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Columna
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Donald Trump te ama porque eres superespecial

Nos volvemos vulnerables a cualquiera que venda la certeza de un propósito en la vida, la ilusión de pertenencia a algo más grande que nosotros mismos

Varios asistentes se llevan la mano al pecho durante un mitin de Trump y Vance.
Varios asistentes se llevan la mano al pecho durante un mitin de Trump y Vance.Anna Moneymaker (Getty Images)
Marta Peirano

Los humanos tenemos dos necesidades psicológicas fundamentales: el apego y la autenticidad. El apego es la habilidad de formar vínculos emocionales profundos con otras personas. De querer y ser querido por nuestros padres, familiares y amigos y tener un sitio en la comunidad. La autenticidad es la habilidad de ser nosotros mismos, de reconocer y expresar nuestros sentimientos, pensamientos y deseos genuinos. Cuando la expresión de nuestro yo verdadero entra en conflicto con nuestros vínculos fundamentales, casi siempre sacrificamos la autenticidad. El niño cuyas necesidades, deseos o emociones enfurecen a su padre o desquician a su madre prefiere suprimirlos antes que renunciar a sus padres. Es una adaptación evolutiva: los niños abandonados no suelen sobrevivir.

Saber quiénes somos es fundamental para descubrir el propósito que nos impulsa en la vida y da sentido a nuestra existencia. La supresión constante de la autenticidad nos deja aislados, flotando a la deriva, buscando algo externo a lo que agarrarnos que nos dé sentido y estabilidad. Nos volvemos vulnerables a cualquiera que venda la certeza de un propósito en la vida, la ilusión de pertenencia a algo más grande que nosotros mismos y la promesa de un amor incondicional. Es ese agujero lo que se manifiesta una y otra vez en las estafas sentimentales, los foros de criptomonedas, las conspiraciones como QAnon y las campañas políticas. Gente inteligente que aparca su capacidad crítica e ignora las señales de alerta para abrazar las premisas de un relato imposible. El amor cósmico de un bello desconocido, el golpe infalible al sistema financiero. God, Guns & Trump.

“Amigo, te he escrito una nota especial a mano porque sé que eres el patriota número uno de Donald Trump”, decía la semana pasada un correo masivo del Partido Republicano. “He sentido tu amor en cada acusación, farsa, redada, arresto y caza de brujas (…) Tú nunca has abandonado mi lado, ¡nunca jamás!”. “¡Siempre te amaré! —dice otro anterior— ¿Alguna vez te ha dicho eso Joe Biden?” (spoiler: no). El candidato a la vicepresidencia, J. D. Vance, hizo su propio envío masivo con el asunto “El presidente Trump y yo te amamos, amigo”, ofreciendo al receptor la “primera invitación” a formar parte del Consejo Asesor de la Vicepresidencia. “Cuando recuperemos la Casa Blanca, no nos someteremos a las agendas corruptas de los burócratas del Estado profundo. Estaremos recibiendo consejos de ti”.

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El Partido Demócrata respeta a los estadounidenses que tienen trabajo, pagan impuestos y han ido a la universidad. Pero sólo el 44% de los ciudadanos de EE UU tienen estudios superiores, y deben 1,74 billones de dólares al Estado en tasas universitarias. Kamala Harris representa a los que rechazan la invasión de Ucrania pero entienden el genocidio en Gaza, respetan todas las religiones pero defienden el aborto y los derechos LGTBIQ+. Trump ve “personas buenas” en los grupos neonazis de Charlottesville, da instrucciones a los Proud Boys, y describe el asalto al Capitolio como una “manifestación patriótica” de personas “muy especiales” y condona el casi linchamiento de Mike Pence. Le gustan los chistes racistas, sexistas y fascistas, “agarrar a las mujeres por el coño” y reírse de la discapacidad ajena. Uno de cada tres estadounidenses se siente solo cada día; y el 30% tiene entre 18 y 34 años. El amor de Trump es fácil de conseguir y ofrece comunidad instantánea. El respeto demócrata está fuera del alcance de gran parte de la población.

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