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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La quiebra institucional de Díaz Ayuso

La presidenta de la Comunidad de Madrid hace un uso personalista de su cargo al negarse a participar en la ronda de conversaciones con el presidente del Gobierno

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la presentación de una exposición este lunes en la Puerta del Sol de Madrid.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en la presentación de una exposición este lunes en la Puerta del Sol de Madrid.Jaime Villanueva
El País

La negativa oficial de la presidenta de la Comunidad de Madrid a asistir a una reunión en La Moncloa convocada por el presidente del Gobierno supone un precedente que ahonda en el uso partidista de las instituciones públicas madrileñas. Isabel Díaz Ayuso comunicó ayer que no piensa acudir a la cita propuesta para el próximo viernes porque supondría, primero, “normalizar” lo que juzga como “decisiones destructivas” y, después, por lo que considera ataques personales de Pedro Sánchez contra ella y contra su pareja, el empresario Alberto González Amador.

La convocatoria se enmarca en la ronda de contactos que Sánchez está realizando con todos los presidentes autonómicos en el comienzo de la legislatura para abordar los problemas de cada comunidad y tantear sus opiniones sobre la financiación autonómica a partir de la propuesta de Cataluña, aún por desarrollar. Sin, al parecer, una agenda de problemas de los madrileños que plantear al Gobierno central y sin esperar al desarrollo de la propuesta catalana sobre financiación, Ayuso renuncia a plantear una alternativa porque considera que ya se ha producido “la ruptura de la Hacienda común”.

A La Moncloa han acudido ya 12 presidentes de cuatro partidos distintos. Dirigentes del PP como Juanma Moreno (Andalucía), Fernando López Miras (Murcia) o Carlos Mazón (Comunidad Valenciana) se han reunido con Sánchez y le han trasladado con dureza su oposición a la propuesta de Cataluña y las reivindicaciones de sus territorios. La mandataria madrileña, en cambio, ha decidido poner su estrategia personal —basada en una oposición visceral a cualquier iniciativa que no nazca de sus filas— por encima de las obligaciones de su cargo, cuyo precepto básico es representar a todos los ciudadanos de Madrid, no solo a sus votantes.

Pese a que Díaz Ayuso ya llamó a sus homólogos a la ruptura institucional cuando en septiembre pasado el presidente del Gobierno anunció la actual ronda bilateral, ahora alega que Pedro Sánchez y sus ministros han lanzado “gravísimas acusaciones” contra ella. Se refiere a las declaraciones de Sánchez el pasado jueves, cuando pidió la dimisión de la presidenta Ayuso por beneficiarse supuestamente del fraude fiscal de su novio y llamó a este “delincuente confeso”. González Amador, efectivamente, ha reconocido sus delitos ante la Fiscalía, pero Isabel Díaz Ayuso utiliza esas palabras como coartada para envolverse en el victimismo pese a contar ella con un currículum de insultos importado del trumpismo e inaudito en la política española reciente. Alguno de ellos, pronunciado desde la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados.

El uso del altavoz que supone la Comunidad de Madrid para atacar a sus rivales o defender a su pareja de la acción de la justicia es una instrumentalización política del cargo no muy diferente de los desplantes del independentismo a las instituciones del Estado, el único precedente equiparable. La cita de La Moncloa no es para hacerse una foto, sino para hablar de los problemas de la comunidad que preside, de financiación e inversiones, para garantizar los servicios públicos. Con su actitud antisistema, Díaz Ayuso convierte el cargo en una trinchera no ya partidista sino personalista y dinamita canales de diálogo de los que España está muy necesitada. Además, socava el liderazgo y la credibilidad del presidente de su partido, Alberto Núñez Feijóo —que consideró hace unas semanas un error no acudir a la invitación de la presidencia del Gobierno— cuando intenta presentarse como el líder de la institucionalidad y la moderación.

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