¿Mil o siete muertos? El misterio de Tarsin, la aldea que desapareció bajo la montaña y la batalla por el relato en la guerra de Sudán
El deslave que arrasó la localidad enfrenta versiones sobre víctimas y daños del Ejército y los rebeldes, en medio de enormes obstáculos para llevar ayuda humanitaria y de intentos por influir en su reparto


La noche del lunes 1 de septiembre, el Movimiento de Liberación de Sudán (MLS) liderado por Abdulwahid al Nur, un grupo armado rebelde de Darfur, difundió un comunicado en el que confirmó la tragedia: el día antes, un gran deslizamiento de tierras en las montañas Marra, una zona bajo su control en el Estado de Darfur Central, había sepultado la aldea de Tarsin. Según la información preliminar difundida por el grupo, todos sus habitantes —más de 1.000 personas— habrían fallecido en el acto, con la única excepción de un superviviente.
A diferencia de lo que suele ocurrir en otras tragedias en Sudán, la noticia sobre el desastre de Tarsin se propagó rápidamente y fue recogida por los principales medios internacionales, que se apoyaron casi exclusivamente en el comunicado emitido por el MLS. Incluso el papa León XIV dirigió unas plegarias a las víctimas de las “dramáticas noticias que llegan desde Sudán, en especial de Darfur” durante una audiencia general celebrada dos días después.
Los dos principales bandos de la guerra en Sudán también reaccionaron con celeridad, a pesar de haber bloqueado sistemáticamente la asistencia humanitaria desde el inicio del conflicto. El gobernador de Darfur, Minni Minawi, aliado del ejército regular, reclamó una intervención internacional, mientras que el líder del Gobierno de las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, Mohamed al Taaishy, afirmó haber llamado a Al Nur para coordinar la emergencia.
En los días posteriores al anuncio del incidente, sin embargo, comenzaron a surgir versiones contradictorias sobre lo sucedido realmente en la remota aldea de Tarsin aquella fatídica jornada de agosto, en particular sobre el número de víctimas.
La autoridad civil del MLS afirma desde el inicio que el incidente dejó más de 1.000 muertos, mientras que la ONU ofreció una estimación más reservada de al menos 300. El ministerio de Sanidad federal, en cambio, aseguró que tan solo hubo dos fallecidos. Fuentes de la ONU admiten que inicialmente recurrieron a datos del MLS por falta de verificación independiente, pero tras la visita de un equipo a la zona estiman que las víctimas mortales no pasan de siete.
Lo ocurrido en las entrañas de las montañas Marra puso así en evidencia el profundo aislamiento de amplias zonas de Sudán y las enormes dificultades para acceder a ellas tanto para informar como para hacer llegar asistencia, en un contexto en el que distintos grupos tratan de condicionar su distribución.
¿Qué ocurrió en Tarsin?
El único punto en el que coinciden todas las versiones compartidas con EL PAÍS por fuentes locales, vinculadas al MLS y por actores humanitarios es que el domingo 31 de agosto se produjeron dos desprendimientos de tierra en el este de las montañas Marra, que sepultaron la aldea de Tarsin. A partir de ahí, los relatos divergen de forma muy significativa, ofreciendo cifras distintas de fallecidos y desaparecidos, así como sobre la magnitud de la destrucción.
La aldea de Tarsin se ubica en una parte remota de las montañas Marra que lleva años fuera del control del Gobierno central. La zona, originalmente habitada por agricultores y dedicada a huertos de cítricos y otras frutas, comenzó a crecer a raíz de fuertes ataques en la región del régimen del depuesto Omar al Bashir en 2016. Miles de personas se refugiaron entonces en las profundidades de estas montañas, donde levantaron decenas de aldeas, incluida Tarsin.
Desde comienzos de los 2000, la zona ha estado controlada por la facción del MLS de Al Nur, mientras que la región circundante está hoy en manos de las Fuerzas de Apoyo Rápido y milicias aliadas. El aislamiento de aldeas como Tarsin, ubicadas en un terreno escarpado al que solo se puede acceder a pie o en animal, las ha protegido de ataques durante años, pero al mismo tiempo dificulta cualquier asistencia en caso de un desastre como el ocurrido en agosto.
Fuentes de la ONU admiten que inicialmente recurrieron a datos del MLS por falta de verificación independiente, pero tras la visita de un equipo a la zona estiman que las víctimas mortales no pasan de siete
Mohamed al Nayer, portavoz de la facción del MLS de Al Nur, insiste en que los fallecidos superan los 1.000 y asegura que han podido recuperar 373 cuerpos. Al Nayer compartió con EL PAÍS imágenes de lo que aparenta ser una fosa común, aunque cubierta. También añadió que el resto de cuerpos “siguen bajo los escombros” o “fueron arrastrados por los valles y no se han podido localizar”. “¿Qué gana el MLS difundiendo mentiras verificables?”, cuestiona.
Otro punto disputado de la versión del MLS es la magnitud de los daños materiales. En su comunicado inicial, el grupo difundió imágenes de Tarsin, pero ninguna parece reflejar una destrucción de la escala descrita. El centro de satélites de la ONU (UNOSAT, por sus siglas en inglés) solo ha identificado unas diez estructuras destruidas y una zona agrícola afectada. Y el equipo de la ONU que llevó ayuda señaló que Tarsin era una aldea de unos 50 habitantes.

Al Nayer sostiene que la aldea de Tarsin “se extendía a lo largo de un cañón y no solo en la estrecha zona” de las fotos de UNOSAT, y añade que, desde el inicio de la guerra civil, “miles de residentes” se desplazaron hacia el interior de las montañas Marra. La empresa de satélites Maxar, sin embargo, aseguró a la BBC que ningún núcleo urbano de la zona parece afectado, aunque reconoció “una cantidad considerable” de escombros en cauces y cañones locales.
Acceder a ayuda humanitaria
Independientemente del alcance de la destrucción, el incidente de Tarsin volvió a evidenciar la dificultad de llevar ayuda a ciertas regiones de Sudán. Tras conocerse la tragedia, agencias humanitarias advirtieron que acceder a la zona era muy difícil por su aislamiento, la falta de caminos, las condiciones meteorológicas y las limitaciones de movimiento por la guerra.
El deslave en Tarsin ocurrió cuando Sudán ya afronta la mayor crisis humanitaria del mundo, en gran parte causada por la contienda bélica. A las decenas de miles de muertos y heridos directos del conflicto y a los abusos generalizados de todos los bandos se añaden condiciones incompatibles con la vida en amplias zonas del país, incluido Darfur, como la malnutrición extrema y el colapso sanitario, que disparan la mortalidad por causas prevenibles.
Pese a la magnitud de la crisis, grupos de apoyo mutuo locales y agencias humanitarias han debido sortear innumerables obstáculos desde el inicio de la guerra, incluidos una inseguridad extendida, ataques directos, trabas burocráticas y logísticas, e intentos de grupos armados de instrumentalizar los escasos recursos que quedan y la poca ayuda que todavía entre al país.
Francesco Lanino, el director de operaciones de Save the Children en Sudán, explica que en el caso de Tarsin no lograron contactar con nadie para entender lo ocurrido y que, tras reunirse con más agencias, decidieron llevar ayuda con burros. “Fuimos a un mercado para alquilar burros y alguien que pudiera guiar a nuestro equipo”, señala. “Tardaron más de 10 horas por la montaña”, agrega, porque “los burros tenían miedo” y “el terreno estaba muy embarrado”.
Dado que desconocíamos las necesidades inmediatas, nos coordinamos para llevar alimento, cloro [para tratar agua], medicamentos básicos, material de refugio y [equipos] para determinar si algunos supervivientes necesitaban tratamiento médico urgenteFrancesco Lanino, director de operaciones de Save the Children en Sudán
No fue hasta cuatro días después de que se produjera el deslizamiento de tierra cuando los primeros trabajadores humanitarios llegaron a Tarsin con suministros de emergencia suficiente para prestar asistencia vital a más de 1.000 personas y evaluar las necesidades en la zona afectada, según informó la oficina de la ONU para asuntos humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés).
“Lo que vieron [al llegar] fue la mitad de la montaña derrumbada” y a la gente “intentando excavar con las manos y lo que tuvieran para encontrar cadáveres”, cuenta Lanino sobre su equipo. “Dado que desconocíamos las necesidades inmediatas, nos coordinamos para llevar alimento, cloro [para tratar agua], medicamentos básicos, material de refugio y [equipos] para determinar si algunos supervivientes necesitaban tratamiento médico urgente”, añade.
La ONU, por su parte, planea integrar a partir de ahora el apoyo a las familias y las comunidades circundantes en su respuesta humanitaria ordinaria, ya que muchas aldeas de la zona requieren asistencia sostenida después de años de conflicto.
Al Nayer, de la facción del MLS de Al Nur, lamenta que “a pesar de la respuesta al desastre, la cantidad de ayuda que ha llegado a la región está por debajo de lo esperado y no cubre las necesidades urgentes de los ciudadanos”. También añade que el MLS prevé evacuar decenas de aldeas en la región afectada de las montañas Marra a zonas seguras por el riesgo de nuevos deslaves. Pero esto, desliza, “requiere grandes costes” que “el movimiento no puede asumir”.
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