Ucrania es el ejército europeo
En 2022, Europa creyó que Rusia era una amenaza real para su seguridad. Ahora llega el momento de la verdad

El Ejército europeo ya existe: es el de Ucrania. Llevamos tres años apoyándole en la defensa de nuestros valores y fronteras. La pregunta que se debe hacer la Unión Europea en adelante es si puede sostener esta guerra, y por extensión, su propia seguridad, ahora que Donald Trump ha decidido darnos la espalda y comprar ciertas narrativas rusas. Es decir, si nos implicamos hasta el final para que los ucranios puedan negociar una paz justa, o si nos creemos que la Unión realmente debe pintar algo en el mundo que viene.
A fin de cuentas, de nada sirve lamentarse porque Estados Unidos nos ningunee en la mesa negociadora: es evidente que la Unión no genera respeto entre las grandes potencias actuales. Mientras que los enviados de Trump y Vladímir Putin se reunían en Riad, en Europa nos hicimos una foto en París sin llegar a ningún acuerdo. Lo que el realismo internacional opina de la Europa actual ha quedado claro y no es culpa del mundo: no somos autónomos ni fuertes defensivamente. Quizás tenga que ver con que Ursula von der Leyen no haya asumido a estas horas el liderazgo de una situación tan crítica, o no hayamos hecho los deberes militares en tres años de invasión. No se trata de estar en infinitas mesas negociadoras porque “así son los procedimientos de los Estados miembros”, sino de que la Unión aporte un plan de acción, una idea, sobre cuál es nuestra posición o qué pensamos hacer en adelante.
Sin embargo, esta indefensión aprendida por parte de la UE será de procedimientos, de falta de costumbre ante décadas de dependencia americana, pero en absoluto es de objetivos o fines. Cabe recordar por qué apoyamos a Ucrania en 2022. Europa creyó en ese momento que Rusia era una amenaza real para su seguridad: partidos que desestabilizan nuestras democracias paseándose por el Kremlin, desinformación, y años constatando que el apaciguamiento de Angela Merkel no evitó que Rusia siguiera invadiendo países o nos chantajeara con la energía, pese a tener acuerdos comerciales con Moscú. El Ejército europeo fue de facto en 2022 el ucranio, país que entendimos como dique de contención del mundo como lo conocemos. Tanto es así, que fuimos más lejos que nunca en nuestras capacidades comerciales, militares y diplomáticas: sancionamos a Rusia, mutualizamos la compra de armas, y rompimos muchos de los acuerdos con el país invasor. Sería engañarse creer que todo eso lo hicimos por mero altruismo.
En consecuencia, llega el momento de la verdad. Si no ofrecemos ninguna respuesta, se nos verá el plumero: a saber, que quizás solo nos subimos al prestigio de la causa ucrania, sin aceptar que ello algún día nos obligaría a ser coherentes con la visión del mundo que dijimos defender. Es precisamente el camino que Trump lleva años señalando: si queréis defensa, europeos, pagad por ella.
De hecho, la historia europea siempre se ha construido como respuesta a las amenazas interiores y externas, raramente en momentos de certidumbre. No todos nuestros vecinos comunitarios tienen los mismos intereses: que pregunten a los países bálticos o los del Este sobre el precedente que puede sentar ante Rusia abandonar a los ucranios ahora a su suerte, algo que no parece asustar en España. Sin embargo, el mundo ha girado tanto, que nuestra pasividad se torna en debilidad colectiva a medida que pasan las horas. Trump culpa ya a Volodímir Zelenski por la guerra, mientras aboga por que haya elecciones en Ucrania, acción que solo serviría para reconocer de tapadillo las fronteras resultantes de la invasión. Es decir, integrando buena parte del relato o intereses del Kremlin, alejándose del entendimiento con Bruselas.
Se abren varios caminos a futuro para Europa. En el largo plazo, tocará abordar debates como desarrollar un ejército europeo.
En el corto plazo, está nuestra posición ante Ucrania. Trump no ha cerrado la puerta a que le compremos las armas a Estados Unidos y se las entreguemos a los ucranios para apuntalar su posición en unas futuras negociaciones. Otra opción es que ese arsenal se fabrique en la UE, aunque la pregunta es si podremos reemplazar la ayuda americana al mismo ritmo, o mediante sus mismos sistemas avanzados. Según algunos analistas, pese a haber incrementado en un 50% nuestra capacidad de producción de munición desde 2022, e incluso, pese a que los Estados miembros de la UE y los aliados europeos de la OTAN estén gastando 150.000 millones de euros más al año en defensa que en 2014, la UE ha tenido dificultades para abastecer a Ucrania a su debido tiempo. Una opción complementaria sería elevar nuestro gasto militar a través de fórmulas como la emisión de deuda, algo que deslizó Josep Borrell.
En definitiva, sería cínico vender que el riesgo para Europa es el de entrar en una guerra: ya llevamos tres años metidos en ella. La pregunta es si estamos dispuestos en adelante a asumir nuestra autonomía militar o defensiva, más allá de las buenas intenciones. Resulta que ya tenemos un ejército combatiendo en el frente, por circunstancial que sea, pero parece que nadie se había dado cuenta o sabía de sus consecuencias. He aquí nuestra ceguera, nuestra indefensión aprendida, o nuestra hipocresía.
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