Reducir el metano es nuestra mayor esperanza para salvar el planeta
Limitar las emisiones de gases como el grisú no bastará para solucionar la crisis climática, pero se trata de una oportunidad única para reducir los incrementos críticos del calentamiento global
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Más de 200 de los científicos más prestigiosos del mundo expertos en cambio climático acaban de presentar un informe demoledor: según el análisis del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), vamos camino de superar el límite de los 1,5 grados de calentamiento global previsto en el anterior estudio, de 2018.
Se trata de un hecho que no debe sorprender a nadie, en vista de las evidencias que observamos todos los días. En lo que va de 2021 hemos experimentado —en el caso de la tormenta Filomena en España— la mayor nevada desde 1971 y este verano el termómetro vuelve a amenazar con batir récords, mientras en otros países como Canadá se han alcanzado temperaturas de hasta los 46,6 grados registrados en Lytton, Columbia Británica, y más de 500 personas han muerto a causa del calor excesivo.
Los incendios forestales en Estados Unidos o en Turquía y las lluvias torrenciales en Bélgica y Alemania son otras pruebas llamativas de la magnitud del problema. Sin embargo, el informe también ofrece algunos motivos para el optimismo, siempre y cuando se tomen medidas inmediatas para atenuar algunas de las predicciones más tenebrosas.
Por primera vez en la historia del IPCC, el informe dedica un capítulo entero a los potentes contaminantes climáticos de vida corta, arrojando luz sobre el metano, que, en caso de reducir su presencia en el medio ambiente, nos ofrecería beneficios inmediatos en cuanto a esta crisis climática. Revela que la contaminación del metano causada por la producción de combustibles fósiles, la agricultura y otras actividades es responsable de más de la cuarta parte del calentamiento global que experimentamos hoy en día. El informe también afirma de manera explícita que la reducción de forma sostenida del metano es clave para poder alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. Además, ya contamos con medios para reducir con rapidez y de forma económica las emisiones de metano, algo que nos permitiría lograr avances importantes mientras continuamos el esfuerzo de descarbonizar nuestros sistemas energéticos.
Esta pasada primavera, un equipo de científicos de las universidades de Princeton, Duke y Texas A&M, así como del Fondo de Defensa del Medio Ambiente, publicaron un informe pionero que demostró que el esfuerzo rápido y a gran escala para reducir la contaminación del metano podría reducir el ritmo del calentamiento global en hasta un 30%. Por medio del despliegue de soluciones conocidas, calculan que podríamos reducir a la mitad las emisiones antes de 2030, reduciendo así el calentamiento global en 0,25 grados antes de 2050 y en 0,50 grados antes de 2100.
Ya hemos logrado algunos importantes avances. Por ejemplo, la Unión Europea, Canadá y Estados Unidos han impulsado políticas para reducir estas emisiones. Sin embargo, tenemos que movernos más rápido y con mayor ambición para reducir las emisiones a nivel global, empezando con medidas para combatir las emisiones que provienen del petróleo y el gas, ya que es el sector con mayor potencial para reducir las emisiones de forma costo efectiva.
España ha aprobado recientemente la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, que tiene entre sus objetivos facilitar la descarbonización de la economía española y promover la adaptación a los impactos del cambio climático. Algunas comunidades autónomas también trabajan en normativas similares con el objetivo de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y dar respuesta a la emergencia climática, aunque el metano no es una prioridad para los legisladores por el momento.
La UE valora la posibilidad de adoptar un estándar de emisiones de metano para la importación del gas natural, que cubre el 85% de la demanda del continente
Por su parte, la Unión Europea valora la posibilidad de adoptar un estándar de emisiones de metano para la importación del gas natural, que cubre el 85% de la demanda del continente. Esta medida tendría un impacto importante en los exportadores de gas de todo el mundo.
Estas políticas aumentan la presión a las empresas de petróleo y gas, que ya han tenido que responder a las crecientes exigencias de sus clientes e inversores en materia de inversiones socialmente responsables. El pasado otoño, por ejemplo, la mayor compañía de gas francesa canceló un acuerdo por valor de 7.000 millones de dólares para comprar gas natural líquido de Texas debido a la preocupación por las emisiones de metano y de otras formas de contaminación.
Más de 70 empresas se han unido al ‘Oil & Gas Methane Partnership’, que establece un protocolo riguroso y transparente para informar sobre las emisiones
Por su parte, más de 70 empresas se han unido al Oil & Gas Methane Partnership (OGMP 2.0), que establece un protocolo riguroso y transparente para informar sobre las emisiones. Constituye un paso importante en la buena dirección, con el objetivo de obtener reducciones de un 45% para 2025 y en entre el 60 y el 75% para el 2030. Sin embargo, es estrictamente voluntaria.
Hacen falta, por tanto, medidas para fomentar la transparencia por parte de reguladores y la industria. Afortunadamente, ya existe tecnología avanzada para monitorizar las emisiones, desde dispositivos manuales hasta aeronaves y drones. Pero lo más llamativo en este ámbito será una nueva generación de satélites que ya se está diseñando para medir la contaminación del metano desde el espacio, que en el caso de MethaneSAT, que promueve El Fondo para la Defensa del Medio Ambiente, será de acceso gratuito y permitirá a los ciudadanos valorar la contribución de cada país y compañía a la reducción global de emisiones de metano.
Reducir las emisiones del metano no bastará para solucionar la crisis climática, pero se trata de una oportunidad única para reducir los incrementos críticos del calentamiento planetario, permitiéndonos limitarlo y evitando las consecuencias más graves para el clima.
Daniel Zavala-Araiza es científico sénior en el Fondo para la Defensa del Medio Ambiente.
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