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Obispo nigeriano: “La modernización, a menudo, es una amenaza para la fe. Y África no es inmune”

Matthew Hassan Kukah, religioso en el convulso norte de Nigeria, es conocido por su defensa de la paz y el diálogo interreligioso

Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto, posa en la sede de los Misioneros Combonianos en Madrid.
Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto, posa en la sede de los Misioneros Combonianos en Madrid.Andrea Comas

Monseñor Matthew Hassan Kukah (Anchuma, Estado de Kaduna, Nigeria, 71 años) es conocido en su país y en gran parte de África por su compromiso con la paz, la buena gobernanza y el diálogo interreligioso. Obispo de Sokoto, una región del país donde los cristianos representan el 1%, ha sido presidente de la Comisión de Reconciliación Ongoni-Shell, que pretendía compensar el desastre ecológico causado por la multinacional petrolera en el delta del Níger. También ha formado parte de la Comisión nigeriana de investigación de las violaciones de derechos humanos (1999-2001), de la Conferencia de política nacional (2005) y del Comité de reforma electoral (2007-2009).

En 2008, fundó el Kukah Centre, un laboratorio de ideas que opera en casi toda Nigeria y que se ha convertido en un referente en la investigación y el debate sobre políticas públicas que promuevan la cohesión y la mejora de la democracia. Según su fundador, la institución trabaja con los responsables religiosos y sociales de las distintas comunidades para la implementación de proyectos. Se esfuerza en detectar los problemas de la población a través de la sensibilización y la reflexión conjunta. Interviene allí donde descubre conflictos, ya sean entre distintos grupos religiosos o por el acceso a la tierra. Además, lleva a cabo acciones humanitarias como la asistencia a los desplazados internos que carecen de los recursos básicos para subsistir.

Pese a estas credenciales de presentación, Kukah se refiere con cierta aspereza a los musulmanes que dominan el norte de Nigeria durante la conversación distendida que mantiene con este medio a su paso por Madrid, donde recogió ―el pasado 3 de febrero― el Premio Mundo Negro a la Fraternidad 2023.

Pregunta. ¿Cuál es el estado de las democracias en África?

Respuesta. En toda África, nuestra lucha por la democracia ha sido lenta por varias razones. La primera es que, justo después de la independencia, el Ejército era demasiado impaciente. Y como la política todavía utilizaba a unos grupos étnicos contra otros, como habían hecho los colonizadores, el Ejército intervino. En los setenta y ochenta, y en algunos países como Nigeria, hasta los noventa, la mayor parte de África estuvo en manos de tiranos, ya fuera con uniforme militar o civil. Todavía no tenemos democracias en África, pero tenemos administraciones civiles y nos encaminamos hacia los ideales democráticos.

P. ¿Y en Nigeria?

R. Gracias a Dios, más del 90% de los nigerianos está contento de vivir en una democracia. Desde 1999, tras 40 años de regímenes militares, nadie ha tenido la tentación de llamar al Ejército para resolver los problemas. Hemos celebrado cinco elecciones. Las últimas han sido las más convulsas, pero ningún nigeriano ha contemplado invocar al Ejército. Podemos decir que los nigerianos aman la democracia. Todavía no es plena en términos de seguridad, de condiciones de vida, de educación o de estabilidad. Sin embargo, estamos convencidos de que este es el camino que debemos seguir pacientemente porque los beneficios son mayores que el coste que deberíamos asumir si nos salimos de él.

P. Nigeria es un país muy desigual, con un gran número de personas viviendo en pobreza, y muy dividido, ¿son estos los factores detrás de la violencia que padece en estos momentos?

R. Creo que la pobreza es un determinante, pero por sí sola no explica la violencia. La pregunta que debería haberme hecho es por qué el norte de Nigeria concentra la violencia.

En el norte de Nigeria hay 15 millones de niños y jóvenes en las calles, sin educación ni empleo; todos los indicadores negativos de salud, pobreza o educación se concentran aquí
Obispo Kukah
Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto, posa en la sede de los Misioneros Combonianos en Madrid. Andrea Comas

P. Muy bien, ¿por qué?

R. Tenemos que remontarnos a 1903, antes de la llegada de los británicos. Allí había un califato islámico que se extendía hasta lo que hoy es Burkina Faso. Los británicos terminaron con él, pero no con los sentimientos de algunos de sus habitantes. Esto es lo que ha llevado al surgimiento de Boko Haram. A pesar de la democracia, todavía hay gente en el norte que cree que perdimos un imperio que debemos recuperar. Como nuestra democracia no es plena, no ha detenido la violencia, no nos ha dado comida, no nos ha ofrecido trabajo, hay gente que piensa que el islam puede ofrecerles algo mejor. En el norte de Nigeria hay 15 millones de niños y jóvenes en las calles, sin educación ni empleo; todos los indicadores negativos de salud, pobreza o educación se concentran aquí. Tenemos un enorme grupo de musulmanes semianalfabetos que creen que los cristianos y los que no son musulmanes no merecen un asiento en la mesa.

La modernización, a menudo, es una amenaza para la fe. La riqueza se convierte en un nuevo dios. Y África no es inmune

P. Usted fundó el Centro Kukah para la promover la paz en su país. ¿Qué hace falta para conseguirla?

R. Muchos de los problemas que explican la iniquidad y las desigualdades en África son similares en todos los países. Tenemos los recursos naturales; sin embargo, vivimos con hambre y desesperación. Si miramos la violencia que se vive en la República Democrática del Congo, en partes de Uganda, en el cuerno de África, en Sudán, en Sudán del Sur… está ligada a los recursos naturales. Todos los que vienen al continente solo quieren aprovecharse. China se ha convertido en un tercer actor. Y en África del oeste, Malí, Burkina Faso y Níger tienen un nuevo novio: Rusia. Estamos volviendo a los años cincuenta y la Guerra Fría. La comunidad internacional tiene que encontrar cómo terminar con esta violencia que surge de las distorsiones económicas con las que los africanos tienen que vivir, víctimas de hegemonías que están fuera de su control y poder.

P. La Iglesia católica solo crece en África, pero cada vez menos. ¿Por qué cree que se produce este fenómeno?

R. La modernización, a menudo, es una amenaza para la fe. La riqueza se convierte en un nuevo dios. Y África no es inmune. Podemos decir que, a pesar de todo, la fe de nuestra gente está creciendo. Y eso es lo que cuenta, especialmente en una diócesis como la de Sokoto, donde los católicos somos apenas el 1% de la población.

Cuanta más gente viva con miedo, más crecerá este fenómeno de las iglesias neopentecostales

P. Muchos abandonan la fe católica y se unen a iglesias neopentecostales en África en general y Nigeria en particular.

R. La prosperidad tiende a distraer a la gente de la fe. El hecho de que las condiciones sociales fallen ayuda a que estas iglesias se presenten como sustitutas del Estado. Son una manifestación del fracaso del Estado. Si buscas un trabajo en Nigeria, no lo conseguirás por tu cualificación. Aunque tengas las mejores notas, no tienes garantías de entrar en la universidad. El sistema está podrido de arriba a abajo. Entonces, la gente se apropia de dios como el solucionador de problemas. Cada día vemos que la gente sigue a estos pastores porque tienen un líquido con el que una mujer que lo beba puede quedarse embarazada, o un aceite con el que ungirse para encontrar trabajo. Si la gente se siente sin poder o tiene miedo, recurrirá a estos medios. Cuanta más gente viva con miedo, más crecerá este fenómeno.

P. Recientemente, el papa Francisco ha aprobado la bendición de las parejas del mismo sexo. Los obispos africanos se han negado a seguir esa directiva. ¿Por qué?

R. Creo que este asunto ha sido exagerado por los medios de comunicación. Porque el santo padre no ha dicho nada que suponga una ruptura con la tradición de la Iglesia. No ha negado que ese estado de vida sea un pecado. Tampoco ha negado que la única razón por la que el matrimonio es válido en la Iglesia católica es que está fundado en el amor. Y cuando se intercambian los votos durante el matrimonio, el cura preguntará a los contrayentes si están dispuestos a recibir de Dios amorosamente los hijos. El matrimonio católico no puede oficiarse sin esta pregunta. Entonces, si tengo que oficiar la boda de dos homosexuales, ¿qué les voy a decir? Esta es la posición de los obispos africanos y el Papa tiene que entenderlo.

Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto, posa en la sede de los Misioneros Combonianos en Madrid.
Matthew Hassan Kukah, obispo de Sokoto, posa en la sede de los Misioneros Combonianos en Madrid. Andrea Comas

P. Parece que la Iglesia católica en África se está alineando con los argumentos de grupos ultraconservadores occidentales.

R. Las enseñanzas de la Iglesia respecto al matrimonio son claras. Y si un homosexual quiere una validación de su posición, nosotros le decimos que eso no está de acuerdo con los principios del Evangelio. Mi preocupación es que se está erosionando la santidad de la persona humana. Incluso se quieren reclamar estas posturas como derechos humanos. La posición de la Iglesia católica es muy clara y si no estás de acuerdo con ella, eres libre para irte. Pero si quieres ser católico, estas son nuestras leyes.

P. En España, la Iglesia católica tiene un fuerte problema con la pederastia, aunque no quiera reconocerlo. ¿Es lo mismo en África?

R. No creo que sea un problema en África. Aunque no diré que no existe porque no tengo suficientes datos. Es muy doloroso que estas cosas sucedan, sin embargo, es por eso que somos humanos y por lo que existe el poder redentor de Cristo. Son los padres los que tienen la responsabilidad de educar a sus hijos, sobre todo enseñarles a protegerse.

P. Da la impresión de que está culpando a los niños y sus progenitores y no a los curas de la pederastia.

R. No puedes culpar a un niño. Hay padres descuidados que exponen a sus hijos a cosas de las que deberían protegerles.

P. Sokoto es la sede del califato del Norte, que se caracteriza por ser muy conservador. Allí rige la sharía y ha habido casos de cristianos lapidados por blasfemia contra el islam. ¿Es difícil ser obispo en un contexto como ese?

R. Soy el cuarto obispo de Sokoto. Antes de llegar allí ya era conocido por mis escritos y por el papel desempeñado en defensa de la paz y la democracia. Soy un buen amigo del sultán, al que conocía de antes, y mantenemos una muy buena relación. Pero todavía afrontamos muchos problemas. Por ejemplo, no se nos conceden permisos para construir iglesias y tampoco se permite a los musulmanes que quieran convertirse al cristianismo. A pesar de todo ello, en mi diócesis, los católicos han crecido un poco.

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