18 millones de niños viven, juegan y trabajan entre basura electrónica
Producimos una media de 7,3 kilos de residuos de aparatos como viejos ordenadores o teléfonos por individuo al año. La OMS alerta de los enormes peligros para la salud, especialmente para la de los menores de edad y embarazadas, de los vertederos donde se acumulan
Teléfonos móviles, ordenadores, impresoras, pantallas, pequeños electrodomésticos, juguetes y todo tipo de dispositivos. Como si fueran los pasillos de una gran superficie comercial, en los vertederos electrónicos de países africanos, asiáticos y latinoamericanos se pueden encontrar restos de todos estos productos, procedentes muchos de ellos de las manos de consumidores de Occidente. Numerosos niños y adolescentes, muy apreciados por sus manos pequeñas y hábiles, los desmantelan y queman para recuperar parte de sus materiales. Otros muchos menores de edad viven, van a la escuela y juegan cerca de estos vertederos, que amenazan su salud al exponerlos a más de mil sustancias tóxicas.
Solo en 2019 se generaron 53,6 millones de toneladas de residuos electrónicos en el mundo, una media de 7,3 kilos por individuo, según datos del informe The Global E-Waste Monitor 2020. El modelo de consumo actual, un uso cada vez más accesible de teléfonos móviles y dispositivos inteligentes y que los electrodomésticos están pensados para ser renovados cada pocos años en vez de repararse son las principales causas de que estos materiales vayan en aumento: las previsiones indican que para el año 2030 se llegará a 74,7 millones de toneladas.
La gestión de este tipo de desechos se debe realizar siguiendo unas medidas de seguridad y unos sistemas de control muy específicos que garanticen las normas medioambientales y sociales. Sin embargo, más del 82% de los generados en 2019 tuvo un destino incierto, es decir, no fue reciclado correctamente. Gran parte de ellos acabaron en alguno de los vertederos ilegales de países en desarrollo. Basureros no gestionados como el de Agbogbloshie, una barriada de Accra, la capital de Ghana, y que son el modo de vida de miles de personas que trabajan extrayendo artesanalmente y sin medidas de protección los materiales que se puedan aprovechar del procesamiento de estos materiales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha presentado recientemente Los niños y los basureros digitales: exposición a los residuos electrónicos y salud infantil, un informe pionero donde destaca los riesgos para la salud de estos vertederos en la salud de niños, adolescentes y mujeres embarazadas. Según este mismo informe, 18 millones de menores de edad —algunos incluso de cinco años— trabajan en el sector industrial, donde se engloba el procesamiento de desperdicios. Estas actividades muchas veces son realizadas de forma irregular y sin control y tienen impactos muy importante en la salud y crecimiento de niños y adolescentes, ya que sus órganos y sistema inmunitario están aún desarrollándose y son mucho más vulnerables. En el caso de las embarazadas, además, pueden transmitirse al feto.
Los riesgos más importantes para la salud se han relacionado con la exposición a metales pesados o a contaminantes orgánicos persistentes como las dioxinas y partículas emitidas por la combustión de los desechos, una de las principales formas de procesamiento clandestino de la basura electrónica. Estos residuos electrónicos contaminan la tierra, el agua, el polvo y el aire.
Además de inhalar o ingerir las partículas nocivas que se emiten durante su procesamiento, los trabajadores los llevan a sus comunidades adheridos a la piel o las ropas. Una de las demandas de la OMS en este informe es la investigación de los posibles efectos en la salud por la exposición continua y prolongada de los menores, sus familias y comunidades a estas sustancias, asociadas con casos de cáncer, alteraciones del sistema endocrino, problemas neonatales, problemas del desarrollo neurológico y cognitivo, enfermedades metabólicas, daño pulmonar o daño hepático, entre otros.
Para el año 2030 se prevé llegar a 74,7 millones de toneladas de desechos electrónicos
Blanca Carazo, responsable de Programas de Unicef España, subraya que los niños tienen derecho a crecer y desarrollarse en un medioambiente limpio y seguro que garantice su derecho a la salud, y que estar expuestos a determinados contaminantes puede tener consecuencias irreversibles para su desarrollo físico, cognitivo y neurológico. “El plomo —explica— que a menudo proviene de baterías de móviles y otros dispositivos, es una neurotoxina que causa daños cerebrales graves, sobre todo a menores de cinco años, y se ha visto incluso que está vinculado a problemas de comportamiento y salud mental, y a una mayor tendencia a actitudes violentas, además de producir enfermedades cardiovasculares o renales”.
Carazo recalca la importancia de mantener a los menores alejados de este tipo de actividades: “Para eso es necesario abordar a nivel global la generación y tratamiento de este tipo de residuos, así como reforzar los sistemas de salud para detectar y tratar la exposición a estas sustancias. También es fundamental difundir información sobre estos peligros, así como proporcionar alternativas de generación de ingresos y de protección social para evitar que extraer metales valiosos de este tipo de desechos sea, para muchas familias, la única alternativa”.
Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, se refirió a esta situación como “un tsunami de desechos electrónicos que pone en riesgo la vida y la salud”. La realidad muestra que esta amenaza no solo afecta a la de los trabajadores de los vertederos, sino también a las capacidades de las generaciones futuras.
Europa registró la mayor cantidad de producción por persona y también la mayor tasa de recogida y reciclaje de residuos por vías oficiales durante 2019, según The Global E-Waste Monitor. Sin embargo, la mayor parte fue generada en Asia. En el ámbito internacional existen convenios como los de Basilea, Róterdam y Estocolmo que prohíben el uso comercial y el movimiento transfronterizo de determinados desechos y sustancias consideradas peligrosas.
Aunque ha aumentado el número de países que han adoptado leyes en esta materia, su número aún es muy reducido, pues no llega ni a la mitad de los Estados reconocidos por la ONU. Esto, junto con la falta de inversión económica y los intereses políticos en algunas regiones, no fomenta la recogida y gestión adecuada de la basura electrónica en elnivel internacional. En otros casos, como denunciaba ya Greenpeace en informes previos, con el argumento de “reducir la brecha digital” se envía a países menos desarrollados material informático de segunda mano con una vida útil muy corta o directamente inservible, lo que hace que probablemente acabe al poco tiempo en alguno de estos vertederos ilegales.
En el informe, la OMS plantea medidas de gestión de residuos e investigación sanitaria que conciencien sobre el efecto de la basura electrónica en la salud de niños y adolescentes, teniendo presente que, para muchas familias, este trabajo irregular es su modo de vida. Por ello, presenta el reciclaje y la correcta gestión de la basura electrónica como una oportunidad de ingresos. Un mejor reciclaje supone una menor producción y emisión de dióxido de carbono a la atmósfera, además de una disminución en la demanda de materiales valiosos para la industria como el oro, platino, paladio, cobalto o cobre que se pueden recuperar de estos productos.
El abuso de los teléfonos móviles
En España una persona cambia de teléfono móvil cada tres años aproximadamente. Muchas veces el teléfono antiguo acaba olvidado en un cajón. Cuando queda obsoleto, se acaba acumulando en casa un desecho electrónico al que no se va a dar ningún uso. Sin embargo, muchos de sus componentes son reciclables y suponen un ahorro económico y de recursos si se gestionan de forma adecuada.
Solo en 2019 se documentaron y reciclaron correctamente el 17,4% de los residuos electrónicos del mundo. Este porcentaje, aunque pequeño, supuso un valor potencial de 10 millones de dólares y cuatro millones de toneladas de materias primas disponibles para su reciclaje, y evitó la emisión a la atmósfera de 15 millones de toneladas de dióxido de carbono.
Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU también se ven beneficiados de esa gestión de estos desechos al apostar por una mayor concienciación medioambiental y sanitaria, por la reducción de los impactos ambientales adversos en las ciudades, por fomentar un enfoque de la salud infantil basado en derechos, promover la creación de empleos decentes, la prohibición del trabajo infantil y por garantizar un modelo de consumo y producción sostenibles.
Marie-Noël Bruné Drisse, de la unidad de Salud Ambiental Infantil, Seguridad Química y Salud del departamento de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS y autora del informe, insiste en la idea de que la gestión inadecuada de los desperdicios es un problema de salud creciente que tendrá un efecto devastador en los próximos años. Aunque el estudio se terminó poco antes del inicio de la pandemia de covid-19, la experiencia vivida puede servir para sensibilizar sobre los riesgos de las enfermedades infecciosas en los entornos comunitarios.
La gestión inadecuada de los desperdicios es un problema de salud creciente que tendrá un efecto devastador en los próximos años
El informe subraya la importancia de plantear esta situación como un problema medioambiental y de salud pública que implique a todos los países. Para ello, apuesta por políticas que frenen la exportación e importación de desechos electrónicos y medidas dirigidas a garantizar la salud y seguridad laboral. También plantea proponer soluciones que tengan en cuenta a los trabajadores de estos vertederos clandestinos y concienciar de los riesgos sanitarios que entraña esta clase de basura para toda la comunidad. Más investigación, más recursos y una apuesta por la economía circular.
Bruné Drisse destaca además la importancia de incorporar a las comunidades y a los trabajadores como parte de las soluciones y de favorecer el acceso a los sistemas sanitarios. “Entendemos, y creo que esto es fundamental, que es esencial el compromiso con los jóvenes, porque ellos son los consumidores presentes y futuros de productos electrónicos, y son agentes únicos de cambio y apoyo como vimos en las Marchas por del Clima, cuando exigieron acciones. Pueden ser conscientes del impacto que la electrónica puede tener en la salud futura y en el medio ambiente y serán, sin duda, uno de los aliados más importantes para actuar”. Es decir, reducir, reparar, reciclar, reutilizar y concienciar. Porque la salud y protección de niños y adolescentes es una cuestión global.
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