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Cartas a la directora
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Docentes al límite

Los lectores escriben sobre la atención personalizada en las aulas, las jornadas laborales de los sanitarios, las conversaciones telefónicas y el fallido ingreso de El Roto en la Academia de Bellas Artes

Varios alumnos leen en un colegio de Barcelona.

Todos los días decido a qué estudiantes voy a enseñar. Focalizo mi atención en las necesidades de unos pocos, porque la diversidad del aula es tan elevada que resulta imposible atenderlos a todos. Nosotros somos uno y ellos más de 30. Actualmente, la minoría son los que no necesitan atención personalizada y el grueso del aula se ha convertido en aquellos con necesidades especiales por motivos diferentes (problemas cognitivos, no disponer de un entorno familiar adecuado, problemas de salud mental, entre otros). ¿Cómo va un solo docente a atender todas esas necesidades mientras realiza sus tareas burocráticas y educativas en una sesión? ¿Somos superhéroes? ¿Se ha planteado alguien la imposibilidad del asunto? La educación no puede mejorar si no partimos de una bajada de ratios. Sin inversión económica no habrá una buena educación para nuestros hijos, y sin una buena educación se convertirán en marionetas en manos de aquellos que solo quieren personas incapaces de pensar por sí mismas.

Carla Belda Rubio. Valencia

Explotación

El otro día, le pregunté a mi hermano cuál era su horario de trabajo esta semana. “El jueves trabajo 12 horas”, me respondió. No me sorprendió. Es enfermero. Al igual que él, muchos otros enfermeros, médicos y demás personal sanitario realizan guardias de 24 horas y jornadas de trabajo interminables. Un cajero de supermercado se olvidaría de cobrar algún artículo después de 12 horas trabajando; una secretaria cometería errores ortográficos al redactar un email después de una jornada laboral de 12 horas. Pero un enfermero no puede permitirse cometer errores, porque podrían costar una vida. Que no se disfrace de vocación lo que es precariedad y explotación. Defender la sanidad pública también es exigir condiciones laborales dignas para los que la hacen posible.

Blanca Rodríguez Clemente. Terrassa (Barcelona)

La voz olvidada

Ayer sonó mi teléfono. No era un mensaje ni una notificación, sino una llamada real. Me sorprendió. En mi generación, hablar por teléfono se ha convertido en algo casi intrusivo, un acto reservado solo para emergencias o asuntos formales. Miré la pantalla y dudé antes de contestar. Era mi abuela. Su voz cariñosa, llena de pausas y risas, me hizo darme cuenta de cuánto extrañaba esas conversaciones espontáneas y la calidez de escuchar sin filtros, sin la frialdad de un teclado. ¿En qué momento dejamos de llamar, de escuchar la voz del otro? Quizás aún estemos a tiempo de volver a marcar un número sin previo aviso, sin miedo a interrumpir, solo por el simple deseo de estar presentes.

Carla Moratalla de la Torre. Madrid

El Roto

Llevo 50 de mis 69 años leyendo a diario EL PAÍS, periódico a cuya salida contribuyó económicamente mi padre en aquellos oscuros tiempos. Leo la noticia del rechazo al ingreso de El Roto a la Academia de Bellas Artes y no puedo por menos que sentir una profunda decepción por la deriva de esta sociedad del siglo XXI ante quien es, para mí, el mejor viñetista que he conocido. Su viñeta diaria es lo mejor del periódico, y él tiene méritos sobrantes para estar en esa academia tan pacata.

Carmen Chillida Belzunce. Madrid

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