Ir al contenido
_
_
_
_
TRIBUNA
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Sébastien Lecornu, primer ministro bajo los escombros de la política de Macron

Al negarse a nombrar un jefe del Ejecutivo de la izquierda, el presidente contribuye a agravar la ingobernabilidad

Sami Naïr

Sin solución de continuidad, la crisis institucional francesa avanza como si nadie tuviera la capacidad de detenerla o de ofrecer un antídoto. La acusada fragmentación del panorama político en tres fuerzas antagónicas, pese a las coaliciones coyunturales entre los bloques principales, está tocando fondo por las divisiones existentes tanto a la derecha como a la izquierda: el centro de los macronistas y la derecha reformista, la extrema derecha, y la izquierda descompuesta por La Francia Insumisa, el Partido Socialista, el Partido Comunista y los ecologistas. Tan solo la agrupación de Marine Le Pen presenta una unidad coherente, lo que no es de extrañar. Este caótico campo de batalla es signo de la erosión paulatina de la legitimidad de la representación política desde hace más de una década, y resultado de un singular presidente de la República, Emmanuel Macron, que, elegido por primera vez en 2017, es ahora también primer ministro de hecho, con el nombramiento por segunda vez de Sébastien Lecornu, obediente “monje soldado”, como él mismo se califica. En su segundo mandato, que comenzó en 2022, Macron ya ha nombrado a cinco primeros ministros, incluidas las dos veces de Lecornu, como si los ofreciera en sacrificio de su inconsistencia política al rechazo inevitable de la Asamblea Nacional.

Este último nombramiento es un desenlace desesperado y, al mismo tiempo, una farsa. Un estado de consternación que no es, desde luego, nuevo: todas las fuerzas políticas, incluido el propio partido del presidente, dudan que Macron esté a la altura de gestionar esta crisis y que su política, que se reduce a la defensa de un dogma liberal a favor de los círculos financieros, tiende a bloquear, por su dureza y rigidez, el juego parlamentario democrático, y con ello, a hacer ingobernable la República.

Un ejemplo de la farsa macroniana lo hemos presenciado con la elección, a principios de septiembre, del primer ministro Sébastien Lecornu, que dimitió en los primeros días de octubre, al constatar, una vez más, la imposibilidad de alcanzar un consenso en torno al programa del presidente. Sin embargo, merced a la consigna presidencial de buscar una solución para evitar una nueva moción de censura haciendo algunas concesiones, aceptó cinco días después de su dimisión volver a ser primer ministro. Y dirigir un nuevo Gobierno enteramente fiel solo a la persona del jefe de Estado. Resulta un conjunto gris de ministros sin peso político, salvo Gérald Darmanin, el ministro de Justicia, reagrupados para hacer votar el presupuesto antes de fin de diciembre. Porque para Macron, dos meses y medio, es ya ¡visión de largo alcance! Este nuevo Gobierno está por supuesto condenado, salvo si Macron acepta, para evitar una nueva censura, tirar por la borda todo su programa.

Al negarse a nombrar al frente del Gobierno a un representante de la izquierda, que obtuvo la mayoría relativa, la más importante tras la disolución de 2024, no solo el presidente ha contribuido a agravar la ingobernabilidad que él mismo ha provocado, sino que ha inoculado una crisis de régimen. El bloque de la izquierda propone, entre otras medidas, la retirada de la reforma de las pensiones —es decir, la vuelta a la edad de jubilación a los 62 años y nueve meses—, un impuesto sobre el 0,01 % de las rentas más altas (que se han enriquecido escandalosamente al amparo de la política fiscal de Macron), el aumento del poder adquisitivo de las capas populares y la inversión en una estrategia coherente para el medio ambiente. Macron se niega a tocar su sistema de pensiones, pero como la relación de fuerzas ya no le es favorable, ofrece, para salir del bloqueo actual, “modular” su aplicación. Lecornu va más lejos y, para evitar la censura, propone en su discurso de política general, suspender la reforma hasta las próximas presidenciales hasta las próximas elecciones presidenciales. Ahora bien, la izquierda es férrea en esta cuestión y sabe que cuenta con el apoyo de la gran mayoría de los ciudadanos, que se movilizaron contra esta medida en 2023.

Todas las fuerzas políticas están de acuerdo para adoptar un presupuesto antes de finales de este año. Pero el “reincidente” Lecornu, secundando a Macron a la cabeza de un gobierno de desconocidos, enfrenta una situación aún más difícil que hace una semana, porque el bloque de los partidos que apoyaban hasta hace poco al presidente está ahora más fragmentado que nunca: sus jefes piden su dimisión o, peor, como Elisabeth Borne, ex primera ministra que la hizo adoptar, la retirada de la reforma de las jubilaciones. Mientras tanto, el único partido que saca provecho de esta crisis es el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen, que pide elecciones legislativas o presidenciales anticipadas. Con su impulsiva decisión de disolver la Asamblea Nacional en 2024,y su rechazo a respetar al voto mayoritario, el presidente ha ido tensando la grave situación en la que se encuentra el país. En 2017, en presencia del ex primer ministro socialista Bernard Cazeneuve, Macron manifestó que se congratulaba por haber destruido con su victoria los dos bloques de derecha e izquierda que dominaban la vida política francesa; Cazeneuve le respondió con estas palabras: “¡Quizás los hayas destruido, pero acabarás bajo sus escombros!“. Y ahí estamos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_