El camino de vuelta del PSOE al liderazgo feminista
Confío en la inteligencia colectiva de mi partido y en que retome la agenda que nos representa

La historia reivindicativa de las feministas en el PSOE es, en gran medida, desconocida, excepto para nosotras, las feministas socialistas. Sin embargo, cada paso que hemos dado internamente se ha transformado en políticas públicas que han mejorado la vida de las mujeres y, en consecuencia, de la sociedad española en su conjunto.
La agenda feminista ha sido la nuestra dentro del partido. Ni una sola de las batallas emprendidas ha sido fácil. Algunas ganadas, otras perdidas, pero todas ellas han supuesto “bajas” de compañeras desde el punto de vista del poder político. También han tenido un coste personal, al ver truncadas sus legítimas aspiraciones y ambiciones.
La historia del feminismo se narra como una sucesión de olas, cada una centrada en reivindicaciones concretas. Cuando la democracia finalmente llegó a España, nos encontrábamos en la tercera ola: la más amplia y diversa, que abarcaba demandas de todo tipo. De todas esas reivindicaciones, subrayo en esta reflexión la participación igualitaria de las mujeres, un hito clave para la transformación de nuestra sociedad.
En el 31º Congreso Federal (1988) conseguimos que hubiera una representación del 25% de mujeres en las listas internas del PSOE. En el 34º Congreso Federal del PSOE (1997) se aprobó elevar dicha cuota al 40% para las candidaturas electorales internas y listas públicas del partido. De nada sirve avanzar en lo cuantitativo si lo cualitativo —el poder, la voz y la capacidad de transformar— no acompaña.
No conseguimos que las listas cremallera fueran aprobadas en un Congreso; finalmente se aprobaron en 2014 por la Comisión Ejecutiva. Viví aquel proceso de las listas cremallera en primera persona y fui una de las que terminaron en los cuarteles de invierno. No es grave: soy una más, y la lucha feminista siempre merece la pena. Se adoptaban nuestras propuestas al mismo tiempo que las feministas socialistas eran relegadas a la militancia de base.
A pesar de que el PSOE ha sido el artífice de la implementación de la agenda feminista en las políticas públicas desde el inicio de la democracia, cuando llegó la masiva manifestación del #8M de 2017, perdimos frente a Podemos, porque las feministas socialistas no contábamos con poder orgánico. Hablo de ideología: ganó su agenda queer frente a la nuestra —la feminista— que es un proyecto emancipador de las mujeres.
Esto ocurrió cuando ya se fraguaba la cuarta ola feminista en la que estamos, que ha puesto el foco en la violencia contra las mujeres y, en particular, en la violencia sexual. Así, mientras la agenda feminista reivindicaba el “Basta ya” frente a la violencia y el #MeToo frente a los abusos sexuales, se imponía una agenda identitaria que nada tiene que ver con el feminismo socialista.
Sin embargo, desde las bases hemos vuelto a marcar la agenda dentro del partido. Las declaraciones públicas de dirigentes y exdirigentes feministas y socialistas, así como la recogida de firmas iniciada en Málaga y seguida por otras provincias, han forzado un cambio. Se han producido ceses y suspensiones de militancia a compañeros acusados de acoso sexual.
Nuestro secretario general ha manifestado que reforzará el protocolo contra el acoso sexual. Pero, en esta ocasión, no hemos liderado. No es posible liderar cuando no se ostenta el poder. Y ha sido así hasta el punto de que el #SeAcabó se produjo antes en el fútbol —un deporte tradicionalmente masculinizado— que en el partido.
Confío en la inteligencia colectiva de mi partido y en que retome el liderazgo de la agenda feminista y del feminismo ilustrado que nos representa. Que lo haga por ideología, reconociendo que este es el feminismo que mejor representa a las mujeres españolas, y entendiendo que solo será posible contando con las feministas socialistas.
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