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Columna
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Conquistadores

Son fuerzas invasoras acostumbradas al sometimiento. No sienten respeto por los indígenas que van a trabajar y se reúnen en torno a la hoguera de una cuenta humilde de banco

Donald Trump y Elon Musk, en Brownsville (Texas) el 19 de noviembre.
Donald Trump y Elon Musk, en Brownsville (Texas) el 19 de noviembre.Brandon Bell (REUTERS)

Llegan a tierra en su avión privado. Un coche espera en el aeropuerto para conducirlos a sus oficinas. Observan desde la ventanilla el paisaje humano de la ciudad. En los semáforos, hay muchos seres desnudos de cintura para arriba, bombachas y alpargatas, las caras pintadas con rayas blancas, las pieles morenas y el cabello sonriente. Detenidos en un semáforo, los conquistadores examinan los pechos de las jóvenes que cruzan por delante. Una lascivia depredadora conmueve sus ojos. Pero son navegantes disciplinados. Primero deben reconocer las minas de oro del lugar, los jarrones de plata, todo lo que está escondido en la ciudad. Cuando hagan el inventario, hablen con los virreyes y firmen sus contratos, podrán salir a la selva de los rascacielos en busca de carne joven.

Actuarán con extrema libertad. La palabra operación tiene un significado cambiante. Los conquistadores no son médicos. En el mundo de los negocios, operación tiene que ver con otra labor profesional, almirantes de la inversión y las batallas especulativas. Son fuerzas invasoras acostumbradas al sometimiento. No sienten respeto por los indígenas que van a trabajar y se reúnen en torno a la hoguera de una cuenta humilde de banco. Más que servicios públicos, los indígenas necesitan brujos para luchar contra las enfermedades y hechiceras para transmitir los saberes. ¿Impuestos? Mejor el albedrío del saqueo y acumulación. Su deber es llenar bodegas, controlar redes sociales, cortar las ramas de la política, imponer la civilización del más fuerte por tierra, mar y aire.

Los sacerdotes de su religión mercantil enseñan la biblia del sálvese quien pueda. La ley de la selva tiene ahora sus propias fieras librecambistas que trepan por los edificios para entrar en las chozas de la población. Sus dioses no son incompatibles con el descuartizamiento de los cuerpos, las instituciones nacionales y los organismos internacionales.

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