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Los paramilitares de Sudán asedian El Fasher mientras la población muere de hambre 

Las Fuerzas de Apoyo Rápido también bloquean el envío de ayuda y han rechazado una tregua humanitaria. La poca comida disponible se vende a precios desorbitados

Una niña prepara comida en un campo de refugiados en El Fasher Sudán
Marc Español

Uno de los rasgos más amargos del trágico destino de El Fasher, capital de Darfur Norte, es que se ha gestado despacio, a la vista de todos, sin que apenas nadie se haya movilizado para evitarlo. Desde que comenzó la guerra en Sudán entre el ejército y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido, hace más de dos años, casi todos los grandes avances de estas últimas se han consumado en ofensivas relámpago arrolladoras. El Fasher ha sido una excepción. Pero, desde agosto, se enfrenta a ataques muchos más violentos que ponen en peligro a los 260.000 civiles, la mitad niños, que están atrapados allí. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) ha alertado del riesgo de hambruna y exige a los actores armados, que han bloqueado su acceso por más de un año, permitir la entrada de ayuda humanitaria.

Uno de los mayores signos de desgaste de la defensa de la ciudad es el campo de desplazados de Abu Shuk, en el noroeste de El Fasher. El lugar ha sido uno de los más castigados por los bombardeos paramilitares, y sus últimas incursiones han sido las más profundas y letales. La mitad norte del campo, la más vulnerable a sus ataques, se ha quedado prácticamente desierta.

“Ahora hay grandes oleadas de desplazados”, señala, en condición de anonimato por motivos de seguridad, un miembro de la unidad de respuesta de emergencia de Abu Shuk, un grupo local de ayuda mutua. “La mitad [de la gente] ha escapado hacia Tawila [una ciudad a unos 60 kilómetros], y el resto está siendo arrestado, algunos asesinados y otros desaparecidos”, indica.

Escapar se ha convertido en una cuestión de confianza: quizás estés a salvo
Un miembro de la unidad de respuesta de emergencia de Abu Shuk

En julio de 2024, un comité internacional de expertos de referencia ya declaró que los campos de desplazados en torno a la ciudad se encontraban en situación de hambruna, y ahora se están anunciado decenas de muertes cada semana por esta causa. “En los últimos meses no ha habido nada que comer”, deplora el activista de Abu Shuk.

Una evaluación rápida sobre el estado de las comunidades de desplazados dentro de El Fasher realizada en marzo por varias ONG e instituciones gubernamentales sudanesas reveló que hasta el 38% de los niños menores de cinco años en la ciudad ya padecían desnutrición aguda. En comparación, el porcentaje de niños de la misma edad que se encontraban en una situación semejante en la ciudad de Gaza en julio era de casi el 20%, según estimaciones de la ONU.

La población de El Fasher, por su parte, ha dependido en gran medida de transferencias de dinero enviadas a través de la aplicación local Bankak por otros sudaneses y algunas ONG y agencias de la ONU para poder comprar los escasos alimentos que llegan a la ciudad. Pero el acceso a internet, en muchos casos controlado directamente por los paramilitares, es cada vez más precario, y estas transacciones de dinero soportan unas comisiones de hasta el 50%.

Las Fuerzas de Apoyo Rápido también han bloqueado sistemáticamente el envío de ayuda y han rechazado recientemente una propuesta de tregua humanitaria. En los últimos tres meses se han registrado al menos dos ataques a convoyes humanitarios en el norte de la ciudad.

La escasez cada vez más alarmante de comida ha provocado que la poca que queda disponible se venda además a precios desorbitados, y casi todas las cocinas comunitarias que durante meses han sido cruciales para miles de familias se han visto obligadas a cesar su actividad. Según una lista de precios de principios de septiembre compartido con EL PAÍS, un saco de cereales cuesta el equivalente a unos 2.500 euros; uno de maíz, 2.300 euros, y uno de azúcar, 2.000 euros. Una sola pastilla de jabón puede llegar a costar más de 16 euros.

“Algunos productos de contrabando, como cereales y azúcar, tienen precios que superan lo imaginable”, constata un miembro de la unidad de respuesta de emergencia de El Fasher. “El ciudadano medio no puede permitírselos, así que, para la mayoría de las familias vulnerables, el alimento básico [actualmente] es el ambaz”, lamenta, refiriéndose a un mezcla vegetal que tradicionalmente se ha utilizado para alimentar al ganado. “Es el alimento básico”, asegura.

La falta de comida limpia y agua potable, además, está contribuyendo a propagar un brote de cólera, una infección causada por la ingestión de alimentos o agua contaminados que puede provocar la muerte si no se trata. Las Fuerzas de Apoyo Rápido, sin embargo, han dañado o destruido 35 centros médicos en El Fasher, según las autoridades sudanesas, lo que dificulta una respuesta. Hasta ahora se han registrado miles de casos sospechosos y unas 100 muertes en la región de Darfur.

El mismo cerco que está sofocando la ciudad también impide que quienes permanecen dentro puedan huir. Desde mayo, las Fuerzas de Apoyo Rápido han construido más de 30 kilómetros de muros de tierra en forma de semicírculo alrededor de El Fasher y aún continúan trabajando para extender las bermas, según un análisis reciente de imágenes de satélite elaborado por el centro de investigación humanitaria (HRL, por las siglas en inglés) de la Universidad de Yale.

Los [paramilitares] continúan con su patrón de limitar quién puede escapar, incluyendo con acoso, robos, secuestros y, en ocasiones, ejecuciones extrajudiciales
Centro de investigación humanitaria de la Universidad de Yale

“Con estos muros están levantando un auténtico cerco mortal alrededor de El Fasher”, corrobora el análisis. “En caso de un éxodo masivo pueden matar fácilmente a civiles”, advierte. “Los [paramilitares] continúan con su patrón de limitar quién puede escapar, incluyendo acoso, robos, secuestros y, en ocasiones, ejecuciones extrajudiciales”, alerta.

El HRL de Yale ha podido comprobar asimismo cómo los combatientes paramilitares se han desplegado para bloquear las rutas que ha utilizado la población civil para huir de El Fasher hacia localidades cercanas como Kutum, Mellit y Tawila. Este control activo de las vías de acceso y salida a la ciudad ha convertido cualquier huida en una costosa y arriesgada lotería.

Saddam Abkar Safi, un sudanés de 31 años que salió de El Fasher recientemente y ahora vive en el campo de refugiados de Kariyari, en Chad, asegura que pagó 700.000 libras (unos 300 euros) para escapar, aunque señala que desde entonces “el precio ha subido drásticamente”. “Todos los que salen de El Fasher pagan sumas muy altas para llegar a lugares seguros”, desliza.

El Fasher es la única capital de los cinco Estados que conforman la vasta región de Darfur, el feudo de las Fuerzas de Apoyo Rápido, que los paramilitares no ocuparon a finales de 2023. Pero desde mayo de 2024, hace más de 500 días, han sometido a la ciudad a un asedio que han ido intensificando con el tiempo en un esfuerzo calculado por doblegarla. Ninguna otra gran ciudad de Sudán ha conseguido sostener una resistencia semejante durante la guerra.

La tenacidad de El Fasher responde, en parte, a haberse convertido en el último gran refugio para cientos de miles de personas de etnias no árabes, desplazadas por olas de violencia étnica perpetradas durante más de dos décadas por milicias de mayoría árabe que ahora integran las Fuerzas de Apoyo Rápido. Aunque el ejército regular cuenta con una división en la ciudad, su defensa recae sobre todo en movimientos armados locales y grupos de resistencia popular.

En los últimos meses, sin embargo, la situación en El Fasher, se ha vuelto cada vez más insostenible. Desde abril, después de que el ejército retomara la capital nacional, Jartum, y culminara luego una ofensiva con la que recuperó el centro de Sudán, las Fuerzas de Apoyo Rápido recrudecieron su asalto sobre El Fasher, en un nuevo intento de controlar todo Darfur y partir Sudán en dos.

Asedio militar

En los asaltos de agosto, los paramilitares han desplegado cientos de vehículos de combate y armas pesadas, y han empleado drones y artillería de largo alcance para golpear la retaguardia de las fuerzas defendiendo la ciudad y áreas residenciales. El ejército también les acusa de contar con mercenarios de varios países, incluido Colombia.

Hasta la fecha, las fuerzas que protegen El Fasher han logrado repeler todos los asaltos. Pero aguantar las embestidas está demostrando ser cada vez más difícil, en parte porque el dominio aéreo de los paramilitares impide que el ejército pueda reabastecerse. En los últimos días, las Fuerzas de Apoyo Rápido afirman estar avanzando despacio, pero el ejército sigue sin ceder.

El recrudecimiento del asedio ha ido acompañado de nuevas masacres. El 11 de agosto, la unidad de respuesta de emergencia de El Fasher informó que las Fuerzas de Apoyo Rápido mataron a más de 40 personas, algunas ejecutadas en casa, en una incursión en Abu Shuk.

La oficina de la ONU para los Derechos Humanos, por su parte, ha declarado que las Fuerzas de Apoyo Rápido mataron al menos a 89 personas, 16 de ellas aparentemente en ejecuciones sumarias, entre el 11 y el 20 de agosto en El Fasher, y reconoció que el número real de civiles muertos es probablemente mayor. Entre ellos figuraban miembros de la tribu zaghawa y uno de la tribu berti. Grupos locales también han denunciado saqueos, expulsiones y secuestros. EL PAÍS contactó con las Fuerzas de Apoyo Rápido pero no ha obtenido respuesta.

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Sobre la firma

Marc Español
Escribe en EL PAÍS desde 2020. Desde El Cairo, su trabajo se centra principalmente en Egipto y Sudán, y sigue de cerca Gaza y Libia. Licenciado en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona.
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