La triple carga que golpea a los Ekope: sarampión, malaria y desnutrición
La familia vive en el condado de Turkana, en Kenia, una región muy afectada por la sequía y donde el pasado marzo se desató un brote de la enfermedad contagiosa que ya ha afectado a centenares de personas y se ha cobrado la vida de ocho
La familia Ekope vive en una de las aldeas de Lodakach, en el condado de Turkana (Kenia). Sus miembros soportan el peso de una triple carga: un brote de sarampión que desde el pasado marzo golpea de nuevo a la región —hubo otro en 2022— y ya se ha cobrado la vida de ocho personas, la malaria y la desnutrición. Solo en el día en el que escribo estas líneas, el equipo de Médicos Sin Fronteras (MSF) ha realizado más de un centenar de consultas médicas en la localidad.
La madre, Hellen Adir, acude preocupada a la consulta de Lodakach en la que me encuentro. Con ella están dos de sus tres hijos, Ekidor Ekope, de dos años, y Abenyo Ekope, de 10, que la han acompañado a la consulta médica. Abenyo tiene un aspecto frágil mientras pasa por el triaje. El sol abrasador hace que sus síntomas, de fiebre y dolores, sean casi insoportables. La niña observa al equipo de la clínica móvil de MSF mientras uno de mis compañeros pregunta a su madre por el estado de la pequeña.
“Han empezado a dolerle las articulaciones, el estómago y las piernas. He venido a por medicamentos para ella. Sospecho que es malaria”, dice Hellen. “Llevo dos semanas sin paz. Los niños enferman uno tras otro. Mi hijo Longem, de cinco años, está en casa, recuperándose también del sarampión y la malaria. Lo llevé al dispensario de Lopur la semana pasada y allí recibió tratamiento”, añade.
Ha empezado a dolerle las articulaciones, el estómago y las piernas. Sospecho que es malariaHellen Adir, madre de la niña Abenyo Ekope, de 10 años
Mi compañera Nancy Gichiki, responsable clínica de MSF, comprueba la temperatura de Abenyo y ve que es muy alta, en consonancia con lo que ha estado observando en niños y adultos en las actividades médicas externas. También descubre algunas erupciones alrededor de la oreja de Abenyo y le pide que abra la boca para comprobar si tiene inflamación de garganta. Los síntomas confirman el sarampión, que probablemente ha llegado a Turkana, una comunidad de pastores que se mueven de un lugar a otro en busca de pastos, tras el regreso de algunos miembros desde otras zonas de Kenia en las que ha habido brotes de la enfermedad. El siguiente paso es verificar si tiene paludismo, ya que también se ha quejado de dolores corporales. La prueba da positivo y hay que empezar el tratamiento de inmediato.
Abenyo es uno de los 451 pacientes con sarampión y de los 1.475 casos de malaria detectados solo en el subcondado de Turkana Occidental. Estas dolencias han afectado a muchas personas, desde bebés hasta ancianos. El sol sofocante no les ha disuadido de acudir a la consulta médica. Algunas de ellas están enfermas y se tumban a la sombra para librarse del calor, a la espera de recibir atención médica. La mayoría de los ancianos se quejan de dolores en las articulaciones, pero son los niños menores de cinco años los más afectados.
El impacto de la sequía
Pero esta no es la única lucha de esta comunidad de pastores a la que no ha perdonado la sequía. Su horrible impacto es visible en forma de desnutrición entre niños y niñas, embarazadas y madres lactantes. Con los medios de subsistencia hechos añicos por la muerte del ganado, muchos habitantes hacen lo imposible por conseguir alimentos para dar de comer a sus familias.
Ekidor, el hijo de dos años de Hellen, ha sido sometido a una revisión nutricional y acaba de recibir de manos de Phinnah Botta, mi compañera nutricionista, un suplemento alimenticio terapéutico de dos semanas para la desnutrición aguda severa. Los equipos médicos de MSF han realizado pruebas nutricionales a los más vulnerables —niños y niñas de nueve meses a cinco años, embarazadas y madres lactantes— tanto mediante clínicas móviles como en centros de salud. Derivamos a las personas afectadas por la desnutrición a centros cercanos donde se les realiza un seguimiento y se comprueba su evolución.
El equipo de la clínica móvil sigue haciendo la siguiente pregunta a los padres: “¿Hay algún niño en casa con síntomas de sarampión o malaria o desnutrición? Por favor, tráigalo”. Un padre angustiado responde. “No tenía energía para transportar a mi otro hijo, pesa demasiado y, al mismo tiempo, estaba muy débil. Al menos he podido trasladar a otro hijo con la bicicleta”, explica. El equipo le escucha y le pregunta si podría guiar a los promotores comunitarios de salud hasta su casa. Finalmente, estos consiguen llegar a la vivienda y regresan con el niño.
A tiro de piedra, continúa la distribución de mosquiteras. Se han entregado 8.403 a familias con niños menores de 15 años, madres embarazadas y lactantes. La familia de Ekidor también ha recibido una mosquitera para el pequeño y para sus hermanos convalecientes.
MSF trabaja desde junio con el equipo del subcondado de Turkana Occidental en un esfuerzo conjunto contra la doble amenaza del sarampión y la malaria a través de la vacunación masiva, la gestión integrada de casos, el tratamiento en dos centros de salud y una labor de equipos médicos móviles esencial a nivel comunitario. Se trata de una carrera para no dejar a ningún niño sin vacunar contra el sarampión ni sin tratar de malaria
Un total de 26.862 niños han sido inmunizados en la campaña de vacunación masiva contra el sarampión en el inmenso subcondado, llegando a aldeas situadas a más de 170 kilómetros de distancia. Esto va acompañado de un refuerzo de la promoción de la salud mediante la implicación, la sensibilización y la vigilancia comunitaria. Acercar los servicios médicos vitales a las aldeas de Turkana tiene un profundo significado para quienes viven lejos de los centros sanitarios.
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