_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jueces partidistas y no partidistas

No podemos evitar adscribirlos a una de estas dos condiciones, “progresistas” y “conservadores”, como si la ideología fuera el auténtico criterio distintivo

La presidenta del CGPJ Isabel Perelló en el Tribunal Supremo este jueves en Madrid.
La presidenta del CGPJ Isabel Perelló en el Tribunal Supremo este jueves en Madrid.J.J.Guillen (EFE)
Fernando Vallespín

Las declaraciones de la nueva presidenta del CGPJ y el Tribunal Supremo, Isabel Perelló, con motivo de la apertura del año judicial no pueden pasar sin merecer algún comentario. No ya solo porque sea la primera mujer que lo preside, aunque nos sorprenda lo mucho que se haya tardado en conseguirlo, o porque ―¡al fin!― tenemos ya un Consejo con composición y funcionamiento normal, sino porque significaron una reivindicación en toda regla de la autonomía del Poder Judicial y de la importancia de su función como poder independiente. Es casi seguro que cualquiera de los otros candidatos posibles que estaban en las quinielas para el cargo habrían dicho algo parecido. De hecho, Conde Pumpido insistió también mucho en su discurso sobre la subordinación de las decisiones del TC a la Constitución y el derecho y la necesidad de ahuyentar cualquier duda sobre su imparcialidad. En el caso del de Perelló, sin embargo, se abordaron de cara las alusiones directas al ruido ambiente provocado por declaraciones, actitudes y comentarios sobre la supuesta politización de las decisiones judiciales. Lo que vino a decir es algo parecido a lo siguiente: déjennos hacer nuestro trabajo, por favor, y hagan ustedes el suyo. Está bien que se nos critiquen decisiones puntuales, no siempre conseguimos hacerlo bien, pero no que lo hagan cuando no coincida con su interés político particular, que es lo que casi siempre pasa.

Qué les voy a decir, después de lo que llevamos vivido en nuestro país con esta cuestión ―y todo lo que nos queda— suena a pura música armónica, un sonoro contrapunto frente a tanto ruido. Todos sabemos que el sistema jurídico no es un puro sistema cerrado sobre sí mismo, inmune a sesgos ideológicos o convicciones morales determinadas. O que la labor de los jueces no podría ser suplida por la IA, por ejemplo, porque cada supuesto de hecho introduce elementos particulares y las disonancias entre las normas aplicables impiden acudir a su aplicación automática. La hermenéutica y la aplicación de la facultad del juicio ―aquí en el sentido de “entendimiento” u opinión razonada― es fundamental. El juez “mecánico” o autómata es una contradicción en los términos, como el juez “aséptico” política y/o moralmente.

A pesar de ello, no podemos evitar adscribirlos a una de estas dos condiciones: “progresistas” y “conservadores”, como si la ideología fuera el auténtico criterio distintivo. A aquellos que caen en una u otra categoría lo que les unifica, siempre a mi juicio, no es, sin embargo, la ideología; les une la posición que se presume que han de adoptar según el partido que les ha promovido a un determinado cargo, como ser miembros del CGPJ o del TC, por ejemplo. Por eso creo que tiene más sentido hablar, en su caso, de jueces partidistas y no partidistas. No siempre hay una congruencia plena entre las decisiones que hay que adoptar y una supuesta ideología; importa más, y por eso los partidos fomentan mantener estas distinciones, que sus decisiones vayan en interés del partido del Gobierno o de la oposición. ¿Es progresista, por ejemplo, favorecer una supuesta organización territorial que sancione políticas de distribución de recursos favorables a las comunidades más ricas? Presumiendo que así fuera, que todavía no lo sabemos, ¿qué decisión debería apoyar el magistrado del TC ―“progresista”― que eventualmente tenga que pronunciarse, la que interesa al partido que lo designó o a su ideología? Lo que más me ha gustado del discurso de Perelló es que figura formalmente como “progresista”, y sin embargo ha manifestado su opinión sobre la conexión entre judicatura y política poniéndose del lado correcto, el de jueza. Sin adjetivaciones.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.
Tu comentario se publicará con nombre y apellido
Normas
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_