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Diez años de vida en guerra

El conflicto en Siria empezó el 15 de marzo de 2011 y ya se habla de una generación de niños en el país que pende de un hilo, la que cumple 10 años y no ha conocido otra cosa que este drama. El 90% de ellos necesita ayuda humanitaria. Unicef hace un llamamiento por la paz

Irak, febrero de 2014. Hakim (nombre ficticio), de tres años, asoma por una carpa gastada en el campo de refugiados de Domiz, en el norte de Irak.
Irak, febrero de 2014. Hakim (nombre ficticio), de tres años, asoma por una carpa gastada en el campo de refugiados de Domiz, en el norte de Irak.Schermbrucker (Unicef)

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La guerra en Siria cumple 10 años y ya se habla de una generación de niños que pende de un hilo. Unicef asegura que el 90% de ellos, principalmente los casi cinco millones que han nacido desde el inicio del conflicto, necesita ayuda humanitaria. La agencia de la ONU para la infancia hace un llamamiento para alcanzar la paz en esta contienda que empezó el 15 de marzo de 2011, cuando una parte de la población exigió en las calles la renuncia del presidente Bashar Al Asad.

La factura humana de la guerra sobrepasa el medio millón de personas. Casi 12.000 de esos muertos fueron niños, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. A la cifra de fallecidos se suman otros dramas. Más de 5.700 menores de edad, algunos de tan solo siete años, fueron reclutados como soldados para los combates, según Unicef. El ISIS ha sido el mayor responsable: El Observatorio Sirio asegura que el grupo terrorista impartió formación militar a un millar de muchachos que enrolaban en sus filas bajo la denominación de “cachorros del Califato”. Tras la derrota de estos yihadistas en Siria e Irak, en 2019 algunos de ellos fueron tomados como prisioneros y están en los llamados campos de desradicalización, como el de Al-Hol. Tanto en este como en otros por todo el noreste del país languidecen 27.500 niños de al menos 60 nacionalidades, y entre ellos y miles de menores sirios vinculados a grupos armados.

Además, una cantidad ingente de niños sirios mendigan dentro y fuera de su país; otros trabajan en el campo y en fábricas textiles, durante 10 y 12 horas por día, y aumentan las niñas que han sido casadas para que dejen de ser una carga económica para sus familias en campos de refugiados como los de Líbano y Jordania. La situación de los hogares sirios, tras una década de conflicto, es dramática y se ha visto agravada durante la pandemia por el coronavirus. En el último año, el precio de la cesta de la compra ha aumentado más del 230%.

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Unicef ha hecho balance de esta década y dentro del drama considera positivo que 3,5 millones de menores sirios hayan podido acceder a la educación formal y no formal en su territorio y en sus países vecinos. No obstante, todavía hay casi 2,45 millones dentro del país y otros 750.000 niños sirios fuera de él que no están escolarizados; el 40% de ellos son niñas.

Unicef ha organizado una visita virtual a Siria y Jordania para los periodistas en la que mediante un paseo con cámara en mano, la organización ha mostrado como prueba del gran esfuerzo lo hecho en Alepo, concretamente en una escuela rehabilitada en 2017. A esta actividad le ha seguido una rueda de prensa en la que han participado Ted Chaiban y Juliette Touma, director regional y jefa de comunicación de Unicef en Oriente Medio y África del Norte. Por su parte, Osama Antibi, oficial de educación en Siria, ha explicado por qué y cómo han recuperado los espacios de estudio en medio de las ruinas de la guerra. “Solemos hacer rehabilitación escolar por dos motivos; el primero, la necesidad de un espacio de aprendizaje, y el segundo es preparar la escuela y atraer personas y repatriados para que regresen a su ciudad natal o sus barrios y comunidades. Creo que la gente volverá un día aquí para reconstruir y recuperar su vida antes de la crisis”.

Cuando se inició la intervención, esa escuela de Alepo tenía 50 alumnos y ahora cuenta con más de 200. “Eso significa que la gente está regresando a pesar de la falta de los servicios básicos como la red eléctrica y el agua”, ha contado Antibi mientras cruzaba un camino estrecho donde antes solo había restos de la guerra. “Esta vía estaba lleno de escombros, piedras y hasta municiones sin explotar. Fue muy difícil trabajar en los últimos años. Tratamos de defender el derecho de los estudiantes a estar seguros mientras van a la escuela, con los municipios, con las autoridades. Y como ve ahora, ya pueden encontrar su camino”.

La factura humana de la guerra sobrepasa el medio millón de personas; casi 12.000 de esos muertos fueron niños

En otro punto de Alepo, Unicef cuenta con un centro comunitario donde ofrecen varios servicios a la población. Yassir Hemidym, también oficial de educación, ha explicado que los alumnos pueden recuperar el tiempo perdido y ubicarse en el nivel que les corresponde. “Aquí tienen la oportunidad de compensar la educación que perdieron a lo largo de los años. Muchos de ellos no sabían leer ni escribir, pero estaban matriculados en sexto u octavo grado. Así que aquí tienen la ocasión de comenzar de nuevo desde el nivel académico apropiado”.

Hemidym ha conversado luego con un grupo de adolescentes y sus respuestas dan cuenta de la necesidad apremiante que tienen por aprender un oficio.

—¿Qué quieres hacer después de terminar tus clases aquí?

—Quiero trabajar.

—¿Trabajar? ¿Por qué? ¿No quieres terminar la escuela?

—Quiero aprender un oficio.

—¿Qué tipo de artesanía te gustaría aprender?

—Sastre.

—¿Alguien de tu familia trabaja como sastre?

—Todos.

La pregunta se ha extendido a toda la clase y los chicos han respondido que quieren ser carpinteros, zapateros y alguno ha afirmado que ya trabaja en una fábrica textil, que comenzó cuando tenía siete años y que trabaja 12 horas al día. Otro también ha confesado que empezó con siete años en una imprenta y ahora lo hace en una sastrería donde habitualmente tiene una jornada de 10 horas, pero que la redujo para asistir a las clases.

—Te deseo todo el éxito y espero que te enfoques en tus estudios. Es fantástico que esté dedicando tiempo a venir aquí a estudiar. Espero que realmente pienses en conseguir tu certificado de noveno grado y terminar tu bachillerato también. Es posible estudiar y trabajar. Cuando tenía tu edad también trabajaba mientras estudiaba — ha respondido Hemidym a este último.

El alto riesgo de deserción, por factores económicos, hace que Unicef alabe a aquellos que se han mantenido en las aulas. Durante la rueda de prensa Ted Chaiban, que visitó Siria en enero de 2021, se ha referido a esos niños como “rayos de esperanza”, pero ha reconocido que queda mucho por hacer. “Hay 3,2 millones sin escolarizar, tanto dentro de Siria como en los países vecinos”.

Aproximadamente un tercio de las escuelas en Siria han sido dañadas o destruidas

Chaiban ha manifestado que están en la dirección correcta, pero sin olvidar la necesidad de volcarse con la educación para que la generación de la guerra no se pierda. “Gracias a todos los esfuerzos de los socios, los gobiernos, el personal dedicado, los socios de la sociedad civil y, por supuesto, los maestros, seguimos teniendo cinco millones de niños que tienen acceso al aprendizaje. Sin este esfuerzo conjunto, prácticamente no tendríamos estudiantes aprendiendo en Siria y alrededor del país, y correríamos el riesgo de perder una generación en los próximos años”.

Unicef espera recaudar 1.175 millones de euros este 2021. La gran parte de ese dinero, casi 700.000 millones, se destinará a la educación, según el funcionario de la organización. “Aproximadamente un tercio de las escuelas en Siria han sido dañadas o destruidas, o utilizadas por los desplazados internos o, francamente, con fines militares. Promovemos el regreso a esas escuelas, pero el aprendizaje puede ocurrir en un centro comunitario como lo vieron en Alepo. Puede ocurrir debajo de un árbol. Puede ocurrir de manera formal o informal”.

Las cifras de Unicef del último año indican que contribuyeron para que casi 900.000 niños recibieran la vacunación de rutina contra el sarampión y han dado apoyo psicosocial a más de 400.000. Además han apoyado a 5,4 millones de personas con acceso a agua potable a través de mejoras en el sistema de suministro y durante la pandemia llegaron a 55 millones de personas con materiales de concienciación, medidas de salud, equipos de protección personal para los trabajadores de primera línea, incluidas máscaras, batas y protectores faciales, y están apoyando para que haya una mejor distribución de las vacunas contra la covid-19 a través del mecanismo COVAX.

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