Errejón y la impostura
La hipocresía del exdiputado se condena con énfasis exagerado, en parte para ocultar la propia
Empiezas defendiendo a dictadores que violan los derechos humanos y acabas tocando el culo sin permiso a una mujer en un festival en Castellón, algo que al parecer en Más Madrid no saben que es un delito o creen que es un delito según quien lo haga. La aportación de Íñigo Errejón a la política española ha sido un lenguaje oscuro e intelectualmente fraudulento que pretendía camuflar ideas equivocadas, una pedantería que apenas encubría una visión antipluralista y demagógica. Las noticias de presuntas agresiones y trato vejatorio muestran la hipocresía de su discurso. El feminismo solo era un pretexto. Decir que la izquierda ha reaccionado rápido, tras ocultar una denuncia, resulta poco creíble. Como él defendió los linchamientos y condenó acciones menos graves que las suyas, es difícil ser piadoso. Veremos qué deciden los tribunales. Hay conductas potencialmente delictivas y hay comportamientos moralmente reprochables e incompatibles con la representación política. También sería lamentable que un movimiento a favor de la emancipación de las mujeres termine infantilizándolas y considerándolas por defecto víctimas o menores de edad.
La hipocresía del portavoz se condena con énfasis exagerado, en parte para ocultar la propia. Es feo por parte de quienes fueron sus compañeros. Es grotesco en otros: Otegi ha dicho que está “afectado y tocado”, el pobre. Pero el ensañamiento también es un error por parte de sus adversarios ideológicos, porque si uno está en contra de los linchamientos y a favor de las garantías judiciales debe estarlo siempre. En vez de actuar contra el agresor concreto, o de crear protocolos para impedir esa conducta, la solución que han propuesto en Sumar son cursillos ridículos, condenas generales y apelaciones abstractas: medidas inútiles en el mejor de los casos. La explicación del fracaso, ya se sabe, es que no hemos sido lo bastante radicales: lo personal debe ser aún más político y otras monsergas. Resulta asombroso que Rita Maestre se felicite de que “nadie hable de la presunción de inocencia”. El procedimiento de la denuncia anónima en Instagram no solo potencia la indefensión y favorece la calumnia, sino que deja desamparadas a las víctimas: es el Estado el que tiene los instrumentos y el deber de protegerlas. Es un mecanismo bárbaro, irresponsable e interesado. También muestra otro doble rasero de quienes lo defienden: un sistema de denuncias anónimas no verificadas se parece mucho a lo que algunos llaman la máquina del fango.
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