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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una bandera en Marte. Wetpatsy

El gesto de Elon Musk clavando con furor una bandera imaginaria en la superficie de Marte debe leerse en el contexto de los proyectos colonialistas e imperialistas. No es solo Marte, es Groenlandia, es México, es Panamá, es cualquier lugar del mundo en el que Estados Unidos puede intervenir o se puede anexar

Elon Musk
Elon Musk hace lo que parece ser un saludo nazi durante un evento de la investidura de Donald Trump, el 20 de enero en Washigton.Christopher Furlong (Getty Images)
Yásnaya Elena A. Gil

Pareciera que la humanidad, o más bien las élites del mundo, no aprendieron nada sobre las dos grandes guerras mundiales, parece que su memoria es convenientemente corta. Después de esas debacles, después del fascismo y del terror, se crearon algunos entramados internacionales para prevenir genocidios y potenciar los derechos humanos pero, como ya bien lo sabemos, esos entramados se han revelado endebles, irrelevantes, sin influencia para frenar las guerras, el sufrimiento y la eliminación sistemática de un pueblo. El horror continúa ahora potenciado por inteligencia artificial y tecnología de punta, durante los últimos meses un genocidio se ha estado transmitiendo en nuestras pantallas, capturadas ya por los grandes conglomerados tecnológicos cuyos directivos escoltaron la toma de posesión del nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, el mismo personaje que alentó a sus huestes a asaltar el Capitolio hace cuatro años entre muchos otros episodios que han dinamitado el supuesto compromiso democrático del país vecino. A pesar de todo, a pesar de los cargos judiciales que enfrentó, a pesar de todas las irregularidades y delitos cometidos, ningún andamiaje legal lo pudo frenar, ganó de nuevo las elecciones y ante los desorbitados ojos del mundo regresó más radical, más rabioso, más cínico y acompañado muy cercanamente de personajes como Elon Musk, fundador de Tesla y la persona más rica del mundo según la revista Forbes.

Durante el “desfile presidencial” con motivo de la toma de posesión de Trump, Musk dio un entusiasmado discurso que desató una fuerte controversia porque incluyó el clásico saludo nazi. Sus admiradores han negado la alusión nazi, sus críticos han explicado los alcances y las implicaciones de ese gesto. No quiero negar la gravedad del saludo utilizado por Musk pero ahora me quiero centrar en otro de los gestos con los que acompañó sus palabras: Elon Musk clavando una bandera imaginaria mientras mencionaba con entusiasmo la posibilidad de que ahora el proyecto político asociado a Trump sea llevado a Marte. Para él, haber ganado la elección no representa cualquier triunfo, representa el futuro de la civilización, es un parteaguas. Pidió al público, con gesto enardecido, que imaginara a los astronautas, los de Estados Unidos por supuesto, plantando su bandera en la superficie marciana.

Una vez más en la historia, las palabras de Musk relacionan un propósito colonialista con un proyecto civilizatorio; se justifica un imaginario imperialista porque llevará el proyecto de las “cosas sensatas” a otro planeta. La imagen funciona en espejo, se nos regresa a la Tierra: no es solo Marte, es Groenlandia, es México, es Panamá, es cualquier lugar del mundo en el que Estados Unidos puede intervenir o se puede anexar, solo que ahora no necesitan mayor justificación, si pueden soñar con Marte es porque pueden soñar con apropiarse de todo el mundo sin tener que inventarse ninguna defensa de la democracia para ello.

En medio de la Guerra Fría, la imagen de la bandera estadounidense plantada en la superficie de la Luna tenía un claro propósito político. Haber llegado a un punto de la historia en el que era posible alunizar personas en el único satélite natural de la Tierra fue más bien un logro de toda la humanidad, todo el cúmulo de conocimientos creado por tan distintas culturas y naciones a lo largo de siglos hizo posible la hazaña, pero, a pesar de esta verdad, no se utilizó un símbolo que representara a toda la humanidad, no fue un símbolo del planeta Tierra, fue la bandera de un estado-nación la que se colocó en la Luna, un gesto imperialista por excelencia.

Cristóbal Colón escribió en su diario que el 12 de octubre de 1492, al pisar tierra, sacó el Estandarte Real con la representación del Águila de San Juan y las armas de Castilla y Aragón además de la llamada bandera capitana que contenía una cruz verde y las iniciales de los Reyes Católicos; en la iconografía alusiva se representa a Colón clavando bandera en las tierras que serán colonizadas, explotadas y sojuzgadas en adelante. El gesto de Elon Musk clavando con furor una bandera imaginaria en la superficie de Marte debe leerse en el contexto de los proyectos colonialistas e imperialistas, Musk alude y refuerza esta idea en el imaginario popular.

Por otro lado, como ya muchos expertos lo han explicado, enviar a personas ya sea a la Luna o a Marte responde siempre a proyectos políticos más que científicos, son proyectos increíblemente caros, muy riesgosos y no son prioritarios para la ciencia. Hay un cúmulo de proyectos científicos que involucran el conocimiento del cosmos que son más necesarios que enviar a humanos a Marte. Mientras Elon Musk nos habla de sus delirios imperialistas interplanetarios, el observatorio astronómico Paranal en Chile, uno de los más importantes del mundo, está siendo amenazado por una iniciativa capitalista: un megaproyecto industrial que incluye la producción de hidrógeno y amoniaco pone en riesgo el funcionamiento del observatorio.

Más allá de la factibilidad del sueño marciano de Musk, lo que pone en relieve con su gesto y sus palabras es la glorificación del viejo proyecto colonialista de siempre que pretende ahora convertir Marte en mercancía e insumo para ese mercado capitalista que enriquece a unos cuántos; si aceptamos que puede suceder con Marte entonces será aceptable que lo hagan con lo que aún nos queda de planeta Tierra. Y hacia allá está jalando la cuerda.

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