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Ébola, mirar al pasado para acabar con enfermedades del presente

Las lecciones aprendidas durante años combatiendo este virus letal ayudan a acabar con los nuevos brotes de este mal y de otros como la covid-19, tal y como muestra un nuevo corto animado producido por MSF y que presentamos en exclusiva en EL PAÍS

Vídeo: MSF
Lola Hierro

Es una escena miles de veces repetida en los últimos años para los sanitarios que combaten el ébola en África: una casa humilde, un cadáver en el interior, un riesgo de contagio elevado y una gran tarea de desinfección por delante. Todas las precauciones son pocas. La ha vivido también el enfermero Luis Encinas en la decena larga de campañas contra esta fiebre hemorrágica en las que ha participado.

Y a ella regresa, como si se teletransportara, cuando ve el corto animado que ha lanzado la organización para la que trabaja, Médicos Sin Fronteras, sobre los estragos que causa una epidemia de esta enfermedad en un pequeño pueblo del noroeste de la República Democrática del Congo (RDC). “Me acuerdo de entrar en casas como las del dibujo animado en las que desinfectabas con lejía y salían ratones y otros animales”, rememora durante una entrevista telefónica.

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En el cortometraje, que hoy lanzan en exclusiva EL PAÍS y MSF, unas marionetas de plastilina animadas con la técnica stop motion dan cuentan de la carrera contrarreloj de los sanitarios para cortar la cadena de contagios que puede desatarse cada vez que una persona fallece de ébola. La historia transcurre en Bobale, un pueblo muy remoto de la igualmente remota provincia de Equateur, en RDC. Una mujer muere y el personal sanitario corre a evacuar el cadáver y desinfectar la zona. “Su cuerpo era muy peligroso. Tenía que manipularse correctamente para que el virus no siguiera propagándose”, cuenta una voz en off correspondiente a Paul Jawor, el cooperante en cuyo testimonio se basa el cortometraje.

Este audiovisual animado se lanza coincidiendo con la declaración del fin del undécimo y ―hasta ahora― último brote que ha sufrido RDC después de que hayan transcurrido 42 días sin registrar nuevos casos. Declarado el pasado 1 de junio, hasta la fecha ha infectado a 130 personas y han fallecido 55, y se ha extendido por 13 de las 17 zonas sanitarias de la provincia. Y no es la primera vez que sufre el azote de esta enfermedad: esta zona ya vivió otra entre mayo y julio de 2018, que se saldó con 54 casos y 33 muertos.

No obstante, en esta última ocasión se han dado algunas diferencias con anteriores brotes más graves:, por ejemplo que la mortalidad ha sido ligeramente más baja: de un 43% frente a al 67% que se registró con la epidemia en la región de Kivu del Norte entre 2018 y 2020, la mayor en la historia del país centroafricano, con 3.317 casos y 2.287 muertes. Y, sobre todo, ha durado cinco meses frente a los dos años largos de la anterior. La razón de esta aparente reducción de su virulencia se puede deber a que el ébola ya no es nueva y a las lecciones aprendidas y progresos realizados durante la lucha contra ella en el último lustro, (desde RDC y también desde Guinea, Sierra Leona y Liberia).

Uno de esos avances es, sin duda, la vacuna. Alrededor de 30.000 personas han sido inmunizadas y eso, según Encinas, se ha notado. “Se vacuna a todos los contactos directos de las personas que han resultado positivas y también a los contactos de esos contactos. Si había 20 casos, se inmunizaba a 400 personas”, ejemplifica Luis Encinas. “Además ahora hay una cosa muy importante: la gente quiere vacunarse y estar protegida”.

Otro es el enfoque utilizado para intentar cortar la transmisión en una zona de difícil acceso no tanto por la presencia de conflictos armados, como ocurría durante el brote de Kivu del Norte, sino por las características geográficas y la pobreza de la región. Cuenta Encinas que Equateur es eminentemente rural, poco densa y aislada de todo donde en los pueblos no suelen residir más de 80 personas.

“Las carreteras son de tierra y cuando llueve resulta imposible transitarlas, y el río Likelemba se usa como la principal autovía. Como ambulancia se usan motos… Esa es la realidad”, describe el enfermero sobre una zona que en la que ha trabajado en cuatro ocasiones. Además, el sistema sanitario es paupérrimo. “Hay ciertos lugares como la capital, Mbandaka, donde existe algún centro de salud privado, pero el acceso a la Sanidad allí es un lujo, y eso no ayuda mucho”. Ante este escenario, se impulsó un enfoque basado en el apoyo de microestructuras para la atención del ébola en los centros de salud locales, con médicos de la zona y cercanos a los vecinos, intentando limitar el movimiento de estos a las grandes instalaciones médicas alejadas de sus comunidades.

Coordinación, colaboración y cambio

Precisamente, centrarse en la comunidad ha resultado ser una de las estrategias más acertadas, según se ha visto en el tiempo. Para Encinas, se consigue a través de lo que él llama “las tres C”. Primero, una coordinación única: no puede existir sensación de que se está improvisando. “Todo se tiene que comunicar muy claramente a la población”, indica el sanitario.

En segundo lugar, la colaboración, es decir, ver cómo aprender de experiencias anteriores que hayan ocurrido en otros lugares. Y ver cómo se puede ayudar a los otros. “Hay que colaborar entre hospitales, entre países, entre provincias, hay que estar todos juntos. Si estamos compitiendo no llegamos a ningún sitio”.

La tercera C corresponde al cambio de comportamiento de la población. Algo que no resulta sencillo: “Este es uno de los puntos clave que aprendimos con el ébola. Estás pidiendo a la gente que cambie su comportamiento cuando el cerebro del ser humano es un poco cobarde y no le gusta cambiar sus costumbres, sus vidas… Lo estamos viendo ahora con la covid-19. La gente cambia simplemente una situación del día a día… Y entra en pánico”, reflexiona el sanitario, que ahora también está involucrado en la respuesta de MSF a la crisis del nuevo coronavirus en Europa. Para lograr esa transformación hace falta implicar a todas las representaciones de la sociedad.

“Si queremos que, ante una sospecha de un caso de ébola, se pueda identificar y poner en marcha un sistema para tener un diagnóstico y un tratamiento tenemos que pensar en cómo pasar el mensaje, cómo va a ser recibido por un adolescente, por una persona sin estudios, por alguien para quien pueda suponer un impacto religioso o espiritual muy importante... Hay que pensar en cómo hacer que ellos sean actores excepcionales en las plataformas de toma de decisiones estratégicas”.

Lecciones que se reutilizan en tiempos de coronavirus

Todas estas son enseñanzas que ahora también se pueden aplicar a la lucha contra la covid-19. Por ejemplo, la que tiene que ver con la implicación ciudadana, algo que a juicio de Encinas no se está logrando. “Esto es súper importante y hoy todavía en España no estoy seguro de que este tipo de decisiones esté al alcance de las diferentes capas que representan la sociedad. Estamos en una situación en la que la [clase] política decide todo en nombre de los otros”, lamenta, y avisa de que, si queremos acabar con la pandemia, hará falta “un cambio de chip” y “un cierto conocimiento de a quién nos estamos dirigiendo”.

El manejo de la deseada vacuna contra el SARS-CoV2 también genera ahora preguntas que surgen de la experiencia vivida con la del ébola. En regiones como Equateur, llevar las inmunizaciones ha sido todo un reto. Para que no se deterioren deben conservarse a menos 80 grados centígrados y no perder nunca la cadena de frío. Los sanitarios y cooperantes han vivido verdaderas penurias para hacer llegar las dosis en buenas condiciones a aldeas remotas y mal comunicadas. “Y ya veremos con la covid-19, porque con la vacuna creo que vamos a ir por ahí también, y esto necesitará nuevos protocolos, conocimientos y formas de abastecimiento”, vaticina.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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