A Milei le llega la hora de gobernar
El presidente argentino consigue que los gobernadores firmen sus principios neoliberales mientras la actividad económica se desploma
El presidente ultraliberal de Argentina, Javier Milei, obtuvo hace dos semanas un gran éxito político. Tras casi siete meses de negociaciones, logró que el Congreso aprobase su ambiciosa Ley Bases y una reforma fiscal que avanzan en la reducción de Estado y en la desregulación de la economía. El lunes sumó otro hito: 18 de los 24 gobernadores —todos de partidos que no responden al presidente pero necesitados del dinero de la Casa Rosada— firmaron el llamado Pacto de Mayo, un decálogo de principios para, en la retórica presidencial, “hacer grande a Argentina”. El martes Milei encabezó el mayor desfile militar desde los años sesenta, evidencia de la importancia que otorga a las Fuerzas Armadas, sector al que ha privilegiado, pese al latiguillo de “no hay plata”, con una subida de recursos económicos por encima de la educación, la salud o la ayuda social a los más pobres.
Tales movimientos suponen un respiro para un Gobierno que está en clara minoría en el Congreso con un partido, La Libertad Avanza, apenas en construcción y sin poder territorial alguno. El reverso es que le ha llegado la hora de gobernar. El presidente argentino lleva desde que asumió en diciembre acusando de sus fracasos a “la casta”, es decir, a los políticos que no le hacen caso. Los ha llamado “ratas”, “extorsionadores” y “degenerados fiscales” por la demora en aprobar la Ley Bases y proponer una subida de las pensiones. También por retrasar la firma del Pacto de Mayo. Desde esta semana, ya no tendrá excusas.
Milei goza aún de una alta popularidad, por encima del 50%. El secreto de su éxito es la reducción de la inflación, que ha pasado del 25% en diciembre pasado al 4,2% en mayo. La estrategia oficial ha sido simple: drástica reducción del déficit público, emisión cero y recorte extremo de salarios y jubilaciones. Sin embargo, el modelo ya da muestras de agotamiento debido ael desplome de la actividad económica. El FMI calcula para fin de año una caída del PIB del 3,5%.
Por primera vez en décadas, las encuestas indican que ya no es la subida del IPC la mayor preocupación de los argentinos, sino el desempleo, la pobreza y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. La demora en atender esas demandas producirá un inevitable deterioro de la base de apoyo social que tiene el Gobierno, con el consiguiente efecto en la gobernabilidad. Los mismos gobernadores que se prestaron a una puesta en escena en la que Milei se erigía en un nuevo “padre fundador” de la patria cambiarán rápidamente de opinión si la estrella del ultraderechista se apaga.
Los mercados también se impacientan. El Gobierno ha anunciado esta semana que inicia la segunda fase de su plan económico, el inicio de, en palabras de Milei, “un nuevo orden” que apuntará al crecimiento y no solo al combate de la inflación. Pero la falta de precisiones dio alas a reclamos sectoriales cada vez más evidentes. Los más virulentos son los exportadores, que exigen el fin de las restricciones cambiarias y una devaluación del peso que aumente su rentabilidad. A todas esas demandas, muchas veces contradictorias entre sí, tendrá que responder el presidente mientras juega con la paciencia social, despotrica contra la oposición en redes sociales y recorre el mundo promocionando su “batalla cultural” contra “el socialismo” global. Mientras, el tiempo pasa y las soflamas populistas demuestran sus límites. Es hora ya de que el Gobierno argentino se concentre en lo importante: el bienestar de los argentinos en un marco de respeto y valores democráticos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.