‘Señoros’ de izquierdas
Nuestro hombre se camufla cual pulpo por arrecife hasta ganarse la obediencia de sus presas antes de entrarles a saco


El señoro de izquierdas es una subespecie pelín más evolucionada que el señoro a secas. El eslabón perdido entre el Homo erectus y el Babosus concienciatus. Merecería un capítulo, digo paper, propio en la revista Macho’s Nature, que procedo a patentar, no sea que se me adelante algún criptobro y la monetice. Nuestro hombre, Paco Jones en adelante por no levantar ampollas, puede ser octogenario, boomer, milenial o zeta. Aunque el grueso de los ejemplares españoles anda entre los 40 y los 60 años, como ciertos amigos del presidente del Gobierno, su seña de identidad no es su edad ni su fenotipo ni su hábitat, que puede ser desde un partido a un periódico, sino su capacidad de adaptación al medio.
A diferencia del señoro de derechas, que se gusta horrores y no tiene remilgos en pregonar su misoginia en cuanto coge confianza, nuestro espécimen es más taimado. Se camufla cual pulpo por arrecife adoptando los tips de feminismo que ha aprendido en el cursillo de diversidad del curro con el fin de trepar en la cadena trófica, mimetizarse con el entorno, protegerse de las chivatas depredadoras y acechar a sus presas hasta ganarse su obediencia y, entonces, entrarles a saco. Así, desdobla primorosamente el género entre señoras y señores, compañeras y compañeros, y amigas y amigos, y los más lanzados pueden hasta hablar en femenino y clamar que están hasta el coño de tanto machirulo, tía.
Da igual que sea hetero, homo o no binario; tampoco es la orientación ni la identidad sexual lo que lo define, sino el hecho de ver a las mujeres como iguales en teoría, pero creer a unos más iguales que otras en la práctica, y considerar, en el fondo de sus testículos, que las feministas son una panda de insatisfechas a las que les das la mano y se cogen el brazo. Simpático y rumboso como él solo, cuando por fin alguien se atreve a denunciarlo, ya se ha hecho con una camarilla de señores, y señoras, que le disculpan porque ya sabes cómo es Paco cuando se le calienta la bragueta, pero luego no es nadie y es buena gente: un señoro, sí, pero nuestro señoro. Nada nuevo bajo el agujero de la capa de ozono. La mala noticia es que aún pasa. La buena, que ya no cuela. A ver si, al final, van a ser los Pacojones y no las feministas de los ídem los que callen al perro.
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