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Vilma Núñez: premio a la mujer que sabe escuchar en Nicaragua

La nicaragüense recibe el principal galardón de la Asociación Pro Derechos Humanos de España, compartido con la saharaui Sultana Jaya, en reconocimiento a su labor en un contexto muy complejo y sin resolver

Dia Derechos Humanos 2021
Vilma Núñez en su oficina del CENIDH.CARLOS HERRERA

Este 10 de diciembre, a las once de la mañana, la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDH) otorga sus reconocimientos anuales, que desde 1976 distinguen a defensoras y defensores nacionales e internacionales de los Derechos Humanos (DDHH), en su día mundial. En esta ocasión el premio recae en dos defensoras que han comprometido su labor en contextos muy complejos y no resueltos, como Nicaragua y Sáhara Occidental. Hablamos con una de las premiadas por Zoom, ya que no podrá estar presente en la entrega del premio en el Ateneo de Madrid.

Vilma Núñez (doña Vilma, como la conocen en Nicaragua), lleva toda una vida comprometida con la causa de los DDHH desde sus primeros años en la facultad de Derecho de la ciudad de León. Primero, bajo la dictadura de los Somoza. Poco antes del triunfo de la revolución fue encarcelada y torturada durante varios meses. Más tarde, en medio de la revolución sandinista, fue vicepresidenta de la Corte Suprema de Justicia. Ahora se enfrenta a un nuevo régimen dictatorial del exrevolucionario Daniel Ortega. A sus 83 años, sigue siendo la mujer que escucha a quienes ya han agotado todas las vías posibles para denunciar las violaciones de los derechos humanos y los crímenes de lesa humanidad en su país, que se han incrementado desde la represión mortal que emprendió el régimen contra las protestas que empezaron en abril de 2018, con un saldo de 355 muertos, cientos de presos políticos y más de 100.000 exiliados.

Desde los años noventa, preside el Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CNIDH), con un equipo que sigue trabajando bajo muchísimas presiones, sin oficinas y sin la personería jurídica que les arrebató el régimen en su ataque a las organizaciones independientes y no gubernamentales. Doña Vilma nos atiende desde su casa en Managua. No podrá recibir el premio por todos los riesgos que implica para ella tratar de salir de Nicaragua. Pero ha nombrado como representante a otra mujer, Helen Arauz, que fue agredida por el régimen y a quien ella acompañó al hospital. Posteriormente, tuvo que huir junto a su hija a España, donde trabaja como empleada de hogar en Barcelona.

Pregunta: Antes de nada, díganos; ¿en qué situación se encuentra ahora mismo?

Respuesta: Me encuentro en mi casa, pero no me siento libre. Estamos trabajando desde aquí porque nos quitaron la oficina del CNIDH, además de la personería jurídica. Por las presiones y amenazas recibidas tenemos que trabajar así y adaptarnos. No me encuentro cómoda defendiendo los derechos humanos desde un escritorio. Estoy acostumbrada a acompañar a las víctimas y hablar con las autoridades en su defensa. Pero esta es la situación y seguiremos haciendo lo que podamos.

P: ¿Cómo está la situación en la calle?

R: Hay una fuerte presencia policial en todas partes. Ayer mismo detuvieron a un trabajador de la Universidad Centroamericana. Hay redadas y operativos constantemente. Se vive en tensión. La presencia de la policía nos hace sentir impotentes, vivimos en zozobra. Es una señal de que el régimen de Ortega le tiene miedo a todo: ve enemigos por todas partes. Nicaragua se ha convertido en una cárcel para quienes tengan un posicionamiento público y expresen su opinión libremente. Ya hay, por ejemplo, decenas de presos políticos, y de personas a las que les han quitado el pasaporte.

P: Usted sigue escuchando y estudiando los relatos de las víctimas, pero ¿cómo se pueden defender los derechos humanos en esa situación?

R: Tenemos un equipo que hace una magnífica labor pese a todas las limitaciones impuestas por la represión del régimen y también por pandemia de la covid-19. Aunque seguimos documentando e investigando casos de violaciones de derechos fundamentales, me siento disminuida en la tarea de ayudar a la gente que nos necesita.

P: Usted recibió el apoyo de sus colegas y también de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). ¿Ello ha servido para que el régimen no la someta a otro tipo de represión más fuerte?

R: Este régimen ha sobrepasado ya todos los límites conocidos en las dictaduras latinoamericanas. La estrategia que siguen en mi caso es ignorar y subestimarme como si fuera “una vieja loca que habla de más”. Pero yo sigo ofreciendo entrevistas a todos los medios independientes internacionales. No podemos callarnos.

P: Ha habido otras personas que han tenido que hacerlo por proteger a sus seres queridos.

R: Sí, lo comprendo. Es una reacción muy humana. Lo he pensado. Yo no podría callarme, porque autosilenciarse es autodestruirse. Y yo seguiré luchando.

La estrategia que siguen en mi caso es ignorar y subestimarme como si fuera “una vieja loca que habla de más”. Pero yo sigo ofreciendo entrevistas a todos los medios

P: ¿Qué significa para usted el premio de la APDH?

R: Primero, fue una sorpresa. Supe que me habían propuesto desde la Asociación Nicaragua Libre de Madrid y eso me llena de orgullo, y aún más al saber que me lo otorgaron junto a Sultana Jaya por su defensa de la causa saharaui. Agradezco que se hayan fijado en nuestra labor en medio de un mundo lleno de problemas gravísimos.

P: ¿Ha recibido algún tipo de represalia por parte del régimen a raíz de la concesión del premio?

R: No. Sólo las frecuentes amenazas e insultos por redes sociales de personas afines o al servicio del régimen. Pero desde el CNIDH no entramos en esos dimes y diretes. Desde 2018, me han acusado de cosas inverosímiles, hasta de estar detrás de algunos de los peores crímenes que se cometieron durante las protestas.

P: La comunidad internacional ha expresado, casi unánimemente, su rechazo al régimen de Ortega, que se aseguró la continuidad tras unas elecciones sin ninguna garantía y con todos los posibles candidatos en la cárcel. ¿Qué le espera ahora a Nicaragua y a la situación de los DDHH?

R: Es todo muy incierto. Ortega se ha asegurado el poder disponer de cinco años más de represión. Nosotros sabemos que trabajamos para el futuro. A nivel nacional, seguimos agotando todas las vías legales posibles, a sabiendas de que no se dará respuesta. Durante los primeros años de este régimen, aún podíamos tener interlocución con la policía y lográbamos que nos escucharan en algunos casos. Ahora ya es una puerta cerrada. Pero la colaboración y el trabajo con la CIDH y la ONU ha sido muy importante, además de otras organizaciones internacionales.

P: ¿De dónde le viene su compromiso por los DDHH?

R: Soy de la generación universitaria del 58, en un momento de mucha represión por parte de la dictadura de Somoza. Formé parte de los primeros comités estudiantiles para la liberación de presos políticos. El 23 de julio de 1959, la guardia somocista asesinó a varios estudiantes durante una manifestación, algo que nos removió a todas y todos, y que también conmovió a personas como el escritor Sergio Ramírez (premio Cervantes), que estuvo allí.

P: ¿Usted también siente que la revolución fue traicionada por Ortega?

R: Sí, me siento traicionada. Durante los años ochenta no supimos ver bien lo que se venía gestando. Creímos en gran medida que nos enfrentábamos a un enemigo invasor (EE.UU) y eso hacía que se justificaran muchas cosas. Pero yo, como magistrada entonces de la Corte Suprema, intenté mantener la neutralidad e independencia, lo que me granjeó muchos problemas con el gobierno sandinista a la hora de defender los derechos humanos.

P: ¿Qué aprendió de todo ello?

R: Aprendí a no dejarme guiar solamente por las creencias y los sentimientos, sino también por la parte racional. En aquel momento caímos en la idealización de los líderes. Y también me sirvió para enfocar nuestra defensa de los DDHH. No basta con recibir y escuchar las denuncias para darles validez. Se requiere un buen trabajo de investigación que aporte pruebas contundentes. Como te decía, sabemos que quizá el resultado no se ve a corto plazo y que trabajamos para el futuro. Pero vale la pena. Aún lo creo.

P: Uno de los casos que usted defendió fue el de Zoilamérica Narváez, quien acusó a su padrastro, Daniel Ortega, por abusos sexuales.

R: Sí. Eso hizo que nos mirasen a mi y al CNIDH como enemigos, sobre todo a partir de que Ortega ganase de nuevo las elecciones en 2006.

Ya nadie quiere volver a vivir una guerra con 50.000 muertos como en los años ochenta. Pero no hemos encontrado aún la manera de salir pacíficamente de las dictaduras

P: Usted fue testigo y colaboró con la revolución frente a una dictadura. En 2018 el caso fue muy distinto, porque las protestas no eran armadas. ¿Hay alguna opción de que se salga de un régimen así por la vía pacífica?

R: En primer lugar, la revolución sandinista fue una lucha armada que no hubiera triunfado sin apoyo internacional. Ahora estamos en otro contexto, un mundo diferente. Ya nadie quiere volver a vivir una guerra con 50.000 muertos como en los años ochenta. Pero no hemos encontrado aún la manera de salir pacíficamente de dictaduras cuyo odio y perversidad nos ponen a prueba a nosotros y a los mecanismos de DDHH internacionales.

P: ¿Qué cree que hace falta para fortalecer a la comunidad internacional para la defensa de los DDHH?

R: Creo que los mecanismos de Naciones Unidas deberían estar más integrados por la sociedad civil y abiertos a su participación de manera más decisiva, más allá de la exclusividad de decisión de los Estados que la conforman. Es un cambio de enfoque.

P: ¿Quiénes son sus referentes o inspiradores?

R: Pienso en René Cassin, el abogado francés que fue coautor de la Declaración Universal de los DDHH. Le dieron el premio Nobel de la Paz en 1968, 20 años después de haber participado en la redacción de la Declaración Universal de los DDHH. Dedicó los fondos del premio a crear el Instituto Internacional de DDHH de Estrasburgo. Una vez busqué y encontré su tumba en un parque de París. Y también otros, como Martin Luther King y Nelson Mandela por supuesto. Pero igualmente admiro mucho a personas con las que he trabajado y a otros que me inspiran de otros modos, como García Márquez, Sergio Ramírez, Gioconda Belli, y también a los hermanos Ernesto y Fernando Cardenal.

P: ¿Quién recibirá el premio en su nombre?

R: Una de las personas que admiro. Se llama Helen Arauz. Fue agredida por la policía de Ortega cuando se manifestaba pacíficamente. Yo misma la acompañé al hospital para que la atendieran. Ahora está exiliada en Barcelona y realiza trabajos domésticos.

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