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Mmaphone tiene alzhéimer y teme que la acusen de ser bruja: cuando la demencia se une al estigma en Botsuana

Los casos de esta enfermedad se multiplican en toda África subsahariana de la mano de un aumento de la esperanza de vida. Los expertos piden más medios para prevenir, diagnosticar y cuidar

Mmaphone Gaadinagme, de 88 años, en un centro social de la localidad de Thamaga, a unos 40 km de Gaborone, la capital de Botsuana, el 9 de agosto.
Mmaphone Gaadinagme, de 88 años, en un centro social de la localidad de Thamaga, a unos 40 km de Gaborone, la capital de Botsuana, el 9 de agosto.José Ignacio Martínez Rodríguez

A Mmaphone Gaadinagme, de 88 años, se le borran poco a poco los recuerdos. Nació en Thamaga, un pueblo de Botsuana situado a unos 40 kilómetros de Gaborone, la capital del país. Allí creció, se casó y tuvo cinco hijos. “A veces no me acuerdo de cuántos de ellos se han muerto… Ahora sé que son tres. Los otros dos no están aquí, se mudaron a otra ciudad. Vivo sola en mi casa”, cuenta. La mujer habla sentada en una silla de plástico del centro social de Thamaga, donde ha ido a cobrar la pensión. “He llegado tarde porque me he olvidado el bolso. A mitad de camino me he dado cuenta de que lo necesitaba para guardar el dinero y he regresado a por él. Tengo miedo de que, por olvidarme de estas cosas, la gente pueda acusarme de brujería. Sé que es algo que les ha pasado a más personas aquí”, dice.

Los temores de Gaadinagme no son infundados. “En muchos pueblos, los familiares abandonan a sus parientes cuando presentan los primeros síntomas de demencia. Las comunidades los acusan de brujería y mucha gente no quiere que se les relacione con estas cosas”, explica Kago Paledi, directora de la Fundación Pelonomi, que se dedica a concienciar y educar sobre estas enfermedades rodeadas de estigma. “Imagina que una persona se levanta por la noche, sin ropa, sale de casa y comienza a caminar hablando sola. Imagina también lo que debe pensar alguien que lo ve, pero que nunca en la vida ha escuchado hablar de demencia o alzhéimer. No sabe nada sobre las causas, las consecuencias o los síntomas. Todo eso provoca situaciones realmente tristes”, describe.

Los familiares abandonan a menudo a sus parientes cuando presentan los primeros síntomas de demencia. Las comunidades los acusan de brujería y mucha gente no quiere que se les relacione con estas cosas
Kago Paledi, Fundación Pelonomi

Paledi habla de robos, marginación o personas enfermas a las que sus propias familias obligan a vivir encerradas. “Como no entienden lo que pasa, los cuidadores —la inmensa mayoría de las veces parientes cercanos— no dejan ir a ningún lado a las personas que muestran síntomas de demencia. Los encierran como si estuvieran malditos”, explica. En su fundación, ella y su equipo enseñan sobre todo a comprender. Van a los pueblos para explicar que ni la demencia ni el alzhéimer son una sentencia de muerte. “Decimos a los familiares que promuevan las actividades sociales, que saquen de sus casas a las personas enfermas, que las lleven a la iglesia, a las bodas… Y cuando los volvemos a ver, reconocen que la mejoría es evidente”, cuenta Paledi.

Una población cada vez más envejecida

África es un continente con una población joven, donde la edad media apenas supera los 19 años, pero paralelamente, los avances médicos y sociales están disparando la esperanza de vida. Según la Organización Mundial de la Salud, para 2050 habrá 163 millones de africanos mayores de 65 años. Esta cifra supone un incremento de 120 millones con respecto a los 43 que había en 2010.

La Federación Internacional de Asociaciones de Alzhéimer estima que en 2015 había 2,13 millones de personas viviendo con demencia en África subsahariana y prevé que el número se sitúe en 3,48 millones en 2030 y en 7,62 millones en 2050. “No podemos saber la magnitud que alcanza el problema. En los países del Norte Global, a menudo, los hospitales disponen de un escáner cerebral y los pacientes pueden pedir citas con un neurólogo, recibir asistencia neuropsicológica, realizarse pruebas sanguíneas… Todo eso es muy limitado en Botsuana. La única forma de diagnosticar aquí son las entrevistas clínicas, es decir, el doctor hablando cara a cara con el enfermo”, afirma la doctora Lingani Mbakile-Mahlanza, profesora en la Universidad de Gaborone y la única de las dos neuropsicólogas que hay en el país que se dedica al alzhéimer y a la demencia.

Para 2050, estimamos que el número de personas viviendo con demencia o con alzhéimer en Botsuana podría crecer en un 250%
Lingani Mbakile-Mahlanza, neuropsicóloga

Botsuana, donde viven 2,6 millones de personas, no es una nación pobre, pues la explotación de las minas de diamantes y un turismo basado en la riqueza étnica y en exclusivos parques naturales han dado como resultado un Estado considerado de ingresos medios. Pero los habitantes más envejecidos de las áreas rurales sí encuentran problemas como los que describe Mmaphone Gaadinagme.

“Para 2050, estimamos que el número de personas viviendo con demencia o con alzhéimer en Botsuana podría crecer en un 250%”, calcula Mbakile-Mahlanza. La experta ha documentado varios casos de acusaciones de brujería y dice que la falta de medios y de estudios impiden saber con exactitud la prevalencia de ambas enfermedades en Botsuana, algo que ocurre prácticamente en toda la región. Ella, por ejemplo, tiene que ir tomando datos aldea por aldea. “Hace poco estuve en un pueblo a unos 20 kilómetros de Gaborone. Reunimos a unas 200 personas mayores y les pedí que levantaran la mano si tenían problemas de memoria o si sabían de alguien que pudiera padecer estas enfermedades. Recuerdo que más del 80% contestó afirmativamente”.

Mbakile-Mahlanza explica que en Botsuana y en la inmensa mayoría de los países de África faltan clínicas de memoria, centros específicos para el tratamiento de la demencia, especialistas y, en definitiva, un compromiso de las instituciones traducido en políticas públicas. “Los propios profesionales de la salud no saben demasiado sobre estas enfermedades. Y los diagnósticos dependen a menudo de estos conocimientos”, dice. Es una lucha opacada, además, por otras enfermedades que sí tienen la atención debida, como el VIH. Botsuana, con una prevalencia del 20,3%, es el cuarto país del mundo más afectado por el virus del sida tras Sudáfrica, Esuatini y Lesoto. “Pero esto no significa que no se pueda trabajar en ello; sabemos que en torno al 40% de las causas de demencia son prevenibles”, cuenta la neuropsicóloga.

La experta reclama sobre todo un cambio de mentalidad para afrontar los retos que vienen. “Hace falta mucho más apoyo. No sé dónde vamos a estar en 25 años. Quizás ya vamos tarde, pero es mejor empezar cuanto antes que no hacerlo nunca”, dice. Lo cierto es que el Gobierno de Botsuana, una democracia consolidada (ocupa el puesto 39 en el Índice de Percepción de la Corrupción, donde España, por ejemplo, es el 36), ya ha logrado avances sociales reseñables. Por ejemplo, otorga una pensión de unos 530 pulas (alrededor de 36 euros) a todos sus ciudadanos mayores de 65 años. Es la paga que Mmaphone Gaadinagme ha ido a recoger al centro social de Thamaga. “Algunas veces, cuando llego a casa, guardo bien el dinero y luego se me olvida dónde lo he dejado. Me paso horas buscándolo. Es culpa de mi cabeza, que ya no funciona igual que antes”, dice.

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