“No son solo víctimas”: crónica visual de una Palestina feliz
Una exposición en Madrid muestra fotografías de la vida cotidiana de los palestinos desde 1949. Son instantes capturados sobre todo por ciudadanos anónimos y donados a un museo para inmortalizar una sociedad que cohabita con el conflicto
Las palabras Gaza, Cisjordania o palestinos se asocian casi mecánicamente con imágenes de horror, de guerra y de muerte. Sobre todo desde octubre de 2023, cuando Israel comenzó a bombardear la franja de Gaza tras los ataques del movimiento islamista Hamás en su territorio y el conflicto volvió a ser primera página. “Pero los palestinos no son solo víctimas. Más allá de la tragedia, son gente normal, personas que se nos parecen, que cantan, aman, estudian, trabajan y tienen unas ganas enormes de vivir”, subraya Pablo Llorca, comisario de la exposición fotográfica Para contar mi historia, que podrá visitarse en Madrid a partir del 16 de enero.
La muestra está compuesta por 125 imágenes en blanco y negro y color procedentes del Palestinian Museum Digital Archive de la ciudad de Birzeit, en Cisjordania, que ha digitalizado fotografías, cartas, diarios y grabaciones de la vida cotidiana palestina de los últimos dos siglos para documentar y preservar la memoria de una sociedad impregnada por el conflicto con Israel.
Un grupo de jóvenes bailando en el teatro Al Kasaba de Jerusalén en los ochenta, el taller de impresión de un periódico palestino, campesinos recogiendo olivas cerca de Ramala, pescadores preparando redes en Gaza, actrices maquillándose antes de salir al escenario, niños boquiabiertos ante un espectáculo de circo, familias registrándose como refugiados en 1949 o adolescentes cruzando un retén militar israelí durante la segunda intifada: la exposición es un viaje por los últimos 70 años de la historia de los palestinos. Pero contado por ciudadanos anónimos y a través de sus vidas diarias, donde la violencia convive con las reuniones familiares, el trabajo, el ocio, la inocencia de los niños y las risas.
Llorca, profesor de Teoría de la Fotografía y del Cine en la Universidad de Salamanca y comisario de otras exposiciones, tuvo la idea de organizar esta muestra tras ver el trabajo del fotógrafo sudafricano David Goldblatt, que retrató el apartheid, pero también se empeñó en inmortalizar el día a día y el deseo de vivir pese a la opresión. “Esa crónica de lo cotidiano tiene una dimensión política tan intensa como las fotos de manifestaciones”, explica el comisario de la muestra, en una entrevista con este periódico. “Pensé que se podría hacer algo similar con el caso palestino. Me hablaron del archivo de este museo y pasé un mes viendo sus más de 18.000 fotografías hasta seleccionar unas 200”, agrega.
No son fotos institucionales con una preocupación mayor por la calidad técnica, aunque en algún caso sí la tengan y mucha, sino que es su propia historia contada por ellos mismosPablo Llorca, comisario de la exposición
El archivo del museo palestino se nutre principalmente de imágenes no profesionales, sobre todo instantáneas y recuerdos de familia donados por sus autores o sus herederos de forma desinteresada para enriquecer este acervo. “Técnicamente, no todas son imágenes excelentes, pero creo que muestran un maravilloso disfrute de la vida”, explica el comisario. Una de las fotografías preferidas de Llorca es justamente el retrato de una palestina riéndose relajadamente, en el campo de refugiados de Dheisheh, cerca de Belén, tomada en 1987 por la fotógrafa francesa, Joss Dray, autora de las pocas imágenes profesionales que alberga este museo palestino.
“La ventaja de que la mayoría de las fotografías sean archivos familiares es que muestran la realidad sin filtrar y de una manera directa. No son fotos institucionales con una preocupación mayor por la calidad técnica, aunque en algún caso sí la tengan y mucha, sino que es su propia historia contada por ellos mismos”, insiste Llorca.
Borrar la huella
Para la exposición se han seleccionado imágenes únicamente de Palestina y no de la diáspora con el objetivo de “mostrar la transformación de la vida en ese territorio”. “En Palestina se está produciendo un genocidio también cultural. Hay una estrategia deliberada de borrar la huella de la cultura y de la existencia de la sociedad palestina. Hacer creer que ahí no había nadie, que era tierra baldía”, considera Llorca.
La exposición, que se podrá visitar hasta el día 1 de febrero en la Sala Arganzuela, 9 de Madrid, se ha organizado sin ningún apoyo de instituciones públicas y va acompañada de un catálogo en el que colaboran periodistas, investigadores y creadores como El Roto, Juan José Millás, Luz Gómez, Javier Codesal, Manuel Olveira, Jorge Gimeno y Dunia El-Habib o el poeta gazatí Nasser Rabah.
Hay una estrategia deliberada de borrar la huella de la cultura y de la existencia de la sociedad palestina. Hacer creer que ahí no había nadie, que era tierra baldíaPablo Llorca
“Junto al legado de la memoria material, se halla la memoria inmaterial que sustenta el conjunto de la memoria colectiva del pueblo palestino. Es una memoria histórica, no mitológica, fundamentada en hechos y no en ficciones, que ha de desmontar el engranaje bíblico-mitológico en el que se ha parapetado el proyecto colonial israelí”, escribe Luz Gómez en este catálogo.
Los donativos que se recojan con la adquisición de este libro irán destinados a UNRWA, la Agencia de la ONU que presta apoyo a los Refugiados Palestinos y se encuentra en la cuerda floja desde que estalló la guerra en Gaza en octubre de 2023, sobre todo debido a una ley aprobada en el Parlamento israelí que prevé paralizar sus actividades en los territorios palestinos, consagradas a suministrar acceso a la educación, la sanidad y otros servicios sociales a los refugiados desde hace 75 años.
En la exposición, además de mostrarse instantes desconocidos de la vida diaria, se percibe también la evolución de la sociedad, claramente influenciada por los países occidentales en los años cincuenta y sesenta. “Por ejemplo, hace medio siglo, ¿quién podía tener una cámara? La burguesía. Eso se siente en las imágenes de la época, que muestran una sociedad acomodada y despreocupada. Conforme pasa el tiempo y la fotografía se democratiza, se muestran otros aspectos de la realidad y también hay más imágenes de manifestaciones, de presencia militar y de violencia”, explica Llorca.
Aun así, en esta muestra, en la que Llorca se embarcó junto a Andrés Mengs, diseñador del catálogo, y Catiana García Kilroy, que se ha encargado de la impresión de las fotografías, hay tan solo un 15% de imágenes de conflicto. “Sería ridículo que no las hubiera, pero los palestinos son algo más que personas que sufren y padecen. Y eso es lo que hemos querido mostrar”, recalca.
En la exposición también se contempla una Palestina que, tras décadas de violencia y ocupación israelí, ya no existe de esa manera. “Espero que al visitante no le quede únicamente ese poso de melancolía”, confía Llorca.
El título de la muestra, Para contar mi historia, es un verso de un poema del gazatí Refaat Alareer, muerto en un bombardeo israelí en Gaza en diciembre de 2023. “Además de que es una poesía preciosa, lo elegimos porque los palestinos necesitan contar su historia, el mundo tiene que saber que son personas normales y no carne de matadero”, concluye Llorca.
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