No me quiten la ilusión
“Ir de frente” está sobrevalorado. Llevamos siglos yendo de frente con resultados catastróficos. Tendríamos que vivir una temporada de espaldas los unos a los otros


La Iglesia ha repartido a los medios una foto en la que el papa Francisco aparece de espaldas. Significa que va estando mejor, pero de espaldas. Se trata, en fin, de una muestra, una más, de la diplomacia vaticana, famosa por la ambigüedad de sus mensajes. Los comunicados verbales sobre la salud del Sumo Pontífice comenzaban a aburrir por repetitivos, así que había que hacer algo.
— Mostrémoslo ya — sugirió el jefe (o la jefa) de prensa.
— Aún no está en condiciones de ser visto — refutó un cardenal.
— Lo fotografiaremos de espaldas — decidió finalmente la curia, signifique lo que signifique eso.
La idea es genial. De espaldas, todos damos nuestro mejor rostro. Si en vez de mostrar el haz de los conflictos de este mundo, pudiéramos enseñar su envés, las noticias no nos harían tanto daño. De hecho, hay días en los que castigo a la tele cara a la pared para ver el telediario por detrás. Lo de “ver” es un decir, un modo de hablar, pero me duele menos de ese modo.
Me pregunto qué ocurriría en el mundo si, de súbito, todos nos pusiéramos de acuerdo en caminar de espaldas, en vivir de espaldas, en trabajar de espaldas y en dormir bocabajo. De momento, se acabarían las guerras, pues es muy difícil dispararse en semejante postura. Es muy difícil atinar, muy complicado batir al enemigo. No tendríamos enemigos, de hecho. “Ir de frente” está sobrevalorado. Llevamos siglos yendo de frente con resultados catastróficos. Lo que ha conmovido de la foto del papa a devotos y ateos es imaginar su rostro. ¿Cómo será para que hayan preferido ocultarlo?
Tendríamos que vivir una temporada de espaldas los unos a los otros. Al comprobar lo difícil que es abrazarse en tal postura, acabaríamos tarde o temprano dándonos la vuelta y entonces valoraríamos, asombrados, la funcionalidad de los brazos y la belleza de los labios y ya nunca más querríamos matarnos. No es cierto, pero es una ilusión. No me la quiten.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
