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TRIBUNA
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El genocidio impune contra los palestinos continúa

La violación por Netanyahu del alto el fuego ha sido alentada por Trump para culminar la devastación de Gaza. Y nadie en Europa y en Oriente Próximo es capaz de oponerse

Familiares de palestinos muertos en los bombardeos israelíes, este miércoles en el Hospital Bautista Árabe Al-Ahli, en Ciudad de Gaza.
Sami Naïr

La masacre perpetrada el martes por Benjamín Netanyahu en Gaza es solo la primera gota de un programa, varias veces reiterado, de aniquilación del pueblo palestino; se inscribe, además, en el plan global de deportación ideado por Donald Trump para limpiar étnicamente Gaza y apoderarse de su territorio y de su litoral, favoreciendo así el imperialismo agresivo de EE UU. Este objetivo depredador se extenderá inevitablemente a la colonización total de Cisjordania. Desde el comienzo de la contienda, todos los días aparecen nuevos colonos en busca de las tierras de los palestinos asediados: el juego de la especulación sobre la sangre palestina impunemente derramada se sirve al mejor postor, y no espera. Ya existen proyectos inmobiliarios de “reconstrucción” israelí que acechan en la Gaza destruida. Mientras, el mundo centra su mirada sobre Ucrania, que pronto será repartida al son de los intereses del flamante cortejo entre Trump y Vladímir Putin.

La violación del incómodo alto el fuego que Netanyahu firmó bajo el amparo del entonces presidente estadounidense Joe Biden ha sido alentada por Trump para culminar, de una vez, la devastación de Gaza. Y no hay nadie, por lo menos en Europa y en Oriente Próximo, capaz de oponerse a los designios imperialistas del mandatario norteamericano. Las tres grandes potencias —Francia, Reino Unido y Alemania— siguen aletargadas, utilizando una retórica de medida indignación que difícilmente oculta su antiarabismo histórico y su islamofobia.

La sempiterna culpabilidad de los europeos por el Holocausto contra los judíos en el siglo XX se está pagando hoy con los cuerpos desgarrados de los palestinos, que lloran en sus tumbas como los judíos exterminados por los nazis. Europa demuestra, de nuevo, su cobardía y su complicidad ante el genocidio del pueblo palestino. Ahora que la única voz honorable y digna que hablaba en nombre de la Unión Europea, la voz de Josep Borrell, ya no está presente, los dirigentes de las instituciones comunitarias prefieren susurrar perífrasis de condena para no señalar a los culpables: “La violencia debe detenerse… Todos los rehenes deben ser liberados... La ayuda humanitaria debe ser restablecida…”. Ante la matanza en los bombardeos israelíes de más de 400 personas inocentes, Europa sigue mostrando el rostro de la política de doble rasero.

Por otra parte, no es un misterio histórico entender que una sociedad supuestamente democrática como la israelí, que lleva en sus genes desde su nacimiento el culto de la memoria de la opresión y del genocidio, ponga en manos de sus dirigentes legítimamente elegidos la planificación y práctica, a gran escala, de la matanza de sus vecinos. Recuerda la leyenda de Kurtz, el filántropo héroe de El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, quien, mientras gritaba “¡el horror, el horror!”, condenaba a los africanos martirizados al horror de la dominación más absoluta y cruel. Israel, hasta 1967, vivía en un permanente estado de temor y amenaza; desde su victoria en aquella contienda, se ha convertido en una potencia dominante en Oriente Próximo, dotada de armamento nuclear y de destrucción masiva, y hoy encarna la hibris de la fuerza pura y del odio contra su entorno. Ilustrativa ha sido la invitación hecha por Isaac Herzog, el jefe del Estado israelí, a Jordan Bardella, jefe del partido de extrema derecha francesa de Marine Le Pen, para que visite Israel este mes. Bardella desató el entusiasmo cuando se dispuso a vociferar eslóganes de odio contra los árabes y musulmanes.

No es, sin embargo, una evolución natural, sino, como muchos historiadores y sociólogos israelíes han apuntado, el resultado de una construcción mental desarrollada por partidos de extrema derecha aliados con integristas religiosos fanáticos durante los últimos 25 años de gobierno. De ahí que haya encontrado un idóneo punto de fusión ideológica con Trump, que quiere hacer de la fuerza la única regla de las relaciones internacionales.

La tragedia que padece el pueblo palestino no sólo se deriva de esa incalificable crueldad del poder israelí. También es el resultado del fracaso histórico de sus propios movimientos, organizaciones y aparatos de gestión administrativa. La Autoridad Palestina ha devenido en una organización corrupta en la que pocos confían, pese a ser respaldada por los regímenes árabes, y el fundamentalismo armado de Hamás tampoco ha sido capaz de ofrecer una alternativa realista. Para oponerse al plan de exterminio global que prevén tanto Trump como Netanyahu, los Estados árabes han presentado este mes un plan viable de paz, que propone la reconstrucción de Gaza con su apoyo y plantea descartar a Hamás, controlar a la Autoridad Palestina y, lo más importante e innovador, crear una fuerza de interposición internacional de la ONU entre Israel y Gaza. Es la última oportunidad para los palestinos y los israelíes favorables a la paz en la región. Si fracasa, el caos de una guerra global será inevitable, pues el pueblo palestino no aceptará su aniquilación sin luchar hasta la última gota de su sangre. Porque entre Israel y Palestina, el genocidio no es ninguna opción.

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Sobre la firma

Sami Naïr
Es politólogo, especialista en geopolítica y migraciones. Autor de varios libros en castellano: La inmigración explicada a mi hija (2000), El imperio frente a la diversidad (2005), Y vendrán. Las migraciones en tiempos hostiles (2006), Europa mestiza (2012), Refugiados (2016) y Acompañando a Simone de Beauvoir: Mujeres, hombres, igualdad (2019).
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