¿Ciencia a dos velocidades? Un llamamiento por las enfermedades tropicales desatendidas
La colaboración entre centros de investigación y académicos, ONG, organizaciones multilaterales y farmacéuticas, que trabajan especialmente con los países y las comunidades afectadas es crítica para hacer frente a estas dolencias olvidadas
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Hace un año, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaraba la covid-19, una enfermedad hasta hace poco completamente desconocida, una “emergencia de salud pública global”. Hoy, tres vacunas han sido registradas ya en Europa y, solo en España, se han administrado más de 1.300.000 dosis, resultado de una revolución científica global sin precedentes. Mientras seguimos con preocupación el sufrimiento y dolor de las familias afectadas por la enfermedad, leemos en los periódicos noticias alentadoras sobre avances científicos que nos permitirán prevenir, tratar y controlar la pandemia.
La velocidad de los hallazgos científicos contra el SARS-COV-2 era hasta ahora inimaginable. Para las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD), un conjunto de 20 enfermedades que afectan a alrededor de 1.200 millones de personas en el mundo, sobre todo en las regiones más pobres del planeta, esta revolución es un sueño alejado de la realidad. Al no representar un mercado global interesante, reciben poca o ninguna atención de la industria farmacéutica global. Ante la falta de inversión en Investigación y Desarrollo (I+D), los tratamientos existentes son ineficaces, largos, difíciles de seguir, dolorosos o hasta tóxicos. A veces, ni siquiera existen.
Una de estas enfermedades es el Chagas, endémica en 21 países de América Latina, pero presente también en España, donde afecta a más de 50.000 personas. Una de las vías de transmisión es de una madre a su bebé durante el embarazo o parto y la OMS estima que, cada año, 9.000 bebés nacen con la enfermedad. Conocida como una enfermedad silenciosa, el Chagas muchas veces no presenta síntomas y pueden pasar años sin que las personas sepan que están infectadas. Pero sin tratamiento, una de cada tres infectadas desarrollará complicaciones graves en el corazón o en el intestino, pudiendo causar la muerte. El problema es que los medicamentos existentes hoy para tratarla —desarrollados hace más de medio siglo— pueden causar efectos adversos graves, por lo que algunas personas no pueden iniciar o no consiguen acabar el tratamiento y lo abandonan prematuramente. Además, no es seguro para mujeres embarazadas, lo que les convierte en un grupo aún más olvidado.
Como el Chagas, la leishmaniosis visceral es otra enfermedad desatendida que si no es tratada lleva a la muerte. Se encuentra sobre todo en zonas tropicales y subtropicales, y en los últimos años el número de casos en Europa y España está en aumento. El tratamiento más común, descubierto en los años cuarenta, es administrado por inyecciones dolorosas y, al igual que con el Chagas, también causa efectos adversos graves y puede ser tóxico, doloroso, y caro.
Para llamar la atención sobre estas dolencias poco conocidas, se ha creado el Día Mundial de las Enfermedades Tropicales Desatendidas (30 de enero). Y esta semana, la OMS ha lanzado su Hoja de Ruta para las ETD, que propone metas ambiciosas como reducir en un 90% el número de personas que necesitan intervenciones frente a estas enfermedades hasta 2030. Para el Chagas, por ejemplo, una de las metas propuestas es la interrupción de la transmisión congénita en 15 países hasta 2030.
Pero para lograr estas metas, son necesarias herramientas de diagnóstico y tratamiento más eficaces, seguras y sencillas, que se puedan integrar en los sistemas de salud y utilizar en los consultorios cerca de las personas afectadas. Para ello, es urgente un incremento de la inversión e incentivo a la innovación científica para las enfermedades desatendidas.
La covid-19 nos muestra que con suficiente voluntad y recursos es posible acelerar los descubrimientos científicos, poniéndolos al servicio de las personas y salvando vidas. En España, la pandemia ha impulsado un importante incremento en los recursos dedicados a la ciencia en general, y a la I+D en particular. Así, el presupuesto dedicado a ciencia para el 2021 se ha incrementado en un 60% respecto al 2020, debido en gran parte a la inyección de fondos de la Unión Europea.
La covid-19 nos muestra que con suficiente voluntad y recursos es posible acelerar los descubrimientos científicos, poniéndolos al servicio de las personas y salvando vidas
Además de recursos, la colaboración científica ha sido esencial para acelerar el conocimiento capaz de combatir la covid-19. Nuestra experiencia con enfermedades desatendidas nos ha enseñado que la colaboración entre centros de investigación y académicos, ONG, organizaciones multilaterales y farmacéuticas, que trabajan especialmente con los países y las comunidades afectadas, es crítica. Gracias a una colaboración entre la Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi) y el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), por ejemplo, se ha demostrado que un tratamiento más corto para la enfermedad de Chagas podría ser igual de eficaz y mucho más seguro que el tratamiento actual.
Una de las duras lecciones de la covid-19, sin embargo, es que los frutos de los avances de la ciencia no se suelen compartir de modo equitativo. Mientras algunos países han iniciado campañas masivas de vacunación contra la covid-19 y garantizaron un stock de vacunas más numeroso que su población, para otros la vacuna es todavía una realidad lejana.
El lanzamiento de la hoja de ruta de la OMS y el Día Mundial de las Enfermedades Desatendidas nos brindan una oportunidad única para poner la atención sobre esta realidad. Y nos insta a hacer un llamamiento a los gobiernos para que aprovechen este momento histórico para reforzar su liderazgo científico también en el campo de las enfermedades desatendidas, aquellas que afectan a las personas más pobres del planeta.
Nathalie Strub-Wourgaft es directora de Enfermedades Tropicales Desatendidas de Iniciativa Medicamentos para Enfermedades Olvidadas (DNDi). Denise Naniche es directora científica en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro impulsado por la Fundación “la Caixa”.
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