Un ágora europeo por favor
Los lectores escriben sobre las redes sociales, las carencias de la justicia en la atención a las víctimas de violencia sexual, el consumo de ansiolíticos, y los estudiantes que compaginan los estudios con un trabajo
Somos animales sociales y por eso necesitamos un espacio para relacionarnos. Pero también somos animales avariciosos, y por eso Zuckerberg compró Instagram y WhatsApp para tener el control de todos los ágoras del planeta, que no es cualquier cosa. El problema es que este hombre se ha pasado de vueltas y ha empezado a susurrarme al oído cómo tengo que comportarme, qué debo comprar y a quién debo votar para hacer a mi país más grande. Yo, que llevo 15 años en Facebook y he notado cómo se iba enrareciendo su atmósfera hasta hacerla irrespirable, he decidido irme de allí. Pero tengo un problema, y es : ¿a dónde ir? ¿Hay algún otro lugar donde pueda relacionarme, sin que nadie me acose, con los amigos que me siguen? La Comunidad Europea debe crear y gestionar un espacio neutro en el que todos nos sintamos cómodos. Es una cuestión de supervivencia: de la suya, por supuesto, pero también de la nuestra. Y es urgente. Muy urgente.
Julio Fernández Brun. Madrid
Desamparada
En ningún ámbito estamos protegidas. Elisa Mouliaá recibe un trato vejatorio por parte de la justicia de este país. Iustitia —lo justo—, el étimo latino, debe estar retorciéndose en su tumba viendo cómo la justicia nos abandona. Abandona a Elisa Mouliaá en un juzgado. Abandona a la mujer que denuncia. Abandona a la mujer que no denuncia. Nos abandona cuando abusan de nosotras. Cuando nos acosan o nos amenazan. En la calle, en casa, en el coche, en el centro de salud, en un instituto, en un comercio, en la lucha por nuestros derechos que son derechos humanos, en una guerra, en las redes, en el agujero negro en el que acabamos tras un trauma. En los más oscuro. Nos abandona. No es “lo justo”. De todo esto tengo ejemplos, pero me extendería demasiado y, sobre todo, ¿quién me creería?
Iuliana S. Apostu. Valencia
Malestares y posnombres
Es increíble la capacidad imaginativa de Juan José Millás para describir en su columna Vivir en los posnombres. Como médico de familia en un centro de salud, y tras más de 30 años de experiencia, me ha tocado prescribir numerosos fármacos que solo eran “tiritas sintomáticas” para los complejos problemas de la vida cotidiana de las personas: precariedad, exclusión social, maltrato psicológico, acoso laboral, desavenencia conjugal, y múltiples desigualdades en salud, que no se curan, ni se alivian con medicamentos. Esto solo refleja la necesidad de políticas públicas y de recetar más actividad social y cultural (alimentar el alma, también cura); y trabajar la cohesión social y la vida comunitaria de los barrios.
Aurelio Duque Valencia. Valencia
Más empatía
En las universidad es fundamental que los docentes sean conscientes de las realidades de sus alumnos, especialmente de quienes compaginan estudios y trabajo para salir adelante. Sin embargo, presencié recientemente cómo un profesor le decía a un estudiante que faltar a clase por motivos laborales no era su problema y que, si no podía permitirse estudiar, quizá debería dejar la carrera. Este tipo de comentarios, además de desmotivadores, muestran una preocupante falta de empatía.
Mateo Basanta Martínez. Almería
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