Tareas para la derecha catalana
Tirar la toalla en los combates por las cosas de comer no sería propio de una formación con antecedentes de profunda afinidad con los negocios, el crecimiento y la prosperidad de Cataluña
La previa, agradecer a Carles Puigdemont los servicios prestados. Sí, conseguir que se le aplique cuanto antes la ley de amnistía, pero sin esperar a que todo esté resuelto para despacharle. Solo hay que cuidar la cortesía que merece un expresidente y líder del partido. Toda la autoridad que tenía entre los suyos está arruinada. Nada quedará de su fulgor como cabeza de cartel electoral cuando haya nuevas elecciones. Sirvió, pero ya no sirve. Quienes le enredaron en tan desgraciada aventura deberían facilitarle la salida. La presidencia honorífica del partido, una fundación, unas tareas que le mantengan ocupado y remunerado para que deje de molestar...
En primer lugar, y con urgencia, atender a los intereses materiales, que son los que dan sentido a este tipo de proyectos políticos. El capítulo fiscal del acuerdo entre el socialismo catalán y ERC merece el máximo apoyo y cuenta con una amplia popularidad en Cataluña, también entre votantes y dirigentes del PP catalán, quizás tanta como impopularidad en el resto del país. Una atención especial requieren los pactos del PSC con los Comunes que puedan afectar negativamente al empleo y al crecimiento económico, como el bloqueo de la ampliación del aeropuerto de Barcelona y del Hard Rock o algunas políticas sobre turismo o arrendamientos urbanos.
Tirar la toalla en los combates por las cosas de comer no sería propio de una formación con antecedentes de profunda afinidad con los negocios, el crecimiento y la prosperidad de Cataluña. Tampoco lo sería mantener la actitud negligente de los últimos años respecto a la estabilidad política y a la seguridad jurídica que necesita el mundo del dinero. Ofrecerse para encauzar las decisiones hacia el territorio pragmático tanto en Barcelona como en Madrid es la actitud que se espera de quien pretenda volver a representar al catalanismo conservador de toda la vida. Echar una mano a Salvador Illa para ciertos proyectos y decisiones y a Pedro Sánchez para los Presupuestos de 2025 sería lo más normal para quien aspire a recuperar la centralidad y la capacidad de negociación, tal como hicieron sus brillantes antecesores.
Los sentimientos y las devociones deberán quedar para ámbitos y momentos acotados. No pueden seguir conduciendo los delicados asuntos políticos tras un fracaso tan clamoroso e histórico. La digestión del viraje exige la intimidad, sin inútiles exhibiciones. Urge desembarazarse cuanto antes de quien se ha convertido en un líder disfuncional e incómodo, pero todavía es más urgente encontrar los líderes que sepan hacerlo. No sirven los que le han acompañado en su ruina política, hasta la rocambolesca hazaña de su segunda fuga, con el desprestigio y el ridículo resultantes.
Si estas tareas no están al alcance de un espacio político que lleva más de una década perdido en la estratosfera de las inútiles realidades paralelas, otros lo harán desde ángulos organizativos e ideológicos distintos. La política, como la naturaleza, tiene horror al vacío.
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