierto ha logrado contener el 80% de la propagación de la langosta a pesar de sus limitados recursos. “El comité solo dispone de 13 vehículos, lo que impide cubrir todas las ciudades afectadas”, señala. “Los equipos que trabajan en el marco del comité siguen fumigando con pesticidas para combatir las langostas”, añade. “También estamos educando a los agricultores sobre la importancia de informar rápidamente de cualquier avistamiento en sus granjas”.

Pero productores como Al Burki se sienten abandonados por el Estado. “Los funcionarios no se preocupan por nosotros ni por nuestros cultivos. Estamos casi solos contra las langostas. Es poco lo que podemos hacer para intentar evitar más pérdidas”, remacha.

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