La potencia de Sara
Ácida, feminista, indómita, extrañaremos a Sara Facio como a otros que leyeron su tiempo como si lo contemplaran desde el futuro
Borges escribió sobre Bartleby: “Es como si Melville hubiera escrito: “Basta que sea irracional un solo hombre para que otros lo sean y para que lo sea el universo”.” Sería linda la viceversa: basta que sea lúcido un solo hombre para que los otros lo sean. Pero cuando mueren, los lúcidos dejan huérfanos que contemplan, inermes, cómo el mundo se hace más zonzo. ¿Qué diría Fogwill, el escritor argentino, del presidente Milei? Un amigo dice que primero le hubiera hecho la campaña presidencial y después se hubiera dedicado a destrozarlo. Fogwill falleció en 2010. Se lo extraña, como a Ricardo Piglia y otros que leyeron su tiempo como si lo contemplaran desde el futuro. El 18 de junio murió alguien así, la fotógrafa argentina Sara Facio. Tomó las fotos de los autores del boom latinoamericano antes de que tal cosa tuviera nombre; creó La Azotea, la primera editorial de fotografía de su país. Era ácida, feminista, indómita: “Fui a un encuentro de fotógrafos en México. El invitado era Mario Benedetti. Empecé diciendo que no entendía por qué si tenían a Juan Rulfo, que además de ser un gran escritor era fotógrafo, el invitado era Benedetti, que no había sacado una foto en su vida”. Se carteó con gente como Victoria Ocampo o Cortázar, y mantuvo sobre esa correspondencia una discreción total: confundir lo privado con lo público le parecía una ordinariez. Sin ser peronista, tomó fotos conmovedoras del regreso de Perón a la Argentina y de su funeral. Tuvo que defender su independencia oponiéndose a “todos los que se querían casar conmigo. Cuanto más les decís que no, más se quieren casar. Ahora me hubiesen quemado. Me hubiesen tirado alcohol y un fósforo”. Creó la Fundación María Elena Walsh-Sara Facio, que conserva su legado y el de la fabulosa escritora que fue su pareja durante décadas. Deja muchos huérfanos en este tiempo confuso al que le falta luz. Ella dio la suya durante 92 años. No había que pedirle más.
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