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Columna
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Matar las humanidades

Cometemos un error al someter a los investigadores en literatura y filosofía a las mismas exigencias que a los de las ciencias exactas o naturales

Universidad publica
Diego S. Garrocho

A las humanidades las estamos matando quienes, supuestamente, deberíamos protegerlas. Custodiar nuestra tradición cultural debería ser una de las principales misiones de la universidad y, sin embargo, desde hace algunas décadas estamos sometiendo los saberes humanísticos a unas reglas que acabarán destruyéndolos. Aristóteles advirtió que es propio de insensatos aplicar a una ciencia los métodos y protocolos de otra. Pero me temo que ahora los humanistas pasamos más tiempo delante de una tabla de Excel que intentando desentrañar el acertado sentido de las palabras del sabio de Estagira.

Del mismo modo que una civilización coloniza a otra, las ciencias han extendido su influencia hasta someter disciplinas ajenas. Solo así se entiende que al ámbito de las humanidades se le hayan impuesto prácticas, métricas y discursos extraños a su propia misión. Hoy, un profesor universitario de historia medieval o de filosofía se ve obligado a transferir su conocimiento no en forma de libros, estudios o ensayos, sino en papers, pequeños textos estandarizados, disciplinados y uniformados al gusto de otras áreas de conocimiento.

Alguien creyó que las lecturas de un estudio sobre Petrarca podían contabilizarse igual que las escuchas de una canción de Kanye West. Pero la calidad de un papel en humanidades jamás podrá resumirse en las citas o los clics que genere. El investigador excelente que consagre su vida a un saber minoritario recibirá, a la fuerza, menos citas que un académico mediocre que estudie alguna cuestión de moda.

Las propias condiciones de investigación en humanidades están hoy amenazadas. Para prosperar en la academia, el humanista debe promocionar creando grupos de investigación, consiguiendo fondos, blandiendo sinergias, creando redes y utilizando con torpeza impostada un ridículo lenguaje gerencial. Todos lo aceptamos y colaboramos así en dinamitar los fundamentos de aquellos saberes que un día prometimos defender. Y es lamentable, porque nuestra labor podría ser infinitamente más noble.

Bastaría con tener un verdadero amor por las materias que cultivamos, contacto constante con las fuentes y, sobre todo, tiempo y silencio para estudiar. La situación es tan absurda que ahora te puedes encontrar a un supuesto experto en Salustio cogiendo un avión hacia Copenhague para hacer networking. Eso sí, sin llevar ni un libro en la maleta. Y no por falta de espacio, sino de costumbre.

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Sobre la firma

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho es profesor de Filosofía Moral en la UAM, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Autor de 'Moderaditos. Una defensa de la valentía política' (2025), 'El último verano' (2023), 'Sobre la nostalgia' (2019) y 'Aristóteles. Una ética de las pasiones' (2015). En 2021 ganó el Premio David Gistau de periodismo.
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