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El té y el cambio climático amenazan la biodiversidad del bosque de Bwindi

Áreas de este paraje natural africano están en riesgo de deforestación debido al creciente número de plantaciones. Aunque el clima plantea nuevos desafíos, el conocimiento indígena ofrece estrategias para una agricultura más sostenible

Gorila de montaña joven después de una tormenta en la selva tropical de Bwindi. Este 2020 han nacido siete cachorros, frente a los tres de 2019. El Servicio de Vida Silvestre de Uganda habla de un 'baby boom'.
Gorila de montaña joven después de una tormenta en la selva tropical de Bwindi. Este 2020 han nacido siete cachorros, frente a los tres de 2019. El Servicio de Vida Silvestre de Uganda habla de un 'baby boom'.Marta Ravasio

El impenetrable Bosque Bwindi en Uganda, hogar de comunidades indígenas como el pueblo batwa, alberga un ecosistema biodiverso y la población más grande del mundo de gorilas de montaña. Este país es ya el tercer productor de té en África, después de Malaui y Kenia. Pero la biodiversidad única de la región y sus habitantes están amenazados por la creciente demanda internacional de esta planta y su producción comercial ambientalmente destructiva. Entre 2000 y 2010 la producción de té de Uganda creció alrededor del 40%, alcanzando las 40.000 toneladas anuales, de las cuales solo el 10% se destinaron a los mercados nacionales. Las comunidades indígenas locales temen los daños ambientales irreversibles bajo la expansión de las operaciones comerciales de té. De ahí que estén utilizando el conocimiento tradicional para abrir el camino hacia una forma más sostenible de cultivarlo.

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Las plantaciones de té de Uganda ayudan a producir la bebida más común del mundo, pero también son un peligro para la delicada biodiversidad de Bwindi. Un estudio de 2011 mostró que entre 1973 y 2010 el parque nacional y las áreas de amortiguamiento adyacentes (que protegen la cubierta forestal y sus bosques) habían disminuido en un 7,8% y un 70,7%, respectivamente. Mientras que la agricultura a pequeña escala y las plantaciones de té habían aumentado en un 13,9% y 78,3% durante el mismo periodo. Los datos muestran una clara relación entre la disminución de la cubierta forestal y el aumento de las plantaciones de té.

En lugar de intentar revertir la tendencia, hace apenas cuatro años, un grupo de 250 jornaleros de plantaciones de té (principalmente, de grandes empresas) pidieron permiso para talar un área de amortiguamiento forestal en el antiguo bosque de Kafuga, que rodea el parque Bwindi y lo protege de la presencia humana. Hoy, la presión sobre la zona continúa a pesar de los esfuerzos de los organismos internacionales por preservar su biodiversidad.

La Unesco hace especial referencia a la importancia de la zona de amortiguamiento al sur de Bwindi, tres áreas de bosques ancestrales biológicamente ricos, de los cuales el bosque Kafuga es el más grande. Esta área forestal es uno de los bosques más diversos en África Oriental, con más de 200 especies de árboles (12 de ellas solo existentes en este bosque), unas 120 de arbustos, más de 104 de helechos y más de 1.000 plantas con flores.

La introducción del cultivo de té en el distrito de Kisoro ha atraído a más de 250 operadores y productores de viveros de té, respaldados por funcionarios del gobierno local que los dejaron establecerse sin planes claros sobre dónde cultivar la planta, lo cual ejerce más presión sobre los viveros ya existentes.

“En 2016, un grupo de personas apoyado por el Diputado de Bufumbira Norte Hon, Kamara Nizeyimana, invadió el bosque y cortó alrededor de 10 acres. El miembro del Parlamento de la zona quiso apoderarse de la tierra para plantar té. El gobierno local del distrito de Kisoro los llevó a los tribunales y ganó el caso, pero hoy el área todavía está en gran peligro porque no está oficialmente reconocida como reserva de incendios”, dijo Robert Tumwesigye Baganda, director de la ONG Pro-biodiversity Conservationists en Uganda.

Los batwa ya cultivaban té en sus propias pequeñas granjas, pero con fines muy diferentes a sus contrapartes. Lo plantaban para el autoconsumo y lo vendían en pequeñas cantidades a los turistas, y además también servía como un excelente cultivo amortiguador que impedía que los gorilas abandonaran la seguridad y protección del parque nacional. Los batwa también usan el té con fines medicinales tradicionales: como un remedio para las alergias cutáneas que requieren raíces de helecho trituradas sumergidas en té.

Tina Katushabe, fundadora del proyecto Change a Life Bwindi, está trabajando con las comunidades locales para garantizar su independencia económica y ayudarlos a proteger el medio ambiente y la biodiversidad locales. “El cultivo de té a pequeña escala, así como otras actividades artesanales, es una forma de garantizar el sustento de las comunidades indígenas locales, para que no tengan que ceder a la presión de los grandes productores”, explica Tina.

A través de proyectos como este y el apoyo de organizaciones internacionales y centros de investigación, el conocimiento y la voz de las comunidades indígenas está comenzando a ser escuchado. Pero también reconocido como un recurso valioso para crear prácticas de cultivo resilientes al clima.

“Existe un precario equilibrio entre los pueblos indígenas y el bosque”, explica Tina Kutushabe. Cuando se creó el parque nacional en 1991, los pueblos indígenas tuvieron que dejar muchos de los territorios dentro del bosque donde habían vivido durante generaciones. Según la ley de Uganda, debido a que los batwa son un grupo nómada que nunca se ha establecido formalmente en un lugar, no pueden reclamar ningún derecho sobre la tierra ni compensación. El gobierno ugandés ha prometido repetidamente a los batwa que les buscaría un nuevo asentamiento territorial, pero esto aún no ha sucedido. Ellos han intentado adaptarse a esta precaria situación, tratando de encontrar un equilibrio entre la necesidad de ser autosuficientes y la voluntad de vivir en armonía con su medio.

Los batwa comparten prácticas agrícolas con otras comunidades indígenas del África subsahariana. Estas incluyen labranza cero, mantillo y otras técnicas de manejo del suelo para almacenar carbono. Los mantillos naturales también ayudan a moderar la temperatura del suelo y conservar su humedad, previniendo enfermedades y plagas dañinas. Las comunidades indígenas subsaharianas también practican lo que muchos conocen hoy como agricultura orgánica.

Las comunidades indígenas mantienen la fertilidad del suelo principalmente a través de abonos orgánicos, producción de leguminosas y rotación de cultivos

El cultivo orgánico es una de sus medidas más importantes para mitigar el cambio climático. Ya que previene la pérdida de nutrientes y agua gracias al alto contenido de materia orgánica y cubiertas del suelo, haciendo que los suelos sean más resistentes a las inundaciones, la sequía y la degradación de la tierra. Las comunidades indígenas mantienen la fertilidad del suelo principalmente a través de abonos orgánicos, producción de leguminosas y rotación de cultivos.

Sin embargo el cambio climático representa una nueva amenaza para los batwa, para su sustento y para el ecosistema circundante. Un aumento de las temperaturas de 2,3 ° C en 2050 podría reducir la productividad de muchos de sus cultivos de té. Las regiones biológicamente ricas como Bwindi serán más vulnerables a la deforestación dañina a medida que los operadores agrícolas comerciales avancen hacia zonas más altas, con climas de cultivo más fríos y adecuados, como respuesta a la subida de temperatura en sus antiguos sitios de cultivo.

“La solución para un enfoque más resistente y sostenible del cultivo del té podría provenir precisamente del conocimiento indígena”, dice Anton Eitzinger, investigador del Centro Internacional de Agricultura Tropical. “El conocimiento indígena es muy importante durante el proceso de adaptación al cambio climático. Sin embargo, este está trayendo cambios más rápidos de lo que las comunidades pueden anticipar y ajustar”. Es por tanto muy importante tomar medidas ahora para evitar que aumente la vulnerabilidad de estas comunidades.

Las soluciones locales y de pequeña escala marcan la diferencia para el equilibrio del ecosistema y la mejora de la economía regional. Es importante comprender que las comunidades locales deben abordar el cambio climático mediante la adaptación de prácticas respetuosas con el clima.

“Las llamamos prácticas de agricultura climáticamente inteligente porque abordan los tres pilares de la sostenibilidad: productividad, adaptación y mitigación. El problema se puede abordar de diferentes formas y ya existen muchos buenos ejemplos de adaptación”, explica Eitzinger.

El primer paso es siempre comprender la situación climática local, saber cuáles son los impactos esperados, evaluar las vulnerabilidades actuales de las comunidades y sus necesidades de adaptación, y luego desarrollar un plan de acción para aumentar la resiliencia de las comunidades a estos impactos. Finalmente el objetivo es implementar ajustes a largo plazo de sus actividades agrícolas a un clima cambiante.

Ya se han desarrollado proyectos exitosos que involucran el cultivo sostenible de té y el compromiso de la comunidad local, como la Fábrica de Té Kayonza, también premiada como parte de la Iniciativa Ecuador del PNUD. “La colaboración con los pueblos indígenas es fundamental para la conservación de los bosques: han vivido en estos territorios durante siglos y serán protagonistas indispensables en la transición hacia la gestión sostenible de la naturaleza”, concluye Katushabe.

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