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FILOSOFÍA
Columna
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El amor tiene que anteceder a la economía y a la democracia

La filosofía de Satish Kumar es simple y tajante, pero quizás sea una profunda revelación en su simplicidad: “El amor antecede a la ciencia”

El escritor indio Satish Kumar en una fotografía de archivo.
El escritor indio Satish Kumar en una fotografía de archivo.Ulf Andersen (Getty Images)
Juan Arias

A veces las personas más simples, sin excesivas pretensiones científicas, son las que ofrecen las verdades más profundas. Es lo que acaba de pasar con Satish Kumar, exmonje de la India que a sus 85 años sigue recorriendo el mundo recordando que nos hemos convertido en “meros recursos humanos”. Lo acaba de explicar en una larga entrevista al diario brasileño O Globo.

Abordando el tema tan actual de las enfermedades mentales que afligen a toda la humanidad, sin que la ciencia sea capaz de dar una explicación que pueda convencer, Kumar ha ofrecido su diagnóstico. No son, según él, las angustias de la era digital, de las inteligencias artificiales, de la crisis de la democracia, lo que está haciendo que crezcan como una epidemia los dolores del alma, de la insatisfacción universal. Y crecen las recetas que desembocan inexorablemente en las farmacias y sus lucros.

La filosofía del gurú espiritual es más simple. Según él, la causa de la ansiedad universal que nos aqueja se debe a que el crecimiento y el ansia por lo puramente económico no es capaz de llenar nuestro vacío espiritual. “Por más que usted tenga y gane nunca será suficiente, nunca será totalmente feliz”, afirma. Y es que más llama a más. Y eso hasta el infinito. ¿Son de verdad los más felices, los menos angustiados, los más serenos, los que menos se enferman, los que menos miedo tienen a la muerte, aquellos que más poder y riquezas acumulan?

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El amor sería anterior a la democracia. “Por ella sola, no es ni siquiera garantía de un buen gobierno”, algo que estamos experimentando hoy con mayor fuerza que nunca, ya que si hay algo en el mundo de la política actual es que hasta la democracia, que era una especie de religión que aseguraba las libertades individuales y sociales, está más en crisis que nunca.

La filosofía de Kumar es simple y tajante, pero quizá sea una profunda revelación en su simplicidad: “El amor antecede a la ciencia”. La ciencia y la riqueza por sí solas no son garantía de una vida feliz. El amor y la solidaridad anteceden siempre a las mismas verdades económicas y hasta religiosas.

En su filosofía, el anciano gurú que sigue recorriendo el mundo sembrando su utopía de que el amor antecede a cualquier posibilidad de felicidad profunda y duradera insiste también en que es imposible una vida psíquica y feliz por más tecnológica y avanzada que sea sin un contacto físico con la naturaleza, al lado de los árboles y sus frutas, cercano a las flores de un jardín o a los ojos de una mariposa. Para él, es incomprensible que en Brasil, uno de los países con mayor naturaleza de superficie virgen, sigan existiendo ciudades mastodónticas como São Paulo o Río de Janeiro, con millones de personas hacinadas en las que los niños nunca han visto volar un pájaro o se han subido a un árbol.

La aparente simplicidad de la filosofía de la felicidad de Kumar, según la cual la solidaridad, la amistad, el amor por la naturaleza, la comprensión del dolor ajeno, van antes que la ideología y la política, coincide en este momento con un tema que atenaza a Brasil en ese mismo misterio.

Esta vez no ha sido un monje sencillo y místico, sino el intelectual, presidente de la Academia Brasileña de Letras y columnista del diario O Globo, Merval Pereira, que en su columna titulada Solidaridad aborda desde un punto de vista político la fuerza que está teniendo este valor y la quiebra de prejuicios políticos ante la tragedia humana de las inundaciones en la región sur de Brasil. En una de las regiones más ricas del país y al mismo tiempo más de derechas, como escribe Merval: “La dura tragedia que está costando tantas vidas y desalojando ciudades enteras ha servido para redescubrir la importancia de la solidaridad”.

Es en esa región donde el país está fuertemente dividido entre los seguidores del progresista Lula y del ultraderechista Bolsonaro. Y está siendo un descubrimiento al mismo tiempo la tragedia humana y la solidaridad que la acompaña, que llega a que personas sacrifiquen sus vidas para salvar a otras, donde se hace tangible, como subraya el columnista, que volvemos a tener un país que se une en torno a una causa sin importar si los voluntarios que exponen sus vidas son lulistas o bolsonaristas. Así como los militares que, divididos, estuvieron a punto de caer en la tentación ofrecida por Bolsonaro para dar un golpe de Estado, hoy están unidos, sin etiquetas políticas, en la dura y arriesgada ayuda para salvar vidas, sin preguntarles por quién votaron en las urnas.

¿Serán o no el amor, la solidaridad, la amistad, el respeto por la naturaleza, la vida sencilla, sin angustias por acumular riqueza y sin exigir etiquetas políticas, no solo la mejor receta de felicidad sino hasta la mejor de las medicinas contra los dolores del alma?

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