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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Biden indulta a Biden

Con el perdón a su hijo, el presidente incumple su palabra, mancha su legado y complica aún más la oposición a Trump

Joe Biden y su hijo Hunter
El presidente de EE UU, Joe Biden, y su hijo, Hunter Biden, pasean por Nantucket, el viernes 29 de noviembre.Jose Luis Magana (AP/LaPresse)
El País

Una incómoda mezcla de incredulidad, vergüenza y miedo recorre el Partido Demócrata de Estados Unidos después de que el presidente Joe Biden anunciara el domingo un perdón presidencial total para su hijo Hunter, condenado por la adquisición y posesión ilegal de un arma y pendiente de otro caso de delito fiscal. Biden había reiterado durante todo el proceso su confianza en la justicia y que no utilizaría el cargo para beneficiar a sus familiares. La Casa Blanca aún insistía en esta negativa el mes pasado. La decisión, a 50 días de dejar el cargo, es una mancha de indignidad en el currículum del presidente que fue elegido, entre otras cosas, para acabar con el nepotismo sin complejos de Donald Trump.

El perdón presidencial es en EE UU una figura constitucional que permite una arbitrariedad prácticamente sin límite y bastante excepcional en las democracias. Las reglas no escritas exigen usarlo con prudencia, aunque siempre ha habido perdones polémicos. Pero incluso en ese contexto, el comunicado de este domingo pasará a la historia. Biden afirma que su hijo ha sido “procesado de forma injusta y selectiva” por ser quien es. También, que cree en la justicia, pero que “la política descarnada ha infectado este proceso y ha derivado en una injusticia”. El perdón es “total e incondicional” para todos los delitos que haya cometido “o haya podido cometer” en los últimos 10 años. Es decir, está blindado frente a cualquier investigación futura.

Hunter Biden, de 54 años, es el segundo hijo del presidente, ha tenido problemas de adicciones y siempre ha estado envuelto en una sombra de sospecha respecto al uso que ha hecho de su apellido para abrirse camino. Es cierto que los republicanos lo han perseguido sin descanso para manchar de corrupción a su padre. Pero no lo han conseguido. Al final, ha sido el propio Departamento de Justicia (fiscalía) de Biden el que ha llevado los casos, con jueces independientes y con un jurado popular que lo condenó por unanimidad. La misma fiscalía que ha imputado a Trump delitos muy graves y la misma que exculpó a Biden en otra investigación.

“Espero que los americanos entiendan por qué un padre y presidente ha tomado esta decisión”, ruega Biden. El problema es que él mismo lleva años haciendo gala de separar una cosa de la otra. Sus razones son las mismas que ha utilizado Donald Trump para descalificar las imputaciones contra él. Ahora ha dañado los argumentos contra la arbitrariedad de su rival, que llega a la Casa Blanca dispuesto a utilizar el perdón incluso para los condenados por el asalto al Capitolio. En los próximos dos años, cualquier límite al poder de Trump está en manos de los republicanos moderados en el Congreso. Esta decisión es un incentivo para ser más comprensivos con presidente electo, pues desarma a quienes creen que hay una manera decente de ejercer el poder, y que merece la pena defenderla.

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