_
_
_
_
tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Salvador Illa, el ‘president’ “españolista”

Los independentistas lamentan la pérdida del Govern y se aferran al deseo de recuperar un sentimiento de orgullo nacional que sienten pisoteado

El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en su reunión en el Palau de la Generalitat, el pasado 23 de agosto.
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, en su reunión en el Palau de la Generalitat, el pasado 23 de agosto.Quique García (EFE)
Estefanía Molina

Al independentismo no le ha sentado bien que el president Salvador Illa ponga la bandera de España en el Palau de la Generalitat. Muchos van diciendo que ha llegado “la restauración española” de las instituciones catalanas. Y es cierto que ni José Montilla ni Pasqual Maragall solían poner la rojigualda en sus despachos. El PSC ha cambiado en los últimos años, pero los partidos independentistas tampoco pueden preciarse de haber preservado las esencias de un nacionalismo catalán del estilo de la Convergència de Jordi Pujol en los noventa.

Es el lamento, desde hace tiempo, de muchos ciudadanos afines a la ruptura: la pérdida de pilares como el modelo de inmersión lingüística, que ya no funciona como antaño porque los jóvenes hablan menos y peor catalán que hace una década. Según la Enquesta a la Joventut de Catalunya, el uso de la lengua ha caído 18 puntos en la población de entre 15 a 34 años. El catalán ha pasado desde 2007 de ser la lengua principal de un 43% de los jóvenes, a solo un 25% en 2022. El castellano ha crecido del 39,4% al 44,5% en ese mismo período. Asimismo, la competencia de catalán en Secundaria fue la peor de los últimos 11 años. Ahora bien, en esa etapa no gobernaba el PSC, sino curiosamente, Artur Mas (CiU), Carles Puigdemont (Junts pel Sí), Quim Torra (Junts pel Sí), o Pere Aragonès (ERC).

Resulta hipócrita afirmar que Illa es el “españolista” que habría venido a reventar los pilares del nacionalismo catalán, solo porque fuera visible la bandera española en su última reunión con el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni. Es tan surrealista como creer que el PSC ha comprado la “agenda independentista”, según dice la derecha, porque Illa hablara de la “nación catalana” en su discurso de investidura. La realidad en Cataluña es hoy mucho más compleja que en los tiempos del último tripartito. Que se haya terminado el procés no quiere decir que sus consecuencias no pervivan. Y parece que el nuevo president solo intenta mantener los equilibrios sobre la población a la que se dirige.

De un lado, porque la polarización ha crecido. Los independentistas viven con un sentimiento de derrota la pérdida del Govern y el fracaso de 2017. Por tanto, se aferran al deseo de recuperar un sentimiento de orgullo nacional que sienten pisoteado, aunque el propio movimiento lo borró en su idea de crear un Estado propio. Se extendió la idea de que no hacía falta un componente “étnico” para apoyar la independencia, vendiéndolo como un proyecto instrumental basado en los “beneficios” económicos y sociales de desgajarse de España. Por tanto, fueron los partidos, más en concreto ERC, quienes dejaron atrás los postulados esencialistas de los que ahora se lamentan sus votantes. Por otro lado, han surgido fuerzas como Vox, mientras que este PSC ha absorbido buena parte de los apoyos del Ciudadanos de Inés Arrimadas. Es decir, no es el PSC “catalanista” de Maragall y Montilla: Illa acudió a la manifestación del 8 de octubre de 2017 en Barcelona, y apoyó aplicar el 155.

La verdad es que la pérdida del catalán ni siquiera es únicamente una cuestión de voluntad política. Muchos jóvenes consumen streaming en castellano. El modelo de TV3 en los años noventa —con una nutrida parrilla de dibujos en catalán que vio una generación entera— se ha ido depauperando, y los flujos migratorios también hacen más complicada la homogeneización de los usos lingüísticos de ciudadanos venidos de otras partes del mundo.

La pregunta es qué políticas adoptará Illa en relación con la escuela catalana. Muchos independentistas han estallado porque la nueva consellera de Educación, Esther Niubó, dijera en el pasado que la escuela no estaba para “preservar” el catalán, sino que estaba para “aprender”. Sin embargo, para esta Diada del 11 de septiembre, el Govern del PSC ha lanzado una campaña donde afirma que la catalanidad es transversal: tal vez el nuevo Govern haya concluido que solo ese nervio puede unir hoy a buena parte de la sociedad, como en tiempos de Pujol, pese al cambio sociológico.

A la postre, sectores de ERC creen que al PSC le convendrá cumplir sus acuerdos tanto en lengua como en financiación para recuperar ese “catalanismo”. Ahora bien, los propios republicanos han cavado la tumba de una frustración asegurada, al inflar las expectativas del acuerdo de investidura con el PSC. Vendieron a sus bases que ello permitiría la “soberanía fiscal” de Cataluña, solo para poder tener una coartada con que investir a Illa, pese a que el Gobierno ha rebajado ya las previsiones en ese sentido. Anteriormente, los republicanos también dijeron que el catalán estaba blindado en la última ley educativa que pactaron con el PSOE y los tribunales se han posicionado a favor de mantener el 25% de castellano en la escuela.

Ya se sabe: de sus profecías autocumplidas vive también el independentismo. Ahora toca decir que Illa es un “españolista” para sacudir a los partidos del procés de cualquier responsabilidad nacional o lingüística. El problema es que eso de ir creando agravios irresolubles se le da mejor a Junts que a ERC, y los de Carles Puigdemont ya están afilando los cuchillos para esta nueva legislatura.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y en el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER. Presenta el podcast 'Selfi a los 30' (SER Podcast).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_