Son nuestros amos
La aparente capacidad de elección que tenemos es un espejismo semejante quizá al de las gallinas en el corral


Nadie nos obliga a comprar en un supermercado concreto, ni a contratar un seguro determinado, ni a vivir en un edificio gestionado por tal o cual fondo buitre. Somos, en apariencia, individuos con capacidad de elección. Pero, si lo examinamos con calma, esa capacidad es un espejismo semejante al que quizá tengan las gallinas en el interior del corral.
Los grandes grupos empresariales —la distribución, la banca, la salud pública externalizada, la vivienda convertida en mero producto de mercado, las residencias de mayores gobernadas por colosos del dinero— fingen seducirnos, pero en realidad nos seleccionan como piezas de su engranaje industrial. La libertad que creemos ejercer es la última fase de un proceso en el que nos inscriben antes de nacer. Piénsenlo: algoritmos que anticipan nuestros gustos, empresas que moldean nuestros hábitos, instituciones que fijan los entornos en los que nos movemos, partidos políticos que actúan como correas de trasmisión de tales entramados.
El ejemplo más feroz tal vez sea el de las residencias de ancianos, convertidas en tuétano de un negocio global donde los residentes son meros activos financieros. De ahí que durante la pandemia de la covid murieran (solo en Madrid y abandonadas a su suerte) casi 8.000 personas mayores sin que nadie haya respondido por esta masacre todavía. La vida de una vieja o de un viejo institucionalizados no es más que una previsión de ingresos. Y si esto ocurre en el tramo final de la existencia, ¿por qué habría de ser distinto en las etapas anteriores? Los supermercados nos segmentan, las plataformas de entretenimiento nos perfilan, las aseguradoras nos calculan, los fondos inmobiliarios nos eligen o descartan como inquilinos garantizados. Cada uno de estos actores casi monopolísticos nos va colocando un collar invisible. Aunque no sintamos su tacto en la piel, podemos percibir, si prestamos atención, los tirones de la correa. Son nuestros amos.
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