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Malaui socorre a la agricultura israelí con el envío de trabajadores en plena guerra de Gaza

El acuerdo para enviar mano de obra firmado por el Gobierno del país africano incluye a 5.000 personas y está siendo criticado por la oposición y organizaciones de derechos humanos por considerar que entraña riesgos para los empleados y por la falta de transparencia

El pasado sábado, 221 jóvenes de Malaui partieron desde Lilongüe, la capital, rumbo a Tel Aviv para trabajar en explotaciones agrícolas israelíes, en las que “aproximadamente 7.800 de los 30.000 empleados extranjeros que faenaban en ellas se han marchado” desde que estalló el conflicto con el movimiento islamista Hamás en la franja de Gaza a principios de octubre, según cifras oficiales. La falta de expectativas laborales en Malaui, cuarto Estado más pobre del mundo, según el Banco Mundial, que recientemente acaba de devaluar su moneda un 30% frente al dólar americano, ha llevado a este Gobierno africano a firmar un acuerdo con Israel para enviar mano de obra.

“Estamos considerando mandar inicialmente alrededor de 5.000 personas”, dijo el martes el ministro de Información de Malaui, Moses Kunkuyu, a la cadena británica BBC. En mitad de una crisis de divisa extranjera, que hace que los habitantes del país africano sufran las consecuencias de la subida de precios y de una inflación rampante, el secretario principal del Ministerio de Trabajo, Wezi Kayira, dijo que exportar mano de obra a varios países, incluido Israel, es una forma de crear empleos para los jóvenes y generar divisas para la nación y que ya se hace desde hace tiempo.

Nos recogen en autobuses cada mañana y vamos a trabajar a granjas y campos cercanos. Somos conscientes de la situación en Gaza, sabemos que el momento es muy difícil, pero nosotros nos sentimos seguros
Trabajador de Malaui

“Una parte de sus salarios cubrirá sus costos de vida en Israel, mientras que el resto se enviará a cuentas personales en Malaui para impulsar las divisas”, expuso, en un comunicado de prensa.

Este diario ha podido hablar por WhatsApp con un joven del país africano, que lleva varios días trabajando en una explotación agrícola al norte de Israel, donde recoge fruta y la empaqueta. No quiere decir su nombre, su edad y ni dar pistas sobre el apartamento en el que se ha instalado junto a otros compañeros de Malaui. “Nos recogen en autobuses cada mañana y vamos a trabajar a granjas y campos cercanos. Somos conscientes de la situación en Gaza, sabemos que el momento es muy difícil, pero nosotros nos sentimos seguros”, afirma.

Este trabajador explica que hasta el momento han llegado jornaleros de su país en tres vuelos, el último el del pasado sábado. En total, unos 350 malauís, según sus cálculos. “Estamos repartidos en diferentes sitios, unos trabajan en explotaciones ganaderas, otros recogiendo verduras”, agrega. En su caso, la motivación para haber viajado a Israel es ganar dinero para continuar sus estudios: “En mi país la situación económica es muy dura”.

El acuerdo entre Israel y Malaui se produce después de que el primero concediera recientemente 60 millones de dólares (54 millones de euros) a la recuperación económica del país africano, cuyo crecimiento se ha estancado y donde los desequilibrios macroeconómicos son cada vez mayores, según el Fondo Monetario Internacional (FMI).

El pacto ha provocado las críticas contra el presidente de Malaui, Lazarus Chakwera, debido a los riesgos que entraña para los ciudadanos malauís, que viajan a un terreno de conflicto, y a la falta de transparencia que ha envuelto su negociación. El líder de la oposición, Kondwani Nankhumwa, condenó el acuerdo la semana pasada en el Parlamento y lo calificó de “transacción malévola”.

“Enviar gente a un país como Israel, donde otros Estados están retirando su mano de obra, es algo inaudito”, dijo a la BBC. “¿Por qué el Gobierno está dispuesto a poner en riesgo la vida de tantos de nuestros jóvenes? El hecho de que otros países como Tailandia estén retirando su mano de obra de Israel indica un alto nivel de riesgo”, agregó.

Habiba Osman, directora ejecutiva de la Comisión de Derechos Humanos de Malaui, ha compartido su preocupación acerca del secretismo del acuerdo alegando que la seguridad de los ciudadanos es primordial: “El Gobierno no compartió ninguna información previa. La transparencia es una de sus obligaciones y todavía no sabemos en qué consiste el acuerdo para enviar mano de obra firmado entre Israel y Malaui. Queremos asegurarnos de que no haya violaciones de derechos humanos”, dijo la responsable a este diario. Según ha confirmado Osman a El País, otro avión israelí aterrizó el martes por la noche en el aeropuerto de Lilongüe, aunque no tiene constancia aún de cuando va a despegar.

Israel necesita mano de obra para sus campos, ya que, a la salida precipitada de centenares de trabajadores extranjeros, muchos de países asiáticos, se suma que no permite por ahora la entrada en su territorio de varios miles de jornaleros palestinos de Cisjordania que tenían un permiso de trabajo antes del 7 de octubre. Ese día, milicianos de Hamás se infiltraron desde Gaza en Israel y mataron a unas 1.200 personas, según cifras oficiales. Horas después, comenzaron los bombardeos israelíes sobre la Franja, que han dejado al menos al menos 15.000 palestinos muertos.

Enviar gente a un país como Israel, donde otros Estados están retirando su mano de obra, es algo inaudito
Kondwani Nankhumwa, líder de la oposición

Entornos seguros y salario digno

Además de las condiciones de seguridad, la oposición y las organizaciones humanitarias han expresado su preocupación por las condiciones de trabajo que los ciudadanos malauís tendrán en Israel, un país que ha sido criticado por abusos hacia trabajadores agrícolas extranjeros, denunciados en 2015 por la organización Human Rights Watch. Pero el Gobierno local defiende el acuerdo y Kayira, el secretario del Ministerio de Trabajo, afirmó a los medios locales que los jóvenes estarán “en lugares certificados y aprobados, calificados como entornos aptos y seguros, con seguro médico y acuerdos de repatriación”.

La población local se ha interesado por este acuerdo desde que se hizo público y enviados del Gobierno malauí han celebrado reuniones en varios lugares del país para informar sobre las características de los trabajos y las condiciones de estos contratos. Una de esas reuniones, tal y como informa el medio local Times, se llevó a cabo en la escuela de primaria de Chiwoko, en Lilongüe, donde los reclutadores del Estado explicaron que la misión las personas que viajen a Israel sería recoger frutas y tratar plantas y hortalizas, principalmente en invernaderos. Se les garantiza un contrato de tres años, jornadas diarias de ocho horas y un salario de casi 1400 euros al mes, según estas fuentes. El joven entrevistado por este diario confirmó que estas eran más o menos sus condiciones laborales.

Las relaciones entre Malaui e Israel se establecieron en 1964 y no se han interrumpido desde entonces, ni siquiera cuando otros países africanos cortaron sus lazos tras la guerra de Yom Kippur en 1973. En 2020, Malaui anunció su intención de convertirse en el primer país africano en abrir una embajada en Jerusalén, una decisión que todavía no ha concretado y que tiene un peso diplomático importante. La mayoría de la comunidad internacional tiene sus embajadas en Tel Aviv, ya que no reconoce la soberanía de Israel sobre la parte Este de la ciudad, ocupada en 1967, y creen que el estatuto de la ciudad santa debe ser objeto de una negociación que incluya una paz justa para israelíes y palestinos. Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, abrió su embajada en Jerusalén en 2018.

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