Esperando a la mujer
La candidatura de Kamala Harris plantea la necesidad de que el feminismo se presente como una cara del humanismo global
Tenemos miedo, pero no lo uso.
Margarita Alves
1.
Para el Occidente democrático, el destino no existe. O por lo menos no existe en términos de temporalidad histórica, porque la esencia de la democracia es la libertad y esta parece negar que la esencia de cualquier cosa preceda a su existencia. Entre una y otra se interpone la voluntad humana y los vericuetos del incontrolable azar. Lo que está sucediendo en los Estados Unidos de América lo demuestra con repercusiones prácticamente en todas partes.
La pirueta es sobradamente conocida. Hace apenas un mes y medio, las elecciones americanas del próximo noviembre parecían decididas por aquel impacto de bala que produjo un raspón en la oreja de Donald Trump, de la que manó la suficiente sangre como para transformar al expresidente en un Mesías invencible con el puño levantado hacia el cielo, supuestamente salvado por la fuerza del destino y el poder del milagro. Pocos días después, sin embargo, su rival dejó de ser el candidato anciano del que solía reírse y burlarse a rienda suelta. De repente, una mujer joven en la flor de la edad aparecía en el escenario, esperanzada y sonriente, para enfrentarse al anciano que solo era tres años menor que la persona que había renunciado. Y así, de repente, la fascinación decorativa de la venda blanca con la que se adornó el candidato republicano tras el ataque perdió su encanto coreográfico y el cuadradito blanco desapareció de escena.
2.
La transformación no podría haber sido mayor. En medio del camino, no solo surgía de pronto un nuevo adversario, surgía una mujer, y con ella la esperanza de que la potencia más importante del planeta pudiera volver a ser gobernada sobre la base de unas mínimas reglas democráticas, sustentadas en hechos probados y argumentos inteligibles. Con la llegada de esa mujer, surgía la esperanza de que en los ámbitos decisivos donde se deciden las vidas de millones de personas, no imperara la lógica del manicomio. La simple hipótesis de que algo así pudiera suceder supuso un alivio, al menos para una buena parte de los habitantes del planeta. Y, sin embargo, no deja de percibirse, por las noticias que llegan a cada momento, que incluso entre los más entusiastas, el optimismo que rodea a Kamala Harris es moderado y las palabras cautelosas. Son muchas las razones que lo aconsejan, porque cuando una mujer se posiciona en el camino hacia el poder, hasta los árboles de los bosques empiezan a moverse. No debe sorprendernos, pues en torno a una mujer política la idea de que pueda obrar milagros gracias a la fuerza de su feminidad está peligrosamente entrelazada con la suposición opuesta de que provocará un desastre universal, perfilándose en ella todas las debilidades posibles.
3.
Los Estados Unidos de América cuentan con una grandiosa historia en lo que a la afirmación y lucha por los derechos de las mujeres se refiere. Gran parte de la epistemología del feminismo lleva el sello de mujeres estadounidenses, de las que en el ensayismo académico apenas refleja el dolor que se sintió en las calles a lo largo de dos siglos. Desde los albores del sufragismo, con figuras míticas como Harriet Tubaman, conocida como la Moisés del Pueblo, implicada en la última etapa de su vida con el derecho al voto de las mujeres, hasta las figuras preponderantes en los jalones de los distintos feminismos, pasando por nombres como los de Betty Friedan o Gloria Steinem, hasta nuestros días, la bibliografía en torno al tema y a la realidad histórica de la lucha efectiva por los derechos de las mujeres aparece estrechamente vinculada con la modernidad de la vida humana, incluyendo naturalmente la vida de los hombres. Así, cuando una mujer llegue a presidir los destinos de ese país, se habrá completado un camino de conquista de la equidad que hace mucho tiempo pusieron en marcha sus ciudadanas más valientes.
Con todo, al mirar a Kamala Harris, hemos de esforzarnos por no exigirle que su condición de mujer que lucha por los derechos de las mujeres se superponga en su imagen a un programa político global, que incluya la economía, la justicia, la paz y la guerra. El cuarto feminismo, con sus vertientes contemporáneas expresadas en varios frentes, exige que avancemos con cautela en cada uno de ellos, la misma cautela con la que Yulia Navalnaya y Svetlana Tijanóvskaya se presentan en otros tableros. Políticamente, la condición de las mujeres no es neutral y el mundo para el que hablan y actúan requiere que el feminismo se presente, hoy en día, como una cara ilustrada del humanismo global por encima de todo.
4.
También en este ámbito, caminamos y, sobre todo, vamos esclareciéndonos a través de tentativas. Nunca olvidaré un encuentro académico que tuvo lugar en Venecia, a finales del siglo XX, sobre la conciencia femenina de las mujeres escritoras. En él, Rosa Montero, Núria Amat y yo representábamos el espacio ibérico. Cuando llegó nuestro turno, hablamos de nuestro oficio de escribir sin mencionar la bandera feminista. Para que no quedara ninguna duda, el texto de Núria llevaba por título Todos somos Kafka. Al final, una académica de otra generación nos cuestionó la ingratitud que manifestábamos hacia las escritoras que nos precedieron, y que habían tenido que luchar incluso para que su verdadero nombre apareciera en las portadas de sus libros. ¿Cómo era posible carecer de esa conciencia? Lo cierto es que éramos conscientes de este recorrido doloroso y combativo, y nos sentíamos genuinamente agradecidas y herederas de esa batalla distintiva, pero ahora nuestro ámbito parecía ser diferente: todas/todos éramos Kafka.
Todavía nos llevó algún tiempo darnos cuenta de que estábamos interpretando una conciencia posterior, la que más tarde se llamó tercer feminismo, con toda la controversia que esa y cualquier otra denominación conlleva. La verdad es que hoy en día el feminismo tiene distintos frentes abiertos, contradictorios a veces entre sí. En otras palabras, en paralelo con el complejo mundo que nos proporciona la cultura digital, surgió un cuarto feminismo, y las marcas de esta designación, como otras anteriores, quedaron parcialmente selladas en los Estados Unidos de América. Últimamente, el movimiento que denuncia el Me Too, o el ecofeminismo, junto con la reivindicación de la abolición de los estereotipos de rol de género o la afirmación de identidades culturales y raciales diversas, ha adquirido protagonismo en el mundo del entretenimiento y de las redes sociales, y siendo múltiple resulta eficaz.
Resulta eficaz porque todas estas luchas conciernen a la vida personal y definen el nivel de exigencia ontológica que entrecruza la libertad con la autoafirmación, banderas propias de la gramática libertaria y progresista de Occidente. Pero lo cierto es que la causa feminista no conseguirá triunfar si junto a ella no alzan la voz la erradicación de la desigualdad social y la lucha contra la pobreza. Si no sabemos evitar la guerra, condenar los genocidios y presentar planes de paz para los seres humanos, en un momento en que la bóveda celeste ha dejado de ser el límite. No es pedir poco, es pedirle a una mujer incluso más de lo que se le pediría a un hombre.
5.
Todo indica, por tanto, que Kamala Harris tendrá que pasar por una prueba más dura que aquella a la que se enfrentó Hillary Clinton, porque mientras tanto su oponente se ha refinado. Su oponente buceará en su infancia, en su comportamiento profesional, en su alma y en su cuerpo, la despojará de sus ropas en el escenario del imaginario popular y creará imágenes sexuales degradantes en torno a sus facciones para reducir a la mujer a nadería. Será un enfrentamiento enorme entre el intento de mantener el equilibrio y el barro que te hace resbalar. Todo eso está ya en camino. Y con ello un momento histórico para la existencia de la mitad de la humanidad.
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