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De las mariposas monarca a los ñus: los animales migrantes, cada vez más amenazados por la degradación de sus hábitats

Miles de millones de especies viajan por el mundo para reproducirse, alimentarse o sobrevivir al clima. Sus desplazamientos por tierra, agua y aire, son imprescindibles para el equilibrio de los ecosistemas y para la vida humana

Animales migrantes

Las especies animales migrantes son vitales para el equilibrio medioambiental mundial y para la supervivencia de la humanidad. Los animales viajeros polinizan plantas, transportan nutrientes y controlan plagas.

Sin embargo, su futuro es cada vez más incierto. Actualmente, más de una quinta parte de las 1.189 especies migratorias estudiadas está en peligro de extinción, según el primer informe sobre la situación de estos animales presentado en 2024 por la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) de la ONU. La amenaza principal, que afecta al 75%, es la degradación de sus hábitats por actividades humanas como la agricultura y ganadería, la expansión urbana o el turismo de masas. La segunda gran amenaza es su exterminio: un 70% muere por caza o pesca. Esto, sumado a la inestabilidad climática, resulta en que la mayoría de las poblaciones de animales migrantes se desploma, y los pocos individuos que sobreviven tienen que hacer peripecias para adaptarse a entornos cada vez más hostiles.

Una zona con manglares entre edificios en la ciudad de Abu Dabi, capital de los Emiratos Árabes Unidos.

Manglares, refugios en el camino

En los Emiratos Árabes Unidos, el crecimiento rápido de las ciudades, a partir del auge del petróleo de los años setenta, amenaza a los manglares que bordean la costa. Estos ecosistemas entre tierra y agua son vitales para muchas especies que cruzan el desierto, como las aves que viajan entre África, Asia y Europa, que necesitan ese respiro verde para refugiarse y comer en su ruta de miles de kilómetros.

“Hay un plan para plantar 100 millones de semillas de manglares en Emiratos antes de 2030”, explica Vidhyaa Chandramohan, fotoperiodista dedicada a documentar proyectos medioambientales, como este de reforestación. “Se plantan manglares grises —Avicennia marina—”, afirma frente a una de sus fotos, en la que se ve una zona verde de Abu Dabi junto a rascacielos construidos en el desierto.

Chandramohan, que ha presentado su trabajo sobre conservación del litoral emiratí en citas como el Congreso Internacional de Conservación Xposure, prefiere no hablar de las polémicas islas artificiales de Dubái, como Palm Jumeirah o The World, y se enfoca en iniciativas beneficiosas para la biodiversidad de las costas.

Menciona la reserva de Khor Kalba, en Sharjah, el bosque de manglares más antiguo de Emiratos, que cuenta con ejemplares de hasta ocho metros de altura. “Está abierto al público para educar y visibilizar estos ecosistemas”, dice, y añade que los manglares, además de suavizar las temperaturas extremas, mejoran la oferta de ocio: “Se pueden hacer actividades de ecoturismo como rutas en kayak”. El centro de visitantes de Khor Kalba abrió en 2021 y es uno de los proyectos de soluciones basadas en la naturaleza impulsados por Emirates Nature y el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).

Más allá de estas iniciativas, en algunas de las ciudades emiratíes la urbanización arrasa ecosistemas importantes para la fauna y la flora. Este tipo de políticas proteccionistas y restauradoras se deben extender y mantener a largo plazo, si se quiere garantizar la biodiversidad en un territorio en el que la vida natural se hace cada vez más difícil.

Tierra: la deforestación y la caza amenazan la Gran Migración africana

Si hay una migración espectacular, es la Gran Migración de África oriental. Más de un millón y medio de ñus, gacelas y cebras se desplazan cada año entre 1.000 y 3.000 kilómetros, por el Parque Nacional del Serengueti (Tanzania) y la Reserva Nacional Masai Mara (Kenia) en busca de agua y comida. Cruzan la sabana, donde se enfrentan a depredadores como leones, hienas o cocodrilos; y ahora también a peligros más acuciantes, como la deforestación, la caza o la crisis climática. “Los cambios son innegables”, sostienen Angela y Jonathan Scott, conservacionistas y fotógrafos que observan la migración en primera fila desde hace décadas. Ambos viven y trabajan en Kenia e insisten en que la situación es alarmante: “Estamos presenciando extinciones en tiempo real”.

Según Global Forest Watch, entre 2001 y 2023 Kenia perdió cerca del 12% de sus árboles, muchos de ellos, en el bosque Mau, a unos 170 kilómetros de Nairobi. Este gran bosque montañoso es crucial para la migración de las manadas de herbívoros. “Ayuda a mantener el caudal del río Mara, que nutre el Serengueti. Sin el bosque, el río desaparece, y si eso pasa, la migración se derrumba”, advierte la pareja de conservacionistas. A esto se suma la inestabilidad climática actual. “Las lluvias estacionales ya no son predecibles”, lamentan. Y destacan las amenazas a otras cuatro migraciones de ñus de la zona: las de Athi-Kaputiei, Amboseli, Mara-Loita y Tarangire-Manyara; y a las de elefantes, buitres y flamencos.

Un león marino nada junto a una mascarilla en el océano Pacífico durante la pandemia de covid-19.

Agua: las migraciones marinas que nos permiten respirar

El oceanógrafo estadounidense Ralph Pace es autor de una imagen que en 2021 dio la vuelta al mundo y que mostraba a un león marino dirigiéndose a una mascarilla arrojada al mar en Monterrey (California). Con ella ganó el prestigioso premio de fotografía World Press Photo. Pace se pasa la vida bajo el agua, observando de cerca los comportamientos de muchas especies migrantes, como ballenas o tortugas, pero también de las que no migran. “En un mundo afectado por el cambio climático, las que no pueden adaptarse o moverse están en peligro”, afirma, y pone como ejemplo a una de las grandes viajeras del océano: la ballena jorobada.

Las ballenas defecan constantemente y el hierro de sus heces impulsa el crecimiento del fitoplancton, responsable de más del 50% del oxígeno que respiramos. Si las ballenas no migran y no esparcen sus desechos por todas partes, el fitoplancton no prospera
Ralph Pace, oceanógrafo estadounidense

“Las jorobadas van a latitudes frías para alimentarse y regresan a aguas cálidas para reproducirse, pero la población de esta zona del mar Arábigo no migra porque aquí el agua es cálida y tienen alimento gracias a los vientos monzones. Es un problema para su supervivencia porque limita su diversidad genética y las hace extremadamente vulnerables. Los accidentes con embarcaciones y la caza han reducido su número, pero al no recibir nuevos miembros de otras poblaciones, su recuperación es difícil”, explica a este diario en Sharjah, donde ha venido a contar sus experiencias con animales migrantes. En todo caso, cree que la situación de las especies marinas es complicada: “No migrar es difícil, pero hacerlo puede serlo aún más, porque tienen que cruzar el océano, que está lleno de anzuelos”.

A Pace le entristece que solo se protejan las especies que son económicamente rentables, como el atún, pero que las que no lo son, como la vaquita marina —un mamífero endémico del golfo de California—tengan los días contados. Y recuerda que aunque se tienda a pensar que los humanos estamos separados de los animales, eso no es así, ya que su migración nos permite incluso respirar. “Las ballenas defecan constantemente y el hierro de sus heces, impulsa el crecimiento del fitoplancton, responsable de más del 50% del oxígeno que respiramos. Si las ballenas no migran y no esparcen sus desechos por todas partes, el fitoplancton no prospera”, concluye.

Las mariposas vuelan entre los árboles de El Rosario, un santuario de la Reserva de la Biosfera de la Mariposa Monarca en Michoacán (México), el 24 de febrero de 2023.

Aire: las pequeñas alas que recorren miles de kilómetros

Cada año, tres o cuatro generaciones de mariposas monarcas completan la migración entre la zona de reproducción en Estados Unidos y Canadá, hasta la zona de hibernación en México. Las de la generación más longeva, llamada “matusalén”, llegan a recorrer 4.500 kilómetros en una migración que ahora está en peligro.

Cada año WWF controla el tamaño de la colonia de hibernación en México. El perímetro de todos los árboles que tienen mariposas se ha reducido de 20 hectáreas en los noventa a una, en el último año
Jaime Rojo, fotógrafo español

“Cada año WWF controla el tamaño de la colonia de hibernación en México. El perímetro de todos los árboles que tienen mariposas se ha reducido de 20 hectáreas en los noventa a una, en el último año”, dice el fotógrafo español Jaime Rojo, que lleva media vida fotografiando a estos insectos y su trabajo ha sido dos veces seguidas galardonado con el World Press Photo.

El madrileño, de 43 años, estudió Ciencias Ambientales en la Universidad Autónoma de Madrid, y en 2004 viajó a México para trabajar en conservación. “Nada más llegar fui a ver las mariposas monarca a Michoacán y quedé fascinado. No hay nada que se le parezca”.

En 40 años la población de mariposa monarca se ha reducido un 90%, explicaba Rojo en una entrevista con este diario. Además de la deforestación para cultivos como el de aguacate, el problema es que desaparezca el algodoncillo, la única planta donde ponen los huevos y de la que se alimentan las orugas. “En los noventa empieza a utilizarse una combinación letal de herbicidas de amplio espectro, como el glifosato, y las plantas de los cultivos de maíz o soja se modifican genéticamente para resistir cualquier químico, pero el resto, muere. Una década después de implementar esto, la población de algodoncillo del Medio Oeste de Estados Unidos disminuyó casi un 60% y la monarca empezó a colapsar”, resume Rojo frente a una foto de su exposición en Sharjah, en la que se ve una oruga en un algodoncillo junto a un cultivo de maíz.

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