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RED DE REDES
Columna
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Lo que hacía Elon Musk era parar un taxi

Trump y sus aliados captan nuestra atención con mensajes delirantes mientras el presidente firma decretos que nos perjudicarán a todos

Elon Musk, en un momento de su discurso en la ceremonia de inauguración de la segunda legislatura de Donald Trump.
Elon Musk, en un momento de su discurso en la ceremonia de inauguración de la segunda legislatura de Donald Trump.Mike Segar (REUTERS)
Jaime Rubio Hancock

Nos esperan cuatro años de cenar tortilla de ibuprofeno cada noche, porque la turra trumpista viene con el volumen al máximo. Donald Trump no lleva ni una semana de presidente y ya hemos pasado por varias crisis de comunicación. La más llamativa ha sido la provocada por Elon Musk: durante su discurso tras la toma de posesión de Trump hizo (dos veces) un saludo nazi, pero no era un saludo nazi porque en realidad solo entregaba su corazón al público con un gesto que, por una tremenda casualidad, era calcado a un saludo nazi. Aunque ¿por qué no pueden ser las dos cosas? Lo nazi no es incompatible con lo cursi.

Por supuesto, entrar en X no aclaraba la polémica: muchas cuentas de derechas defienden que era un saludo fascista, pero sobre todo con el objetivo de redoblar la indignación de la izquierda. Otras sostienen teorías que parecen sacadas de una búsqueda rápida en Google, como la de que Musk hizo el saludo Bellamy, con el que los alumnos hacían el juramento a la bandera en las escuelas estadounidenses hace un siglo. Puede ser, por qué no; también podría estar parando un taxi, pero está bien mencionar que las escuelas cambiaron ese saludo en los años cuarenta porque, en fin, se parecía al saludo fascista y quedaba feo. Musk, date cuenta.

Hubo más, y recibió hasta España. El acrónimo “BRICS” se coló entre los asuntos más comentados en X este martes, y no fue por los aficionados a la geopolítica. Un periodista preguntó a Trump por el bajo gasto en defensa de algunos países de la OTAN, como Francia y España. Tal y como recoge la crónica de Miguel Jiménez en EL PAÍS, Trump dijo que sí, que esos países gastaban poco, y luego metió a España entre los BRICS, el acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica… Ni uno cerca y ni uno en la OTAN: “¿Son un país BRICS? Bueno, son un país BRICS. España. ¿Sabes lo que es un país BRICS? Ya lo averiguarás. Pero si los países BRICS quieren hacer eso [quizá en referencia a su moneda alternativa], está bien, pero vamos a poner al menos un arancel del 100% en los negocios que hagan con Estados Unidos. ¿Sabes lo que es BRICS? Sabes lo que digo. Así que esto no es ni siquiera una amenaza. De hecho, desde que hice esa declaración, Biden dijo: ‘Bueno, nos tienen con el agua al cuello’. Y yo dije: ‘No, los tenemos nosotros con el agua al cuello”.

La declaración de Trump no tiene ningún sentido en ningún idioma. Si un amigo me dice algo parecido, lo llevo al médico de inmediato.

No son solo anécdotas. Nos ayudan a entender qué clase de gente planea destrozar el mundo en los próximos cuatro años. El problema es que estas chaladuras, como la de comprar Groenlandia, captan casi toda nuestra atención en las redes y fuera de ellas. A Trump, Musk y sus aliados, también en España, se les da muy bien ocupar tiempo, tuits y titulares. Llevan más de 10 años haciéndolo, y seguimos entrando al trapo. Marcan los temas del día, aunque no siempre voluntariamente, y los imponen en sus términos: los inmigrantes comen perros y eso no era un saludo nazi, le ha dado un tirón. Mientras tanto, prestamos menos atención a los decretos de Trump, que dan forma a su populismo provinciano y racista, y que afectarán a la crisis climática, a la cooperación internacional y al futuro de millones de personas que han nacido al otro lado de una frontera.

Por suerte, hay gente que sí está atenta. Trump y su vicepresidente, J. D. Vance, asistieron el martes a una misa oficiada por la obispa episcopal de Washington, Mariann Budde, quien en su sermón pidió al presidente que reconsidere sus ataques a personas desprotegidas: “En el nombre de Dios, le pido que tenga piedad de las personas de nuestro país que tienen miedo ahora”. Budde se refería a las personas de la comunidad LGTB, en especial los menores, y a los inmigrantes y refugiados. “Puede que no sean ciudadanos ni tengan la documentación adecuada, pero la inmensa mayoría de los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son fieles miembros de nuestras iglesias y mezquitas, sinagogas, gurdwaras y templos”.

A Trump no le gustó la misa. Dijo que podría haber sido mucho mejor. Demasiado humana y demasiado cristiana para él, supongo.


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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Redactor en Ideas y columnista en Red de redes. Antes fue el editor de boletines, ayudó a lanzar EL PAÍS Exprés y pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor. Estudió Periodismo y Humanidades, y es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', y de la novela 'El informe Penkse'.
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