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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Boluarte se aferra al poder

La presidenta de Perú se ha convertido en la antítesis del proyecto de renovación que la llevó al Gobierno

Dina Boluarte con un reloj Rolex modelo Datejust 36.
Dina Boluarte con un reloj Rolex modelo Datejust 36.JOHN G. MABANGLO (EFE)
El País

Dina Boluarte ha elegido resistir a cualquier precio al frente de Perú. La presidenta que en diciembre de 2022 sustituyó a Pedro Castillo después de que este intentase un autogolpe de Estado no quiere abandonar el poder. Tremendamente impopular, diversos sectores sociales le han pedido con insistencia que dimita y convoque elecciones para que los peruanos puedan elegir a una presidenta o a un presidente en las urnas. Esa era su intención durante los primeros compases de su Gobierno, o al menos eso dijo. Ahora, sin embargo, asegura que cumplirá el mandato hasta 2026.

La realidad es que va a hacerlo en condiciones muy precarias. Cuenta con el apoyo del Congreso, que siempre le dio la espalda a Castillo, eso es cierto, pero su credibilidad es muy baja. Un último escándalo sobre los relojes que ha lucido en su tiempo en el cargo la ha puesto contra las cuerdas. Boluarte ha aparecido con 17 piezas de alta gama, entre ellas un Rolex valorado en 19.000 dólares de cuya existencia no había dado cuenta en su declaración patrimonial. La Unidad de Inteligencia Financiera de la Superintendencia de Banca y Seguros de Perú ha detectado grandes movimientos no justificados en sus cuentas bancarias y la Fiscalía la investiga por supuesto enriquecimiento ilícito.

Boluarte se mantiene en el sillón presidencial gracias a la supuesta oposición, el fujimorismo, más aún desde que apoyó la liberación del autócrata Alberto Fujimori tras años de enredo judicial a cuenta del indulto humanitario que recibió años atrás. El propio Fujimori ha dado por sentado que la apoyarán hasta el final. La presidenta se ha convertido en la antítesis de lo que ella misma simbolizó como vicepresidenta cuando Castillo ganó las elecciones. Tras la caída de su mano derecha, Alberto Otárola, envuelto en un escándalo de acoso sexual, Boluarte nombró a un nuevo primer ministro, Gustavo Adrianzén, que el miércoles superó una moción de confianza en el Congreso con un discurso de mano dura, a la manera de Daniel Noboa en Ecuador o Nayib Bukele en El Salvador. No hay ni rastro del proyecto de izquierdas que llevó al Gobierno a Castillo y a su equipo: la ilusión de cambio y de inclusión de los pobres en la toma de decisiones políticas.

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Como primer mandatario, Castillo se comportó de manera errática e irresponsable, pero eso no justifica que su sucesora gobierne ahora, aunque sea de forma precaria, desde valores contrarios a los refrendados en las urnas. Perú ha demostrado fortaleza institucional y económica al soportar los embates que han recibido sus últimos presidentes, que en su mayoría han acabado muertos o encarcelados. Sin embargo, la mejor solución para salir del descrédito gubernamental actual sería que Boluarte cumpliera su promesa, convocara elecciones y no se aferrara al poder sostenida por partidos que llevan años obstaculizando la gobernabilidad del país.

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