Kansas manda un recado al Tribunal Supremo de EE UU con el aborto
El país va a sufrir muchos años de enfrentamientos hasta que los demócratas actúen como los republicanos y prioricen el nombramiento de magistrados, para así nombrar jueces con posiciones más cercanas a las del ciudadano medio
El referéndum sobre el aborto celebrado la semana pasada en Kansas fue la primera ocasión para tomar la temperatura de la opinión pública estadounidense tras la sentencia Dobbs vs Jackson Women’s Health Organization, en la que el Tribunal Supremo de Estados Unidos puso fin a un periodo de casi medio siglo (inaugurado precisamente por otra sentencia, Roe vs Wade, del mismo órgano judicial) en el que el aborto fue considerado un derecho constitucional a nivel nacional.
Impulsado por las iglesias católicas y evangélicas de Kansas, y con el amparo de los legisladores republicanos en el Congreso y el Senado estatales, el referéndum tenía como objetivo introducir una enmienda en la Constitución de Kansas con el fin de “desconstitucionalizar” el derecho al aborto.
El resultado fue una enorme decepción para los antiabortistas: casi el 59% de los votantes de Kansas votaron en contra de la enmienda, lo que resulta especialmente chocante si tenemos en cuenta que se trata de uno de los Estados más republicanos del país: no vota a un presidente demócrata desde las elecciones de 1964 (y el último senador demócrata fue elegido ¡en 1932!).
Sin embargo, cualquier persona que haya tenido ocasión de examinar las encuestas de los últimos años publicadas en Estados Unidos sobre la cuestión del aborto sabe que al menos el 30% de los votantes republicanos están a favor de que sea legal, por lo que el intento de forzar la cuestión a través de un referéndum con una pregunta especialmente confusa corría el riesgo de acabar mal para los provida, como ha ocurrido finalmente.
Eso no significa, por supuesto, que los grupos antiabortistas vayan a dar su brazo a torcer (sin ir más lejos, pocos días después del referéndum de Kansas, las legislaturas estatales de Indiana, de amplias mayorías republicanas, aprobaron una nueva ley contra el aborto que restringe severamente la posibilidad de que las mujeres en el Estado puedan obtener uno, incluso en supuestos de violación o incesto). El objetivo primordial del Partido Republicano desde que fue cooptado por los grupos evangélicos a finales de la década de los setenta del siglo pasado ha sido conseguir que el aborto sea ilegal en el mayor número de Estados posible, y nada indica que eso vaya a cambiar en un futuro próximo.
El sorprendente resultado del referéndum tampoco significa que Kansas (u otros Estados republicanos) vayan a convertirse en demócratas por arte de magia en las elecciones de medio mandato de noviembre (o incluso en años sucesivos). Un votante republicano favorable al aborto puede seguir siendo hostil a los demócratas por numerosos motivos (la inflación, la supuesta debilidad de la política internacional de Joe Biden, las políticas identitarias de los demócratas y un largo etcétera). Además, uno de los axiomas, rara vez contradicho, en política estadounidense es que las elecciones de medio mandato suelen ser entre malas y desastrosas para el partido del presidente.
Pero lo que sí se puede concluir con certidumbre es que la revocación de Roe vs Wade por parte del Tribunal Supremo es vista con hostilidad por la gran mayoría de votantes estadounidenses (Kansas es un Estado 10 puntos más republicano que la media nacional), y que la cuestión del aborto, que durante el último medio siglo de statu quo había sido entre neutral y favorable para los conservadores, ahora será más bien propicia para los liberales, lo cual les ayudará ligeramente cuando los republicanos persistan —como persistirán— en nominar candidatos extremistas al Congreso y al Senado, contrarios al aborto en cualquier circunstancia.
Quizá la duda más interesante que se plantea ahora es: ¿cómo reaccionará el Tribunal Supremo federal al referéndum de Kansas y ante la evidente desautorización que su resultado supone para los magistrados de la mayoría conservadora? ¿Se desplazarán algunos de ellos hacia el centro e intentarán corregir tácita o explícitamente la sentencia Dobbs, de forma parecida a cómo sus antecesores actuaron en 1937, cuando Franklin D. Roosevelt fue reelegido aplastantemente, tras dos años en que el Tribunal Supremo había invalidado diversas normas aprobadas por el Congreso y el Senado demócratas? ¿O se mantendrán en sus trece?
Lo más probable es lo segundo, debido a que la actual mayoría conservadora en el alto tribunal fue elegida específicamente para acabar con el derecho constitucional al aborto. Los cinco magistrados que votaron contra el aborto tienen una larga trayectoria de decisiones hostiles al mismo, y resulta difícil que la mera presión de la opinión pública baste para alterar sus convicciones más profundas.
Estados Unidos, un país que ya estaba fuertemente dividido antes de la sentencia Dobbs, va a sufrir muchos años de enfrentamientos, particularmente a nivel estatal, sobre el aborto, hasta que los demócratas actúen como los republicanos lo han hecho durante las últimas cuatro décadas y prioricen el nombramiento o la elección de magistrados (no solo al Tribunal Supremo federal, sino también a los distintos Tribunales Supremos estatales) con posiciones más cercanas a las del ciudadano medio en esta cuestión.
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