Ir al contenido
_
_
_
_
columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El jardín de las instituciones que se bifurcan

El sistema tradicional de contrapesos, concesiones y consenso ya no funciona. Ahora pensamos que hay que colonizar las instituciones porque de lo contrario perderíamos el poder

Daniel Gascón

Timothy Garton Ash apuntaba siete propuestas para proteger a las democracias del populismo: poder judicial independiente, organismo electoral autónomo, neutralidad de la Administración, medios con vocación de servicio público. En teoría, la mayoría estaríamos de acuerdo con casi todas; en la práctica, la cosa es distinta. Uno de los objetivos de Garton Ash y de tantos liberales es evitar la erosión institucional, pero es un empeño condenado a la melancolía. El sistema tradicional de contrapesos, concesiones y consenso ya no funciona. Ahora pensamos que hay que colonizar las instituciones porque de lo contrario perderíamos el poder: entonces nuestros adversarios podrían hacer lo que hacemos nosotros, y eso sería peligrosísimo. En vez de lamentarse, parece más prometedor profundizar en la tarea de la bifurcación de las instituciones. Ya que no vamos a estar felices con su funcionamiento, que cada cual escoja la suya. Así se genera un equilibrio. Por ejemplo, el Tribunal Supremo es un órgano de derechas. En cambio, el Tribunal Constitucional es un órgano “progresista”. No se sabe bien lo que significa progresista, pero describe una sintonía con la razón histórica del sanchismo, que puede ser veleidosa. De derechas es todo lo que no sea progresista esta semana. La función de las televisiones públicas, nacionales y regionales, es propagandística. Deben generar adhesión entre los votantes del partido que gobierne y rechazo en la oposición. Los organismos que promocionan la lengua también deben participar de la división: de ahí el enfrentamiento entre el Instituto Cervantes y la Real Academia Española. La Generalitat de Cataluña ha distinguido este año a Luis García Montero con el Premio Blanquerna. La Comunidad de Madrid tendría que crear uno (Fortunata, Paradox) y premiar a Santiago Muñoz Machado. Otra ventaja de esta separación es que nos exime del engorroso peaje de la ironía, que algunos definen como conciencia de la propia contingencia: el periodismo no debe ser activista, salvo en el activismo de mi causa; debe fiscalizar al poder, salvo cuando conviene estar a su servicio; y los ataques del ejecutivo a la judicatura están mal pero solo en el extranjero. La bifurcación de las instituciones puede parecer excéntrica, pero no es más que reconocer explícitamente lo que muchos dan por hecho, como indica el presidente del Gobierno cuando da a entender que otras instancias jurisdiccionales corregirán la condena del Tribunal Supremo a Álvaro García Ortiz. Como ocurre con la fragmentación de la verdad, gracias a esta bifurcación todos podemos estar contentos con lo que decidimos ver y nadie tiene por qué sentirse huérfano.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Gascón
Daniel Gascón (Zaragoza, 1981) estudió Filología Inglesa y Filología Hispánica. Es editor responsable de Letras Libres España. Ha publicado el ensayo 'El golpe posmoderno' (Debate) y las novelas 'Un hipster en la España vacía' y 'La muerte del hipster' (Literatura Random House).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_